El fracaso de Europa

La implacable evolución de Internet nos ha llevado hasta el momento actual en que lo más relevante es la capacidad de operar masivamente datos en tiempo real de manera extremadamente personalizada. Fácil de decir pero muy exigente y diferencial para quienes lo consiguen, con aplicaciones tan dispares como los vehículos autónomos, los servicios de salud proactivos o el control de la población basado en el reconocimiento facial en espacios públicos. Tantas ganas de usar nuestros datos está derivando en situaciones no siempre deseables, y la población es cada vez más consciente de que hay gobiernos cruzando los límites con la excusa de la seguridad, de la misma forma que hay empresas abusando con el pretexto de un mejor servicio.

"Tantas ganas de usar nuestros datos está derivando en situaciones no siempre deseables, hay gobiernos cruzando los límites de la excusa de la seguridad, y empresas abusando con el pretexto de un mejor servicio"

El mundo se puede empezar a explicar en función de quién y cómo maneja los datos de la ciudadanía. Hay dos grandes bloques: por un lado los Estados Unidos, que con su cultura ultraliberal deja en manos de las grandes empresas la gestión de los datos de la ciudadanía (Google, Facebook, Apple, Amazon…). Al otro extremo China, donde es el Gobierno quién maneja y controla toda la información. En ambos casos la gente está absolutamente controlada, y la única diferencia está en el nivel de conciencia de todo ello: en Oriente nadie duda que está observado, analizado y juzgado; en Occidente aún hay ilusos que creen que su privacidad está garantizada.

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Ante la dicotomía de si nuestros datos pertenecen a empresas privadas o al Estado asoma tímidamente el espíritu europeo que cree que los datos deben pertenecer al propio ciudadano, y que cada uno de nosotros debería poder ejercer derechos fundamentales y tener el control de quién puede o no usar nuestros datos. El problema es que en este mundo digital la incidencia de Europa es casi nula. Ni somos un mercado con el tamaño necesario, ni lideramos ninguna industria relevante. Los grandes jugadores empresariales están al oeste, y los volúmenes poblacionales significativos están al este. Ni tenemos un mercado de mil millones de usuarios, ni tenemos empresas con mil millones de clientes. Sólo tenemos dos mil años de reflexiones acumuladas sobre el buen gobierno, la moral y la condición humana. Sabemos que ese es un conocimiento básico e indispensable, pero monetiza mal en un mundo capitalista y es poco eficiente para ejercer el poder en un mundo que se defiende con fuerzas armadas. Tenemos la razón, pero no los medios.

"El mundo se puede empezar a explicar en función de quién y cómo maneja los datos de la ciudadanía: China y Estados Unidos"

Un mundo gestionado por datos sería mejor si se desarrollara con la mirada europea, antes que con la americana o la asiática. Pero para ello necesitamos una Europa con el tamaño adecuado, tanto en mercado como en capacidad operativa. Todo parece indicar que tardará en ordenarse, entretenida como está en perseverar en el obsoleto modelo de los Estado Nación que se hacen trampas fiscales entre ellos, protegen antiguos oligopolios raramente competitivos a nivel global, y que ahora encima se permiten el lujo de resucitar nuevos populismos que reniegan del proyecto europeo. El fracaso de Europa será un desastre para el mundo.

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