Alianzas e integración cooperativa

Hace un tiempo, el fundador de Eroski y expresidente de la Corporación Mondragón, Antonio Cancelo, me explicaba que, al finalizar la visita a una feria de cooperativas del aceite, los promotores le preguntaron qué le había parecido. Su respuesta fue que le parecía magnífico; sin embargo, los invitaba que en la próxima edición, en lugar de 50 estands de 50 cooperativas, solo hubiera uno. En otra ocasión, me decía que cuando una cooperativa agrícola le explicaba, con entusiasmo y satisfacción, que había entrado como proveedora de una gran cadena de distribución alimentaria, les espetó que, al día siguiente, la cooperativa del pueblo de al lado lo sabría, iría también y entraría bajando el precio, y, así, sucesivamente.

Y es que los hechos son muy tercos y, efectivamente, 50 estands de 50 cooperativas o una pequeña cooperativa agrícola (excepto honrosas excepciones) no dan respuesta a la necesidad real, que, en este caso es mejorar la renta de los agricultores. Es la asimetría que se produce entre el sector agrario y la industria de la distribución alimentaria, una oferta atomizada ante una demanda concentrada y esto, desgraciadamente, ya sabemos qué final tiene.

Recuerdo también que, a lo largo de la visita de una delegación cooperativa holandesa, nos explicaban que habían integrado todas las cooperativas en una sola. A la pregunta de si estaban satisfechos, su respuesta fue: "No, el mundo es muy grande y nosotros, muy pequeños". Solo hay que recordar el número de cooperativas agrarias que tenemos aquí. Seguramente hace un siglo, una cooperativa en cada pueblo tenía sentido. Ahora, emociones a un lado, seguramente no.

Tenemos cooperativas demasiado pequeñas y débiles para afrontar los extraordinarios retos que tenemos por delante

¿Se producen procesos de integración en el cooperativismo? Sí, está claro, pero de forma manifiestamente insuficiente y, en general, a regañadientes. Si de verdad queremos defender las rentas de los agricultores no tenemos ninguna otra salida que integrar las cooperativas. La falta de dimensión (el tamaño sí importa para la competitividad: al concentrar la oferta, se dispone de una mayor capacidad inversora, de innovación...) no es exclusiva del cooperativismo agrario. Por extensión, también lo es de la economía social y me atrevo a decir que del tejido empresarial en general. Tenemos organizaciones demasiado pequeñas y débiles para afrontar los extraordinarios retos que tenemos por delante, y demasiado a menudo, preferimos ser cabeza de ratón que cola de león.

Con la cooperación, las alianzas y fusiones -en definitiva, una mayor integración- quizás no solucionarán todos los problemas de las empresas de economía social, pero sin estas el futuro pinta, para decirlo suave, tirando a gris. La buena noticia es que (a diferencia de otras muchas cosas) está en nuestras manos hacerlo. Se trata de tener un propósito compartido, confianza mutua y voluntad de hacerlo.

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