Las mentiras del Salario Mínimo (Y)

Estos últimos días, con la presentación de los Presupuestos, los políticos nos bombardean con eslóganes mucho golosos sobre las necesidades de subir los salarios mínimo por decreto ley. El miedo que salga un Trump de turno trae a los políticos españoles hacia una subasta de prometidas políticas sin tener en cuenta una realidad económica que es terca y que no se quiere dejar doblar por prometidas electoralistas.

Dejémoslo claro. España no puede seguir manteniendo un Salario Mínimo tercermundista y salarios bajos para mantener su competitividad. Tiene que alinearse con el resto de Europa si quiere aprovechar las oportunidades de crear bienestar pero sobre todo, de fortalecer su economía muy malograda por una crisis que se ha llevado muchas empresas y muchos proyectos personales. Los salarios españoles son una vergüenza y se tienen que mejorar.

Desgraciadamente, por ahora, este país no puede pretender subir el salario mínimo por decreto ley sin tener en cuenta el entorno y la realidad económica en la cual nos movemos. Sería un suicidio colectivo que arrasaría muchísimas pymes incrementando todavía más el número de parados.

Por una gran mayoría de las personas, las cifras macroeconómicas sobre crecimiento no son creíbles porque no tienen una repercusión directa sobre la economía real, por mucho que nos quieran convencer del contrario. Pero sobre todo, no tienen en cuenta la fragilidad sobre la cual se está haciendo este crecimiento demasiado condicionado a factores externos incontrolables, como la subida de intereses, del petróleo y materias primeras.

La debilidad de la recuperación económica española es tal que cualquier golpe de aire se convertiría en una tormenta tropical. España tenía que aprovechar la crisis para iniciar la gran transformación de su modelo económico, demasiado dependiente de la construcción y de los servicios que no aportan valor añadido a una economía. Desgraciadamente, las inversiones necesarias en investigación, innovación, formación, etc. han pasado a un segundo plano concentrando todos los recursos al reducir el déficit público que se ha disparado en los últimos ocho años.

Por lo tanto, tendríamos que ser todos muy cuidadosos a la hora de tratar la información económica cuando hablamos de recuperación y, sobre todo, de ganancias y beneficios. Una cosa son las grandes corporaciones, bancos y grandes empresas que llenan las páginas económicas de los diarios con grandes resultados, pero que sólo representan el 5% del tejido industrial y el otro, las pymes que representa el 95% y que siguen teniendo serios problemas para cuadrar sus números. Un incremento salarial por decreto ley sería nefasto por este colectivo.

Aquí, todos los actores económicos y sociales tienen que hacer una seria autocrítica y un análisis profundo más allá de los eslóganes sindicales, las quejas patronales y las prometidas políticas. Es un asunto muy importante para no ser serios.

La segunda parte de este artículo se podrá leer este domingo a la sección de Opinión.

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