Un modelo (empresarial) basado en las personas

Recientemente he participado en las Jornadas People Centric Barcelona Forum impulsadas por Human Centered Technology Institute (HCTI), una institución que desde hace años trabaja para la transformación de las organizaciones mediante el cambio del paradigma empresarial y organizativo en el tejido empresarial.

Al preparar mi intervención, inmediatamente me vino a la cabeza José Maria Arizmendarrieta, impulsor y fundador de la experiencia de Mondragón, uno de los grupos cooperativos más relevantes del mundo. Él quería promover un modelo (empresarial) basado en las personas, es decir, que los trabajadores fueran, de verdad, los actores principales. Tanto es así que, inicialmente, redactó los estatutos de una empresa mercantil, en forma de sociedad anónima participada por los trabajadores. Como no encajaba y era un poco extraño inicialmente el registro mercantil les denegó la inscripción. Alguien le advirtió que aquello que pretendía se asemejaba mucho a una cooperativa, y es así como la estructura básica de los proyectos empresariales que nacieron a partir de entonces hasta ahora, se constituyó bajo la forma de cooperativas de trabajo asociado. De hecho, si hilamos más fina esta obsesión del padre Arizmendarrieta, tenía que ver con el humanismo cristiano y la doctrina social de la iglesia aplicada a las organizaciones empresariales. Y es que, efectivamente, la cooperativa que es una sociedad de personas (no de capital) se adapta a la perfección para desarrollar empresas donde las personas trabajadoras tengan la soberanía participando en la toma de decisiones y a la vez disfruten de los resultados de su actividad.

No en vano, para convencer tenemos que estar dispuestos a ser convencidos

Esto pasaba en los años 50 del siglo pasado y el concepto mantiene una vigencia extraordinaria. Formas jurídicas a parte, actualmente se habla de modelos empresariales centrados en las personas; basados o centrados, quizás el hecho determinado es que la empresa del siglo XXI tiene que contar para sobrevivir a largo plazo con la implicación y compromiso de las personas que forman parte de ella, y para hacerlo hace falta su participación real y efectiva en el proyecto. Esto tiene que ir de win-win, todo el mundo tiene que ganar. La empresa como organización y la persona como individuo que forma parte de ella.

El modelo de gestión cooperativo en esto es muy completo y puede inspirar a otras formas empresariales, total o parcialmente. En cuanto a la participación en la propiedad, lo que podríamos denominar la democracia económica, la empresa es de las personas que trabajan en ella, y la participación en los resultados, en las ganancias o las pérdidas, de acuerdo con el esfuerzo de cada socio, es decir, su trabajo. Finalmente, para redondear el modelo la participación en la gestión, a menudo la menos comentada, es, desde mi punto de vista, la más transformadora de los modelo empresariales. Se trata de tener un modelo de participación en el día a día de la gestión. Un ejemplo paradigmático de esto es la cooperativa Irizar, líder en la fabricación de autocares, que dispone de un modelo de autogestión de sus equipos desde las cadenas de montaje a la matriz cooperativa y a las filiales internacionales.

Así pues, la cooperativa, lejos de ser un modelo empresarial obsoleto, dispone de principios de absoluta vanguardia que pueden nutrir e impregnar, por qué no, las empresas del presente y del futuro. Para hacerlo tendremos que romper aquello que dice a menudo Antonio Cancelo, fundador de Eroski y expresidente de Mondragón: "Solo veo a los cooperativistas en congresos de cooperativistas". Hay que salir del armario, explicar y contrastar el modelo y la realidad cooperativa en todas partes, y a la vez estar dispuestos a escuchar, debatir e incorporar aprendizajes diferentes, enriquecernos también de otras experiencias y modelo empresariales. No en vano, para convencer tenemos que estar dispuestos a ser convencidos.

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