Necesitamos un reset

El pasado mes de agosto, David Garrofé publicaba un artículo en VIA Empresa donde se hacía eco de la inquietante situación de la ejecución de los fondos europeos Next Generation. Con una visión muy crítica, Garrofé recordaba la endémica incapacidad de nuestras administraciones para digerir, procesar y asignar con éxito los recursos que venían de Europa. Según él, en el período de 2014 a 2020, España sólo fue capaz de ejecutar el 35% de los fondos aprobados por Bruselas. A la pesada burocracia europea se añadía la lentitud y la complejidad propia de nuestras administraciones. Garrofé era crítico y pesimista con el aprovechamiento de los fondos Next Generation, un auténtico Plan Marshall que Europa diseñó durante la pandemia y que, con los acontecimientos posteriores derivados de la guerra de Ucrania y la ruptura de las cadenas de suministro, son más necesarios que nunca. El nuevo contexto internacional dibuja un escenario de hipercompetición tecnológica entre las dos superpotencias (EEUU y China), una nueva guerra fría que se dirimirá en sectores de alta tecnología. Ahora, más que nunca, es necesario reindustrializar Europa y dotarla de autonomía energética, tecnológica y productiva para ser un actor todavía relevante en la nueva globalización. Nos jugamos la prosperidad y el mantenimiento de los estándares democráticos y de calidad de vida europeos. La Unión Europea sabe que es ahora o nunca, y libera estos fondos para que (como están haciendo EEUU y China) los destinamos a actualizar nuestro tejido productivo con proyectos de alta tecnología industrial.

Según la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), el ritmo de ejecución de los fondos es desesperadamente lento. En algunas de las líneas más estratégicas de los Next Generation (como los famosos PERTE -Proyectos Estratégicos de Recuperación y Transformación Económica), hasta el verano se habían publicado y/o adjudicado inversiones por valor de 6.654 millones de euros (del total de los 33.118 millones de euros asignados). Es decir, un 20% del total. La propia CEOE, que elabora rigurosos informes de seguimiento, identifica como principales problemas de acceso a los fondos la excesiva atomización de las convocatorias, la falta de idoneidad por PYMEs (por los plazos de algunas convocatorias o por la necesidad de un cofinanciación elevada), la alta centralización del plan, y la falta de agilidad administrativa. Por todo ello, corremos el riesgo de tener que devolver el dinero, o de reeditar el famoso “Plan E” del gobierno Zapatero, de infausto recuerdo: gastar para generar actividad, sin buscar un incremento de competitividad real de la economía. Valdría la pena monitorizar no sólo el ritmo de la ejecución, sino en que se destinan estos fondos. La CEOE menciona explícitamente proyectos como “la renovación urbana de la Avenida de las Basílicas del Ayuntamiento de San Javier (Murcia)”, como ejemplo de proyectos que “pese a redundar en pro de la ciudadanía, no están alineadas con la esencia de los fondos de recuperación”. Desgraciadamente, tengo la impresión de que buena parte de estos fondos se destinarán a proyectos prescindibles, guiados por prioridades electoralistas.

“Ante esta burocracia asfixiante y preventiva, es imprescindible iniciativa y acción”

En innovación sabemos que, para obtener efectos transformadores en la economía, es necesario activar proyectos de alto riesgo tecnológico, con elevada calidad científico-técnica y elevado impacto en las cadenas de valores sectoriales. Los incentivos deben diseñarse con un efecto multiplicador: idealmente, por cada euro público invertido, deberíamos ser capaces de atraer 2-3 euros privados. Por eso, los proyectos deben tener interés empresarial y situarse en la frontera público-privada. Sabemos también que para afrontar proyectos de innovación, las viejas estructuras acostumbradas al día a día no suelen ser eficientes. A nivel de empresa, decimos que para gestionar la innovación disruptiva es mejor crear unidades ad hoc, separadas del núcleo de gestión convencional. En la administración posiblemente también es así: ¿puede la administración tradicional, orientada al control, gestionar y liberar de forma eficiente y efectiva un flujo brutal de recursos como significan los Next Generation (140.000 millones de euros)? Posiblemente no. Pese a la buena voluntad de muchos responsables políticos (y quizás ante su desesperación), probablemente hoy el grueso de estos fondos se encuentren atascados en medio de procedimientos administrativos obsoletos, y sometidos a incontables firmas de interventores, abogados del estado, técnicos y gerentes de organismos públicos, secretarios y subsecretarios, cada uno de los cuales se quiere curar en salud y, ante la menor duda en los proyectos (proyectos, por otra parte, de extrema complejidad técnica), optan por no correr riesgos y paralizar el expediente. Los casos de corrupción de la última década son demasiado cercanos, y nadie quiere arriesgarse a validar un proyecto que no acaba de entender. Ante esta burocracia asfixiante y preventiva, es imprescindible iniciativa y acción. Los tempos reales de las empresas son otros: Ford ya ha renunciado a 106 millones de euros de su participación en el PERTE de automoción, y la implicación de Volkswagen peligra (con lo que esto puede comportar para las inversiones en Martorell).

La situación requería la creación de una agencia con profesionales de muy alto nivel contratados con el objetivo específico de gestionar los fondos

No entiendo por qué el Gobierno central no optó por la creación de una agencia de innovación ex novo, nutrida por unos cientos de profesionales de muy alto nivel, contratados con el objetivo específico de gestionar los fondos europeos para situar al país en la vanguardia de la tecnología y la competitividad. Profesionales que deberían haber estado formados intensivamente en políticas de innovación, y ubicados en una agencia con procedimientos específicos de gestión rápida. Quizás hubieran sido necesarias reformas legislativas previas, pero la situación lo requería. Se necesitaba un organismo orientado al crecimiento, a la velocidad y a la asunción de riesgos, en lugar de hacer circular los fondos europeos por los procesos habituales, orientados al control y a la seguridad burocrática. Los Next Generation eran un gran proyecto complejo, con metas temporales muy exigentes, que requería una oficina de gestión muy profesionalizada, al estilo de unos juegos olímpicos.

"Una fábrica de los semiconductores más avanzados es como una central nuclear, con necesidad intensiva de espacio y agua de refrigeración. ¿La querríamos en Catalunya?"

Pronto tendremos las primeras evidencias del impacto de los Next Generation. Este mes de noviembre se publican las nuevas estadísticas de I+D. Veremos... Sin embargo, la dificultad para utilizar eficientemente los fondos europeos no son más que otro síntoma de la parálisis general que parece rodearnos. Como dijo la profesora Mariana Mazzucato (seguramente el economista líder en innovación), las administraciones juegan un papel crítico en la concepción y proyección en la sociedad de tecnologías transformadoras. No existen países líderes sin administraciones líderes. Pero la sociedad debe estar preparada y ser exigente en innovación. El PERTE de semiconductores contempla la potencial atracción de una fábrica de chips electrónicos. Esto significa cofinanciar las inversiones de alguna empresa multinacional que optara por instalarse en territorio español. Una fábrica de los semiconductores más avanzados es como una central nuclear, con necesidad intensiva de espacio y agua de refrigeración. ¿La querríamos en Catalunya? La falta de acuerdos para ampliar el aeropuerto de El Prat, el retraso en el despliegue de energías renovables, o el colapso circulatorio permanente que vive Barcelona no son buenos augurios de progreso para el futuro. Quizás, como sociedad, necesitamos un reset.

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