Ingeniero y escritor

Negociaciones: dar fe es importante

15 de Agosto de 2023
Xavier Roig VIA Empresa

La historia de la Europa continental cotidiana viene, en buena medida, relatada por los notarios. Secularmente han sido los encargados de certificar que lo que se dice corresponde a la realidad. Traspasos de propiedades, herencias, certificados, etc. Es decir, dar seguridad a las partes de que lo acordado cuenta con un testimonio cualificado (el notario) que lo redacta y deja constancia escrita y, a menudo, registrada. Es la persona que certifica que un acto ha tenido lugar.

 

Hace unos años tuve la oportunidad de chocar con un político importantísimo que había estado en una de las negociaciones entre el gobierno catalán y el español en un momento en que los catalanes controlábamos buena parte del mango de la sartén. Ante mi cuestión de por qué, en esa oportunidad, no se traspasó la gestión del aeropuerto, el interpelado me contestó: “¡Si nos decían en todo momento que nos lo traspasarían! ¡Lo dábamos por sentado!”. “¿Pero no dejabais constancia escrita del contenido de las reuniones?”, que yo le pregunté. “¡Hombre! ¡Entendíamos que todo el mundo iba de buen rollo!”, me contestó.

Quedé asombrado. En la vida profesional, cuando se celebra una reunión se suele levantar acta de lo discutido. Así se procede en reuniones ordinarias y corrientes como es el caso de los consejos de administración, o de dirección e incluso en las habituales reuniones de la comunidad de vecinos. Es algo básico. Personalmente, cuando me he encontrado en casos en que nadie ha escrito un acta de lo que se ha discutido y he considerado que el tema me afectaba lo suficiente, siempre he enviado un email diciendo algo como ahora: “Tal como hemos discutido, entiendo que hemos quedado así, etc. Si pensáis que lo he interpretado de manera errónea, por favor, me lo decís respondiendo a este email”. En otras palabras: “Si no dice nada, es que está de acuerdo con lo que digo”.

 

Creo que olvidamos demasiado a menudo que puestos a jugar la carta de la informalidad, en Madrid nos pasan la mano por la cara con un desparpajo difícil de imitar. El arte del “rejoneo” es un invento español, no lo olvidemos

Por todo ello, encontré de una extrema frivolidad no levantar acta de reuniones mucho más importantes y trascendentales que las que todos nosotros solemos tener. Hablo de reuniones en las que se juega el futuro del país. Me pareció inconcebible. Sobre todo teniendo en cuenta que en Madrid te despachan pronto con una palmadita en la espalda y un fuerte abrazo. Creo que olvidamos demasiado a menudo que puestos a jugar la carta de la informalidad, en Madrid nos pasan la mano por cara con un desparpajo difícil de imitar. El arte del “rejoneo” es un invento español, no lo olvidemos.

A la manera de trabajar nuestra siempre la he encontrado una suerte de informalidad que no es demasiado normal Pirineo más allá. Las reuniones, los acuerdos, merecen una trascendencia que nosotros no les damos. Un contrato, un acuerdo aunque sea resultado de un acta de reunión, es una ley que obliga a aquellos que se han comprometido. Y no solo debe utilizarse de cara a la galería. También ante un juez, puesto que los acuerdos entre privados son fuente de Derecho.

Sería bueno, ahora que se habla de negociaciones políticas -bueno, más que hablarse, se charla- sería bueno, digo, tomar en consideración dos principios: la discreción y la formalidad. Y en este último punto se incluye levantar acta de todas las promesas y acuerdos. El mundo civilizado funciona así.