La inversión (extranjera) nos pierde

“Puede ser enormemente atractiva la idea de gravar la fiscalidad del capital, pero ¿qué hacemos si se nos va”. Esta afirmación la dio el entonces Vicepresidente y Ministro de Economía y Hacienda del Reino de España, el Sr. Pedro Solbes, en una comparecencia en el Senado el 15 de junio de 2004, como recogía el diario El País. La frase, de la que podía deducirse que el capital probablemente debería ser gravado con más intensidad de la que en aquel momento soportaba, tenía un techo insalvable: la posibilidad de que ese capital, al sentirse fiscalmente más comprometido, pudiera emigrar a otras latitudes más amables, lo que limitaba enormemente la posibilidad de que de exigirle más en términos fiscales porque España precisaba de ese capital.

Quince años después, la actual Ministra de Economía en funciones y probable futura Ministra de Economía y Vicepresidenta, la Sra. Nadia Calviño, en una posible coalición de Gobierno en España, se muestra contraria a introducir algún tipo de medida que condujese a la limitación del aumento en los alquileres de la vivienda con el argumento de que, de hacerlo, ello podría causar la huida de fondos de inversión que han realizado elevadas inversiones en el mercado de la vivienda a fin de obtener pingües beneficios sostenidos por la libertad existente en el mercado del alquiler, huida que supondría el derrumbe de ese tipo de inversión en España y el deterioro de España como país atractivo para la inversión extranjera, como publica Catalunyapress.

La idea que subyace a las ideas vertidas por ambos políticos es la misma: la dependencia de España de la Inversión extranjera y la permisividad que los Gobiernos, independientemente de su color, le otorgan a la hora de fiscalizar sus rendimientos. Una postura que no nace en el año 2004, sino que se hunde en la noche de la Historia y que, por no ir más atrás y como ejemplo, marcó el desarrollo de ferrocarril en España. (Echen una ojeada a la Ley General de Ferrocarriles de 1855).

"La de España es una economía pobre, dependiente, que históricamente ha tenido que plegarse a exigencias del capital exterior"

Poco importa que en ciudades como Berlín las autoridades municipales estén introduciendo medidas para limitar los alquileres o de que en Viena el 80% de las personas residentes en la ciudad lo hagan en el inmenso parque de vivienda pública que se ha ido creando a lo largo de los años.

La de España es una economía pobre, dependiente, que históricamente ha tenido que plegarse a exigencias del capital exterior; y no por ideología, sino porque la de España es una economía débil con alternativas y posibilidades muy limitadas, tanto que sus gobiernos anteponen la permanencia de la inversión a la fiscalidad del capital y a la disponibilidad de unos alquileres asequibles para su ciudadanía.

 

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