¿No queríamos ser como Dinamarca?

Hace un tiempo, cuando empezó lo que se ha denominado Procés, se puso de moda discutir sobre un hecho candente entonces: ¿puede una economía como la catalana sobrevivir siendo un estado independiente? Había opiniones para todos los gustos. Como siempre, el subjetivismo adquirió vuelo. No en vano este país inventó el dicho “más vale caer en gracia que ser gracioso”. Cuando la realidad y las simpatías no van ligadas, optamos por las simpatías. ¿Cómo podemos tener una justicia imparcial con esa mentalidad? Bueno, el caso es que los partidarios de la independencia decían que siendo independientes ligaríamos a los perros con butifarras y los unionistas decían que nos moriríamos de hambre. Lo cierto es que factores como ser o no ser miembros de la Unión Europea (UE) tienen una influencia importante. De lo contrario se lo pregunten a los británicos.

Decía que se publicaron estudios y libros comparando la economía catalana con la de países pequeños como Austria, Dinamarca, Bélgica, etc. En estos análisis siempre eché de menos el factor humano. Cuando el presidente Pujol empezó en política se fijó en el modelo sueco. Convergència Democràtica de Catalunya no era un partido manifiestamente socialdemócrata, pero era cierto que en temas sociales estábamos a años luz del resto de Europa. Supongo que por ahí iban los disparos. El caso, sin embargo, es que Josep Pla tenía una gran antipatía por Jordi Pujol -supongo que el cierre de Destino no fue ajeno-. Y hacía sorna de coger a Suecia como modelo. "Yo, aquí, de suecos no veo, salvo los turistas”, decía. Y esa es la observación que yo me hacía al ver publicados estudios y libros comparándonos con determinados países. No tenían en cuenta que el territorio está poblado, y cada vez menos, por catalanes -y que esta dilución no se está haciendo con elementos de los países del norte de Europa precisamente-.

Y es así que nos convirtimos en la fábrica de España cuando nos hubiera ido mucho mejor ser una fábrica de Europa

El problema radica en que durante demasiados años fuimos los primeros de España. Para ello, los primeros de una clase poblada de alumnos bastante asnos. Yo hubiera preferido ser de los normales de una clase poblada por europeos. Pero no. Y es así que nos convirtimos en la fábrica de España cuando nos hubiera ido mucho mejor ser una fábrica de Europa. Porque, como bien decía un colega de mi trabajo, de Madrid él: “Ser el primero de España equivale a ser el primero de Murcia”. Me temo que muchos catalanes todavía no lo han captado eso. El caso es que los siglos nos convirtieron en la avanzada española en Europa, que no es más que una forma de españolismo como cualquier otra. A medio camino entre España y Europa. Como decía Espinàs, Catalunya era como un salchichón a medio cobre que se quería presentar en sociedad con la raya bien hecha.

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En estos momentos el parlamento danés, el Folketinget, ha votado hace unos días, de forma favorable, una polémica ley. Al no cuadrar los números han intentado buscarle una solución. Siguiendo la más completa lógica. Los daneses son partidarios de apoyar a Ucrania en esta maldita guerra. Y ese apoyo pasa, sin duda, por formar parte de la OTAN. Como ya lo son pero, como casi todos los europeos, habían ido haciendo la viu-viu, resulta que deben incrementar su presupuesto de defensa hasta llegar al 2% del PIB que es el que fija la alianza. Ésta es una condición ya vieja para ser miembro de la OTAN, pero que se incumplía. Ahora, con el conflicto con Rusia, el tema ya no admite más dilaciones. La solución aprobada implica anular un festivo (el Gran Día de la Oración) y destinar la producción de ese día a cubrir parte del presupuesto de defensa. El tema ha traído oposición, por supuesto. Los religiosos, los sindicatos, y los partidos de derechas -porque conviene no olvidar que allí mandan socialdemócratas y liberales-.

Teniendo en cuenta lo que ya escribí aquí mismo (La Purísima Constitución y la ética del trabajo) me pregunto si una Catalunya independiente actuaría de esa guisa. Ustedes mismos. La lección danesa -de la que aquí se ha hablado poco o nada, y eso ya nos da pistas- debería hacernos reflexionar sobre la misma realidad. Hacer volar palomas no es del todo malo. Pretender que lleguen a Marte es ilusorio.

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