Que paguen los ricos

Una persona se manifiesta contra los ricos en la entrada de la zona de seguridad de la Sportszentrum de Davos. La imagen es extraña. Difícilmente los manifestantes llegan a la ciudad más alta de Europa que cada año se convierte en un bunker al aire libre con motivo del Foro Económico Mundial. Bajo la mirada de policías venidos de los cuatro lados suizos y de miembros del ejército, ante los arcos de seguridad, las torres de vigilancia y de los bolardos de hormigón de seguridad, una activista anticapitalista de melena corta muestra un cartel de protesta que dice "haced que los ricos tributen" (tax the rich en el original inglés). En el cartel hay un código QR y un lema: "Tax Me Now" que es también una web.

La chica es austríaca, de origen alemán y se llama Marlene Engelhorn. Podría pasar por una anticapitalista cualquiera si no fuera porque es la multimillonaria heredera de una parte de la fortuna del gigante alemán BASF. Marlene se quiere desprender del 90% de las decenas de millones que le dejó su abuela porque considera que la decisión de qué tiene que hacer con un dinero que le ha caído del cielo no tendría que ser suya: "Yo no he hecho nada para ser rica. En mi caso, fueron los trabajadores de Böheringer Mannheim, la empresa en la que mi difunto abuelo tenía acciones, y los de las empresas donde el dinero está invertido ahora (…) Las decisiones no las tendrían que tomar gente que ha tenido suerte en la lotería del nacimiento; tenemos un sistema para hacerlo: los parlamentos elegidos. Es una indecencia para la sociedad que se me permita tener este poder. No se puede confiar en la buena voluntad de los ricos".

Fue precisamente en Davos, en la edición del WEF de 2019, que el historiador y escritor neerlandés Rutger Bregman hablaba de esta buena voluntad. Su discurso suena a precuela del de Marlene: "Todo el mundo habla de participación y justicia, igualdad y transparencia, pero casi nadie habla del tema realmente importante de la evasión de impuestos, ¿no? Y de los ricos que no contribuyen con lo que los tocaría. (…) Podemos hablar de filantropía, podemos volver a invitar a Bono, pero por Dios, tenéis que hablar de impuestos. Impuestos, impuestos, impuestos… el resto son estupideces a mi parecer". No hace falta que os diga que me hice incondicional suyo y que he leído todos los libros que ha escrito desde entonces.

Marlene Engelhorn: "No se puede confiar en la buena voluntad de los ricos"

Observad que en ambos discursos el mensaje está claro, con sujeto, verbo y predicado muy bien definidos: gobiernos, haced tributar lo que toca a los ricos. Claro que, como que el medio también es el mensajero, un profesor progre de historia y una oveja negra de buena casa no serían los mensajeros más convincentes para tal mensaje. Pero Marlene y Rutger no están solos.

Más de 250 millonarios y billonarios, aprovechando que los líderes globales se encuentran en Davos, firmaron una carta abierta que dice literalmente: "hacednos tributar por nuestra riqueza extrema". La carta, que se titula Orgullosos de pagar más dice: "Nuestra petición es sencilla: os pedimos que nos hagáis tributar, a los más ricos de la sociedad. Esto no alterará fundamentalmente nuestro nivel de vida, ni privará a nuestros hijos, ni perjudicará el crecimiento económico de nuestras naciones. Pero convertirá la riqueza privada extrema e improductiva en una inversión para nuestro futuro democrático común". O el 1% se ha dado cuenta de que el sistema global se va a pique o estamos hablando de la troleada más grande de la historia.

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Entre los firmantes del manifiesto hay apellidos tan ilustres como Rockefeller o Disney. Es precisamente Abigail Disney, otra heredera que tuvo suerte en la lotería del nacimiento, quien en un comunicado nos explicaba un cuento que su tío abuelo había dibujado más de una vez: "A lo largo de la historia, las horcas fueron la consecuencia inevitable de un descontento extremo, pero hoy, las masas están recurriendo al populismo, que va en aumento en todo el mundo. Está pasando aquí".

Y explicado el cuento, nos explicaba el final feliz: "Ya conocemos la solución para proteger nuestras instituciones y estabilizar nuestro país: es hacer tributar a la riqueza extrema". Y todos fuimos muy felices y comimos muchas perdices.

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