El poder de las personas

Durante mí, ya larga, trayectoria laboral he liderado, en varias ocasiones, proyectos de intraemprendimiento en empresas de distinto tamaño y organización. Siempre ha sido en un afán de buscar nuevos proyectos de innovación dentro de la organización y, de rebote, sensibilizar y formar a personas en metodologías de intraemprendimiento. A menudo, detrás está el objetivo de, poco a poco, ir cambiando la cultura de la compañía.

La definición de intraemprendedor sería la de una persona que trabaja dentro de una empresa y, a su vez, se le encarga generar nuevas ideas innovadoras y gestionar los proyectos derivados de estas ideas. (A veces no es tan así, sino que es la empresa la que tiene unos retos concretos a resolver y lo que se busca son soluciones a estos retos).

Existe una gran diferencia entre un emprendedor y un intraemprendedor. Un emprendedor depende del éxito de su proyecto, mientras que un intraemprendedor tiene una nómina a final de mes y el éxito de su proyecto es un deseable, pero no depende de este el hecho de efectuar el pago de la hipoteca y eso sin duda es muy relevante. Otra gran diferencia es que un emprendedor es libre, es decir, su proyecto puede versar sobre cualquier tema y normalmente es sobre un problema o inquietud detectada. En cambio, un intraemprendedor resuelve un reto de la compañía (normalmente) que puede causarle más o menos motivación.

Un emprendedor depende del éxito de su proyecto mientras que un intraemprendedor tiene una nómina a final de mes y el éxito de su proyecto es un deseable

A pesar de estas particularidades, mi experiencia en los procesos de intraemprendimiento es muy positiva. Estos programas presentan algunos beneficios claros:

• Detectan talento y personas con inquietud dentro de las compañías (Si el proceso de participación es voluntario).
• Forman a un grupo de personas en metodologías de empreneduría como Design Thinking, Lean Startup o Agile y estas metodologías son posteriormente aplicadas al trabajo de los participantes.
• Fomentan un cambio de cultura que aunque de forma práctica se centre en un grupo de personas, después estas lo extenderán a modo de mancha de aceite.
• Permiten enfrentar problemas y retos importantes para la compañía, difíciles de resolver de otra forma.

Y para mí, los dos grandes aprendizajes de estos procesos son:

• El poder de las personas:
Todos y todas tenemos capacidades y habilidades que nuestro trabajo no nos permite poner de relieve. El día a día y las tareas encomendadas hacen que solamente utilicemos un pequeño porcentaje de nuestras capacidades y a menudo estas no son las más valiosas. Es necesario dar espacios a las personas fuera de nuestras funciones principales para que estas habilidades ocultas afloren y debemos ser lo suficientemente listos para detectarlas y dar su valor. Para las personas que participan también es a menudo un descubrimiento. Todos tenemos superpoderes.

• El poder del grupo:
Cuando ponemos a trabajar juntos a un grupo de personas con diferentes conocimientos, experiencias y capacidades, lo que obtenemos no es la suma de estas sino una multiplicación. Aunque el primer encaje no sea obvio y cueste que aparezcan las condiciones ideales de trabajo, con un poco de voluntad y esfuerzo, el grupo enseguida empieza a fluir y lo que se puede conseguir es mucho más valioso que lo que se hubiera conseguido de forma individual.

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