Productividad: ¿trabajar o hacer trabajo?

Antes era frecuente escuchar decir "No es lo mismo trabajar que hacer trabajo". Es una frase muy nuestra y que denota la atención a un concepto que se ha ido dejando de lado: la productividad. Profesionalmente me dedico a explicar y a implementar este principio que muchas empresas no tienen asumido. Para entender la diferencia ponemos un ejemplo básico. Imaginen que un trabajador se dedica a hacer agujeros en tierra y un colega suyo, que va inmediatamente detrás, los tapa. Trabajan ocho horas al día. Es decir dieciséis horas de trabajo -ocho por cada trabajador al día. ¿Trabajo llevado a cabo a lo largo del año (220 días)? 3.520 horas. ¿Trabajo hecho? Cero.

Catalunya tiene un problema que está en la raíz de otros muchos que se derivan. La falta de productividad. Es decir, nuestra generación de bienes y servicios, al igual que la española, no permite pagar las facturas del estado del bienestar. Es así de fácil. Por eso el estado, las administraciones públicas, se tienen que endeudar. Porque con el dinero que generan no hay suficiente. Y, así, periódicamente -cada diez años- nos tienen que ayudar. Ahora estas ayudas se denominan Fondos Next Generation. Las anteriores se dijeron "rescate de la banca". Y antes "fondes estructurales"... Y quien día pasa, empuja el año. 

Nuestra generación de bienes y servicios no permite pagar las facturas del estado del bienestar

Seguramente por desviación profesional, me dedico a observar cómo de productivas o improductivas son las organizaciones, la gente, etc. Vayan a un bar. El camarero que, detrás del azulejo, se mmueve a diestro y siniestro, asfixiado de trabajo, acostumbra a dar un servicio pésimo. Eso sí, merece las conmiseración de todo el mundo. "¡Pobre chico!". Antes, la persona que se meneaba mucho merecía un comentario de la gente de la época: "¡Se le ve dinámico, a este chico!". Pero el tema va por aquí. El ejemplo de los que hacen agujeros y los tapan es vivísimo para representar lo que quiero decir: ni que trabajaran diez veces más, el resultado de su trabajo sería el mismo: cero.

La productividad se compone de muchos factores. En la base de la pirámide están las máquinas. Importar productividad en el sistema industrial es fácil. Por eso los países en desarrollo son capaces de fabricar coches inmediatamente. Este fue nuestro caso en cincuenta. Fíjense que poco quita el sueño al empresario montar una fábrica en países escasamente desarrollados. Por el contrario, la productividad en el sector servicios es mucho más complicada. Afecta a la formación, a la organización y a las inversiones que el hecho exige: equipamientos, IT, cursos, etc. Y aquí nosotros fallamos. La empresa catalana es tacaña. Y el hecho no es malo cuando se es un tacaño selectivo. Pero no se puede proyectar sobre el empresa la miseria y querer ser competitivo. La productividad requiere inversión -el empresario que considere la formación como un gasto, va mal-.

En general, la empresa catalana no cree demasiado en formar el trabajador. Prefiere ser competitiva reduciendo costes. Entre ellos, los salarios. Y perseguir la competitividad reduciendo solo los costes es un error. Se tiene que mirar de producir más por hora trabajada, también. Y a este principio se le dice productividad.

La empresa catalana no cree demasiado en formar el trabajador. Prefiere ser competitiva reduciendo costes

Podemos sacar la cabeza hacia el extranjero y, sin ir demasiado lejos, nos encontraremos con Francia que, dependiendo de los años, acontece el país más productivo del mundo -lo es de Europa permanentemente. Tienen otros muchos vicios, pero la profesionalidad de los franceses está fuera de duda. Por eso mantienen orgullosos títulos oficiales como por ejemplo "Meilleur Ouvrier de France (MOF)" (búsquenlo en Wikipedia) del que tanto se jactaba Paul Bocuse. O por eso, un día, en París, yo intentaba explicar cómo llegar a un lugar a la conductora del taxi y ella me cortó rápido: "C'este mi métier, monsieur!" ("Es mi oficio, señor").

¿Ejemplos de productividad en nuestra casa? Las multinacionales, seguro. Pero hablo de las propias del país: las cadenas de distribución. Por eso da gusto entrar a sus establecimientos y disfrutar de unos precios inmejorables, de paso. No haré propaganda de ninguna de ellas, pero conozco a los líderes y se gastan mucho dinero en la formación de los empleados: cómo atender la gente, cómo trabajar eficientemente, cómo usar la tecnología de manera eficaz, etc. Y no solo esto. Se dedican, también, a formar a los proveedores. A explicarles cómo tienen que hacer llegar los aprovisionamientos, cómo enlazar su tecnología con la de ellos, etc.

Las empresas de éxito que he conocido invierten en productividad: formación y tecnología. El resto van tirando de aquella manera

Yo solo puedo decir una cosa. Las empresas de éxito que he conocido -en algunas he trabajado- invierten en productividad: formación y tecnología. El resto van tirando de aquella manera como, en general, la mayoría del país. Si no fuera así nuestra productividad no sería el 75% de la francesa y podríamos pagar nuestras facturas sin tener que pedir limosna.

 

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