Inversiones estrambòtiques. | iStock
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Stajanovismo digital

Las largas horas de pantalla que nos ha deportado el confinamiento, encadenando reuniones infinitas me recordaron aquello del Stajanovismo pero en formato digital. Stajanov fue un minero ruso que destacó por su productividad y fue tomado como ejemplo por la propaganda soviética que construyó alrededor de un movimiento en favor de la productividad a mediados de los treinta. Llevamos cuatro meses hablando del teletrabajo. No es nada nuevo, además se hace con tecnologías que ya tienen bastantes años, lo único realmente nuevo es la experiencia masiva que hemos vivido. Muchas corporaciones e instituciones han descubierto que podían organizarse de otros modos. Pero más importante que el teletrabajo ha sido establecer nuevas formas de confianza no presencial y de mayor flexibilidad en las formas de hacer. Es muy importante que las organizaciones aprendan y desaprendan de lo vivido durante la COVID. No hacerlo es desperdiciar una enorme oportunidad y auto condenarse a inercias imperturbables.

Y con la proliferación del teletrabajo han aparecido los talibanes del teletrabajo, como no podía ser de otro modo. Ya me perdonarán, pero en mi vida habitual, fuera de la emergencia COVID, me paso el día viajando y por tanto teletrabajando. Sé por experiencia, que se puede ser muy productivo sin necesidad de la presencialidad, pero nadie me convencerá de que la presencialidad no tiene muchas ventajas. Lo importante es trabajar con flexibilidad, poniéndole sentido común, sin mitificar ni la presencialidad ni el teletrabajo. Las sincronías de la presencialidad generan un tipo de complicidades y agilidades que no es bueno perder, permiten la socialización de lo que debemos aprender y desaprender juntos. También generan un tipo distinto de vínculo, lo he visto en Silicon Valley y lo he visto en casa. Conozco gente mucho más vinculada a una tecnología que no a una comunidad profesional. Su relación emocional con la empresa que los tiene contratados es muy baja.  

"Las empresas consistentes serán flexibles. La rigidez debilita. La flexibilidad fortalece"

Creo que estas empresas que ahora decretan el teletrabajo como nueva verdad no tardarán en ver las notables patologías que genera. Lo sensato es la flexibilidad y el acordarnos que todo el mundo no puede trabajar desde casa. Que hay muchos trabajos en que la presencialidad no es opcional. Seguramente si el teletrabajo se consagra más allá de la emergencia sanitaria, los trabajadores presenciales exigirán un complemento salarial por presencia. Pero esto no sería muy preocupante, lo realmente determinante es si podemos construir empresas consistentes con gente que no se vea más que por pantalla. Uno cosa es funcionar, y otra hacerlo con alto nivel de compromiso y con la imprescindible necesidad de construir oportunidades continuamente para mantener la competitividad. La cuestión de si es bueno prescindir de esta espontaneidad creativa que se acostumbra a dar en los recovecos informales de los lugares de trabajo, de los comentarios al acabar las reuniones, de la agilidad que a veces procura el encontrarnos por los pasillos, la riqueza de las interacciones presenciales en talleres de trabajo, etc. No hay que exagerar las ventajas de la presencialidad ni las del teletrabajo, todo tiene su lado positivo y aplicados con sentido común, es una gran aportación a empresas más adaptables, más flexibles.

Es probable que vayamos a un tipo de empresa mucho más líquida, con un núcleo duro muy consolidado, muy comprometido y distintas capas de colaboradores, muchos de ellos en formato no presencial. El debate de verdad no es sobre el teletrabajo, el debate central es sobre el propio trabajo y todos lo sabemos. Tendemos a la exageración. Muchas empresas ya empiezan a notar que las inercias creadas durante el teletrabajo no serán fáciles de romper y que muchas de estas inercias no son positivas ni para la empresa ni para el propio trabajador. Las empresas no solamente son máquinas de ejecutar, son espacios físicos y digitales por los que transcurre una parte muy importante de nuestra vida, son comunidades que es fuerzan por vender hoy y por explorar qué y cómo venderán mañana. Y como tales las empresas son proyectos humanos para crear valor corporativo y valor social, que necesitan adaptarse, que necesitan que su gente aprenda y desaprenda junta, que requieren ser a la vez eficientes e innovadoras. La relación que se establece entre las personas marca las comunidades y la cultura corporativa que las distingue. Que esta relación de personas se haga en un mix analógico – digital razonable, adaptativo y flexible en las formas de realizar el trabajo parece lo más sensato. Lo demás, o suena muy antiguo o reverbera muy inconsistente. Las empresas consistentes serán flexibles. La rigidez debilita. La flexibilidad fortalece.

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