Tecnofeudalismo

Un fantasma ronda por Europa: el fantasma del tecnofeudalismo. Así podría empezar un manifiesto escrito hoy en Silicon Valley por Peter Thiel y Elon Musk al estilo de lo que escribieron Marx y Engels en 1848. El concepto tecnofeudalismo hace referencia a la concentración de poder por parte del capital tecnológico en detrimento de un proletariado digital cada vez más castigado por la competencia de algoritmos y robots.

El término no es nuevo y la paternidad es seguramente compartida. Ya había hablado de ello en 2014 el comentarista de Financial Times Martin Wolf a raíz de la publicación del libro The Second Machine Age de Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee sobre el impacto de la automatización, la robotización y la IA en la economía. Libro muy recomendable y que aguanta muy bien.

En el libro sale la conocida anécdota que protagonizó Walter Reuther cuando era presidente de la federación de sindicatos de los EE.UU.. En el año 1955 en una visita en una nueva fábrica automatizada de Ford, un representante de la empresa le dijo señalando a los robots: "¿Cómo les cobraréis la cuota del sindicato, a estos?", a lo que Reuther respondió: "¿Y cómo haréis que os compren Fords?". El problema es económico, social, filosófico y tragicómico. El humorista Joan Capri, que tenía mucho de sociólogo, lo glosó en su monólogo La Ciutat: "¿Ya sabéis que afuera no hay quien siembre? Y después se quejan que las patatas van caras, claro que iran caras y esperad, esperad el día que solo quede una patata. A ver quién será el guapo de pagarla, aquella patata. Valdrá un dineral. La tendrán que acompañar de un lugar a otro vigilada por unos guardias como si fuera aquel cuadro de la Gioconda".

Las nuevas tecnologías hacen obsoletas las antiguas y este proceso crea más lugares y de más calidad que los que ha reemplazado

En la base no es nada más que aquello de la destrucción creativa, popularizado en economía por Joseph Schumpeter que las nuevas tecnologías -en general, innovaciones- hacen obsoletas las antiguas y que este proceso -creación, despliegue y explotación- crea más lugares y de más calidad que los que ha reemplazado. Pero esto no es una ley de la naturaleza; que siempre haya pasado así no quiere decir que en el futuro también pase. El experimento mental del robot todólogo ayuda a entenderlo.

Imaginemos que alguien construye un robot que es capaz de hacer todo lo que sabemos hacer las personas. Como el robot lo hemos construido personas, el robot también sabe construirse a si mismo, repararse y hacer versiones mejoradas. En este momento todo el mundo que participara en la economía con su trabajo quedaría fuera y solo podrían participar aquellos que tuvieran las otras dos tés: tierra y tecnología. Llegaríamos de facto a una situación tecnofeudal donde quien tuviera la tierra-fábrica y los medios de producción tendría el poder total. Al resto nos tocaría vivir con lo que nos dejaran. No parece un equilibrio demasiado estable.

Més info: IA, edición, traducción, lección

Para tranquilidad del pueblo, decir que el experimento mental del robot todólogo es esto, un experimento; a pesar de que los adelantos en robótica e IA están muy lejos de la realización si es que esto nunca llega a ser posible. Pero hay todo un degradado que va de la democracia liberal hasta el feudalismo que este sí que tenemos a tocar y que puede provocar unas distorsiones sociales que hagan que las de las redes sociales nos parezcan de P3 de destrucción. Si la velocidad de cambio supera un cierto umbral, mucha gente verá afectado su trabajo. Sé por experiencia familiar el impacto en las empresas de traducción que ha tenido la traducción automática basada en IA -Google Translate por ejemplo-. Tampoco hay que ser ningún premio Nobel para darse cuenta de que esta oleada de IA generativa aplicada al reconocimiento y generación del habla dejará muchos intérpretes y dobladores sin trabajo. También lo sé por experiencia personal después de hablar con la intérprete de una intervención pública mía. Y el trabajo que se perderá no irá a parar a una empresa emergente de IA de jóvenes ingenieros o lingüistas del barrio sino que tiene muchos números de ir a parar a las cinco grandes, acercándonos de facto a este tecnofeudalismo del manifiesto.

Pensáis en los vídeos que solo hace diez días se hicieron virales con actores y famosetes hablando idiomas que no saben, en algunos casos con sincronización labial y todo. Eran generados con las plataformas de nueva creación HeyGen y Rask.ai, desconocidas para todo el mundo. Pues bien, una semana después hemos visto Spotify ofreciendo pòdcasts traducidos a diferentes idiomas con unos resultados similares. La tecnología es de OpenAI, empresa financiada por Microsoft, que ofrece la tecnología de ChatGPT a su nuevo sistema operativo Windows 11. Lo hemos visto la misma semana en la que Amazon ha invertido 4.000 millones en Anthropic, una empresa formada por extrabajadores de OpenAI.

Amazon ha invertido 4.000 millones en Anthropic, una empresa formada por extrebajadores de OpenAI

En el año 1993 el exministro de economía griego Iannis Varoufakis estaba intentando conectar el ordenador de su padre a Internet. Dándose cuenta de la novedad que nos llegaba su pare le preguntó "si ahora, que los ordenadores hablan entre ellos, ¿esta red hará que sea imposible de derrocar o finalmente será su tendón de Aquiles?". ¿Podía Internet hacer aquello que el proletariado nunca pudo hacer? Varoufakis dice que le ha costado años responder a la pregunta de su pare y que finalmente lo ha hecho en un libro que sale a la venta hoy. Me llega mañana, pero me parece que ya me imagino la respuesta. La próxima semana en vuestra pantalla amiga.

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