Transformación de los puestos de trabajo y formación

Últimamente el debate sobre si los trabajadores del futuro, ya sean directivos o trabajadores de los procesos manufacturers, serán personas o robots (máquinas) se ha incrementado. Lo ha hecho en la misma intensidad en que se incrementa la capacidad computacional y como esta revierte con más y mejor la inteligencia artificial, la cual se divisa que en muchos casos supera las capacidad medianas de los humanos. El dilema robots-humanos en varios casos parece inclinarse a favor de los autómatas. En este contexto hay que encuadrar los datos del Idescat relativas a que el PIB de la industria representó el 21% el 2016 ocupante a 422.000 trabajadores, una cifra significativa pero que es un 27% menos que las personas ocupadas en el 2007 a pesar del incremento de la capacidad de la industria.

Un cambio, impulsado por la Inteligencia Artificial, que llega no sólo a las cadenas de producción con tareas muy repetitivas, sino también a tareas no predefinidas o complejas. Es el análisis de las respuestas de los humanos a las problemáticas o situaciones imprevistas, igual que el análisis de las ingentes cantidades de datos disponibles, el que permite que los autómatas aprendan y puedan competir con los humanos en tareas que hoy están reservadas a las personas.

De esta transformación del modelo productivo, con enorme impacto sobre la sociedad y el desarrollo humano, parece que no se escapa nadie. No se ha solucionado el problema de la competencia que sufren los taxistas en el marco de la denominada economía colaborativa, -fundamentada a considerar los servicios como bienes de intercambio, consecuentemente prestar/comprar servicios se efectúa en función de necesidades y no con criterios de beneficio económico-, que ya anuncia el coche autónomo. Se se pregunta si en un horizonte de 10 a 15 años la conducción de vehículos por humanos será una anécdota y consecuentemente la profesión de taxista tal como ahora lo entendemos habrá desaparecido.

Unos cambios, en todos los ámbitos, que se producen simultáneamente con el omnipresència de Internet, un espacio que pone al alcance del usuario toda la información que a menudo desinforma y dificulta convertirla en conocimiento. Sociológicamente: la capacidad de la gente para relacionarse con otras personas en la distancia se contrapone a la vida tan solitaria y al margen de la sociedad que puede tener una persona que sólo interactúa (socialmente o profesionalmente) por las redes.

En cuanto al conocimiento, por un lado nos pone al alcance toda la información o conocimiento existente, pero también el desconocimiento y la desinformación. De aquí que temáticas como las antivacunes, las pseudoteràpies y los rumores estén proliferando. Y todo ello sin olvidar el tema delictivo. Internet ha abierto un nuevo campo de actuación del cual no se salvan ni los más pequeños. Casi todos los delitos se pueden hacer también online: drogas, abuso sexual, robos, estafas, acoso, injurias y calumnias. Un nuevo mundo en que las TIC nos aportan proximidad o lejanía respecto a la sociedad, abriéndonos las dudas sobre si vivimos en una realidad o una construcción artificial que hemos creado en el mundo virtual que no tiene nada que ver con la realidad.

Que la humanidad es a la albada de una nueva era es algo que parece conformarse por todas partes. Una sociedad cambiante en todos los aspectos. No sólo en el trabajo y en la forma de relacionarse sino, también, en la función publica y el gobierno de la colectividad. En este escenario son requeridas personas con capacidad de tomar decisiones con rapidez y de ayudar a definir la manera óptima de hacer el trabajo, personas que interioricen los retos y las oportunidades de la globalización, del mestizaje cultural, de los adelantos tecnológicos, de la inteligencia artificial, de los nuevos modelos productivos en red y de la telepresència en cualquier lugar y momento. Una nueva sociedad que reclama dejar de tener un rol pasivo y quiere asumir un papel activo en el análisis, el diseño, la implementación, el control de su propio destino y, consecuentemente, de los procesos en general y de los servicios públicos en particular.

Construir un futuro altamente tecnificado, donde surgirán nuevas profesiones hoy todavía no visualizadas, requiere una formación muy diferentes a las de épocas precedentes. Una formación encaminada a entender la sociedad digital en que vivimos, a identificar el porque de las cosas, sabedores que los hechos se arraigan en el pasado, y necesitan un análisis de las fuentes con una mentalidad crítica. Sin ignorar que el "no decidir" no te inhibe de los hechos ni en la alineación en una posición o colectivo determinado.

La transformación de los puestos de trabajo que se está produciendo divisa un futuro diferente, acontecer protagonistas de su definición y construcción no sólo es posible, es imprescindible. Para hacerlo el sistema educativo tiene que asumir su rol interiorizando tanto los tempus acelerados que la caracterizan como los nuevos requerimientos de las organizaciones y la sociedad. Capacidad hay, sólo hay que esperar que emerja la determinación requerida.
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