Etnógrafo digital

¿Usas tu propia tecnología?

04 de Julio de 2024
Josep Maria Ganyet | VIA Empresa

Desde sus inicios, la IA ha vivido primaveras e inviernos. Del año 1956, cuando Marvin Minsky y John McCarthy bautizan la disciplina con el equívoco término de inteligencia artificial, los ciclos de sobreexpectativa y decepción se han ido sucediendo. En el año 1969 es precisamente un libro coescrito por Marvin Minsky que tumba todas las esperanzas que había alrededor de las redes neuronales y se produce el primer gran invierno. En el 1973 el matemático James Lighthill escribía en un informe por el Consejo de Investigación Británico que "en ningún ámbito del campo [de la IA], los descubrimientos hechos hasta ahora han producido el gran impacto prometido". En paralelo la DARPA cortaba toda la financiación en investigación en IA por la falta de resultados. A finales de los 70 y los 80 la IA tuvo un resurgimiento con la llegada de sistemas expertos en el ámbito de la medicina o del motor. Por razones de escalabilidad y de mantenimiento, el invierno les llegó a los 90.

 

Con esta perspectiva histórica tiene todo el sentido del mundo que nos preguntemos cuánto durará la primavera tórrida actual. Recordemos que una de las consecuencias de los inviernos, además de cadáveres tecnológicos exquisitos y grandes ganadores, es la desinversión en masa, que en los 60 y 70 era principalmente pública. Hoy las cosas han cambiado. En los estados inversores en IA —EE.UU. China y Reino Unido— se añadieron a partir del 2010 las grandes tecnológicas, cooptando centros públicos de investigación y comprando departamentos universitarios enteros. Para ver si la temperatura sube o baja es interesante ver qué dicen los expertos, pero, sobre todo, seguir lo que hacen los fondos de inversión, por aquello de la cobardía del dinero.

"Una de las consecuencias de los inviernos, además de cadáveres tecnológicos exquisitos y grandes ganadores, es la desinversión en masa"

El economista del MIT Daron Acemoglu, en un artículo denominado No os creáis las exageraciones de la IA compartía en abril sus cálculos sobre el impacto de la IA en la economía. A diferencia del 7% de incremento del PIB global predicho por Goldman Sachs o del crecimiento del 3-4% hasta el 2040 del McKinsey Global Institute, Acemoglu, basándose en tendencias en las tasas de automatización llegaba a un magro impacto del 1-1,5%. En cuanto a la sustitución de trabajos afirma que como mucho veremos una tasa del 4,6% de las tareas (no trabajos). La razón es que sencillamente "la IA está muy lejos de poder realizar la mayoría de tareas manuales o sociales (incluidas funciones aparentemente sencillas con algunos aspectos sociales, como por ejemplo la contabilidad)."

 

En cuanto a los fondos de inversión, un estudio del Institute for Human-Centered Artificial Intelligence de Stanford, que monitoriza tendencias en IA, concluye que la inversión global en IA cayó en 2023 por segundo año consecutivo. Recientemente hemos sabido de las declaraciones de Ken Griffin, fundador del fondo Citadel (con inversiones en S&P, NVIDIA, ETF), que ha decidido "pausar las inversiones en IA". Es de la cuerda de la Acemoglu con quien coincide en el hecho que de momento el impacto no se ve en la economía y que la IA no sustituirá trabajos en los próximos 3 años. Según él, el objetivo de los empresarios de IA no es el de desarrollar una tecnología que beneficie todo el mundo, sino la de atraer el máximo de inversiones posibles. Me recuerda a la definición de IA que hacía el músico, informático, gurú y visionario Jaron Lanier: "la IA no existe; es una etiqueta que nos inventamos los informáticos para poder tener financiación para nuestros proyectos". La prueba del algodón que Griffin hace a los empresarios de IA para saber si hay que invertir es preguntarles cuánta de su tecnología de IA utilizan en sus procesos.

Jaron Lanier: "La IA no existe; es una etiqueta que nos inventamos los informáticos para poder tener financiación para nuestros proyectos"

Pero los inviernos no lo matan todo. Los inviernos y los pinchazos de burbujas son parte del ciclo de innovación, un mecanismo de selección artificial que premia a quienes mejor se adaptan. Hay autores que ponen los ciclos primavera-invierno en el centro de nuestra evolución como especie. Quien haga las cosas bien sobrevivirá al frío, quien no palmará al primer resfriado. Pasó con la explosión de la burbuja de las puntcom en el 2000, donde empresas como Google, Amazon y Cisco sobrevivieron al invierno y hoy son de las más influyentes del mundo. Una de las que también quedó fue NVIDIA, el fabricante de GPU que usan todas las empresas actuales de IA y que con una valoración de 3 billones es la tercera del mundo. A pesar de que las cuatro empresas son bastante diferentes —diferentes visiones, misiones, modelo de negocio y mercados— tienen en común una cosa: todas usan su propia tecnología. Ya sabéis qué os toca si queréis captar inversores.