Mi primer (y único) Sant Jordi

La rosa inolvidable de Sant Jordi | Susana Luna La rosa inolvidable de Sant Jordi | Susana Luna

El 23 de abril de 2018, hace dos años, llegué a Barcelona en el Euromed de las 6.20 de la mañana. Tenía que grabar un curso en Poblenou, así que cuando llegué a Sants, cogí la línea 4 y bajé en Llacuna. A la salida, me esperaba Anna, recién incorporada al equipo del cliente por el que ese día viajaba a Barcelona. Anna y yo habíamos hablado muchas veces por teléfono, intercambiado mails y wasaps, pero no nos conocíamos en persona. Subí en el ascensor con mi maleta y al salir a la calle, allí estaba ella, con una rosa en la mano. “Hola, Susana. Feliz Sant Jordi”. Era mi primera vez y era la primera vez que veía a Anna. Aun me emociono al recordarlo. Y, por supuesto, conservo la rosa. El caso es que de camino a Barcelona, en el tren, había planeado cómo sería la tarde después de la grabación. Saldría a pasear por Las Ramblas y me compraría una rosa y un libro. Estaba emocionada por vivir, por fin, un Sant Jordi de verdad, y sin duda ninguna, Anna lo hizo inolvidable.

En Valencia no se celebra Sant Jordi. Algunos grandes almacenes en el centro de la ciudad sacaban sus libros a las aceras aprovechando el eco de la celebración catalana y con alguna rosa dejada caer a modo de reclamo, intentaban empujar un poco las ventas de libros, en caída libre desde hace años. Una celebración comercial y anecdótica.

Yo había oído hablar de Sant Jordi por mi amiga Anna, otra Anna. Desde que nos conocimos estudiando periodismo en los noventa, nos hemos regalado libros por nuestros cumpleaños.  He descubierto grandes autoras que no hubieran llegado a mi vida de no ser por ella, como Susan Sontag, Alice Munro o Joan Didion. Y John Steinbeck, novelista que para mí, siempre va unido a Anna.

Compartimos el amor por Gabriel García Márquez. De Gabo nos lo hemos leído y regalado todo. Su “Vivir para contarla” es una de esas delicias en las que buceo de vez en cuando para volver a visitar sus inolvidables lugares y recrearme en los personajes de sus novelas. Y siempre, siempre, me acuerdo de ella.

La madre de Anna es de Tarragona y su padre, de Alcoi. Así que para Anna, Sant Jordi forma parte de su historia y de su vida, por partida doble.

Y aunque nosotras no hemos celebrado nunca juntas esta fecha, estos días la he visto en sus historias de Instagram haciendo rosas de cartón para celebrar Sant Jordi. Para quien no ha vivido un día tan especial en Barcelona, para quien no ha sentido la emoción de las calles abarrotadas de gente de todas las edades, las aceras teñidas de rojo, pero también de azul -y especialmente de amarillo en mi primera vez-, para quienes no han vivido un Sant Jordi en Barcelona, es difícil entender la nostalgia de no celebrarlo un año más.

Aquella tarde de 2018, después de grabar durante cinco horas, dejé mis cosas en el hotel y salí a comprar mi libro. La rosa ya la tenía. Fue una tarde maravillosa.

 

 

 

 

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