Hablar de Anna Balcells es abordar la lucha de una catalana y también medio filipina que hace más de 20 años ayuda a rescatar a los niños y niñas de la calle en la isla de Negros, en Filipinas. Después de una trayectoria profesional de más de dos décadas en Barcelona en el sector del turismo, Balcells dio un giro completo a su vida. Antes del nuevo milenio, se marchó a Filipinas, su tierra natal, porque tenía claro que era necesario luchar contra el abuso y el maltrato infantil. Amenazada de muerte por muchas mafias y abusadores sexuales del país asiático, Balcells no se ha rendido en ningún momento: "no puedo permitir que el miedo me domine".
En un almuerzo organizado por Juno House, bajo el nombre de Social Talks, numerosas directoras y empresarias catalanas se reunieron alrededor de una mesa para escuchar una historia "conmovedora", pero "con esperanza". La profesional abandonó las comodidades occidentales hace años para combatir la explotación de menores en Filipinas. De ahí nació el proyecto Kalipay, una fundación sin ánimo de lucro convertida en el "azote" de las mafias y las familias que abusan de menores. Las cifras, a menudo escasas, son escalofriantes: de los 120 millones de habitantes de Filipinas, el 70% son pobres; un millón y medio de menores del país asiático viven en la calle y siete millones de niños son abusados de distintas formas cada año. "Cuando los recogemos de las calles siempre les prometo que nadie les podrá hacer daño", continúa Balcells.
Amenazada de muerte por muchas mafias y abusadores sexuales de Filipinas, Balcells no se ha rendido en ningún momento
¿De dónde vienen estas cifras tan alarmantes? La catalana apunta que los abusos comienzan en los entornos familiares, donde 10 millones de mujeres y hombres filipinos emigran al extranjero para trabajar y dejan de convivir con los niños. Muchos de ellos crecen con abuelos y abuelas, tíos o solo con su padre, que a menudo, son los que abusan de los niños debido a una "cuestión sistémica", a una "transmisión entre generaciones". Otra razón es la gran pobreza que sufre Filipinas, las precarias condiciones de vida, en medio de la marginalidad y la miseria. Y por falta de educación y la accesibilidad a las drogas. Y también por "cuestiones económicas", ya sea vendiendo fotografías y vídeos de contenido sexual de los hijos a través de Internet.
"Lo peor que he vivido durante mi estancia en Filipinas ha sido ver a una niña de ocho meses violada. Los psicólogos dicen que nunca se recuperará", explica visiblemente emocionada Balcells. En Kalipay acogen a 120 niños que viven en sus instalaciones y en estos momentos cuentan con diversos psicólogos, educadores sociales, cocineros y profesionales que velan por conseguir mejores oportunidades para los más pequeños. Algunos de los niños logran graduarse en la universidad años después o son adoptados por miembros de todo el mundo. O incluso desde países totalmente opuestos a Filipinas, como Finlandia. "Nunca separamos a hermanos y si alguien quiere darles una vida mejor, se llevan a toda la familia".
Balcells: "Lo peor que he vivido durante mi estancia en Filipinas ha sido ver a una niña de ocho meses violada. Los psicólogos dicen que nunca se recuperará"
La "tía Anna", como la llaman todos los niños, explica que todos son conscientes de que en Filipinas hay un grave problema y que ni el gobierno ni la Iglesia católica hacen o no saben como solucionar el problema. Además, es uno de los pocos países del mundo donde no existe el divorcio, ni el aborto ni los anticonceptivos. Por eso algunas mujeres tienen más de 10 hijos y no pueden darles comida ni mejores condiciones de vida.
220 euros diarios para alimentar a los "más pequeños" de Kalipay
¿Qué recursos financieros recibe Kalipay para su funcionamiento? Balcells detalla que necesita, como mínimo, 220 euros diarios para dar de comer a 120 niños con 3 comidas al día, aparte de pagar los salarios de los trabajadores y los gastos de la casa y el colegio. Y que desde Catalunya reciben muchos recursos, desde el yoga solidario que se realiza en Pals y que envían productos y recursos cada mes, hasta otras iniciativas para conseguir más fondos. También reciben a varios voluntarios de todo el mundo que conviven durante un mes con los más pequeños y ayudan en lo que sea necesario, desde la educación hasta la alimentación.
En estos momentos, la líder de Kalipay lleva un mes en Catalunya y aprovecha para visitar a amigos y familiares, además de divulgar, con una agenda bastante apretada, todos los detalles de su proyecto para que más gente lo apoye y salga adelante. Y, en medio de una historia de supervivencia, Anna Balcells, además de cumplir el sueño de luchar contra el maltrato infantil en Filipinas, ha conocido al tenista Rafael Nadal en Tossa de Mar. El tenis es una pasión para ella, que también incorpora a los niños de Kalipay, y ver a Nadal hace unos días se ha convertido, para ella, en un "momento inolvidable". Hablaron de su labor y de continuar, pase lo que pase: "No puedo permitir que el miedo me domine", concluye.