El salto generacional de los Torras en la China

La familia Torras siempre ha sido líder en la importación de productos en Cataluña

Traemos a Barcelona las impresoras en tres dimensiones "entresD" que vienen de China –me entera Marc Torras Piulachs, 67 años, de la empresa GISP, S.L..Por formato y coste –dice- son más asequibles que se las había hasta ahora en nuestro mercado. El presidente Obama ha dicho que quiere en cada escuela de Estados Unidos una impresora 3D -añade.

Estas impresoras han sido introducidas en Cataluña por su hijo, Marc Torras Cuellos, y su joven, Anna Esteve, una pareja que aprendió chino a fondo. Los animó la sinòloga Dolors Folch, 70 años, profesora de la Escuela Superior de Comercio Internacional, centro adscrito en la Universitat Pompeu Fabra donde se han formado promociones expertas en mercados mundiales con el comportamiento de éxito propio de la tradición comercial catalana. Hace quince años, cuando tenían 25 y 23, abrieron una oficina a Hangzhou, y se especializaron en la importación de productos industriales.

La iniciativa de estos emprendedores no surgió por generación espontánea. El abuelo Antoni Torras Vall murió a los 80 años al frente de Soberana, S.A., una industria que fundó en los años 50. En aquellos tiempos de migrada movilidad en el mundo de los negocios, había tenido la oportunidad de ir a la Feria de Milà en un viaje en autocar organizado por la Cámara de comercio de Barcelona. Allí contrató con la marca italiana San Marco la explotación de una licencia para producir y comercializar cafeteres de bar. Fue una línea de negocio que excel·lí. Evolucionó hacia la fabricación, bajo licencia suiza, de fregaderos de acero inoxidable.

La empresa se amplió con el proyecto exitoso de ofrecer cocinas profesionales "claves en mano". Se dio este paso cuando el hijo Marc Torras Piulachs se incorporó a la firma familiar un golpe acabada la carrera enla Escuela Superior de Ingeniería Industrial, y después de ejercer la profesión en el sector de los semiconductores.

Los Torras proyectaron, fabricaron e instalaron cocinas para grandes hoteles barceloneses, como el Princesa Sofía y la Ars, establecimientos que por su dimensión requerían equipamientos para la restauración que eran un reto de diseño y producción. La firma catalana se situaba en un excepcional nivel de competitividad .

La siguiente generación intuyó, en 1998, que el futuro de gestionar y comercializar la producción industrial a gran escala pasaba por una China emergente. Fueran pioneros al trabajar de lo lindo en un país que entonces todavía no osaban pisar demasiado los negociants europeos. Para abrirse camino en aquellos horizontes orientales hay que saber un idioma y unos rituales de relación mercantil que nos son extraños. Antes de establecerse allí, los jóvenes Marc y Anna viajaron en tren por varios lugares del territorio para familiarizarse con la lengua y las costumbres que aprendían.

Aquel salto generacional de construir puentes hacia China no era temerario. Estaba asegurado por los fundamentos firmes del espíritu emprendedor catalán que había empujado el padre Marc a entrar en los grandes hoteles para poner cocinas terminadas de arriba abajo; y que había traído el abuelo Toni a viajar a un Milà que entonces le era más lejano –dos días en autocar- del que ahora lo es China –a doce horas de avión.

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