Desde Bruselas: la gastronomía belga se tambalea con la guerra de Ucrania

Los precios del chocolate, la cerveza y las patatas fritas han aumentado a precios nunca vistos debido a la inflación y el encarecimiento del precio de la energía

Imagen del centro de Bruselas | iStock Imagen del centro de Bruselas | iStock

Cuando alguien piensa en la gastronomía de Bélgica, lo primero que suele pasar por la cabeza son sus célebres patatas fritas, la cerveza y el chocolate, tan famosa que siempre va acompañada con el gentilicio de 'belga'. Pero la comida y el beber tampoco viven ajenos a las sacudidas geopolíticas. La guerra de Ucrania también ha afectado los tres mayores orgullos del país, todos ellos, productos que los ciudadanos consumen masivamente.

Según la receta, el verdadero secreto de las patatas fritas belgas es que se tienen que freír dos veces con grasa de ternera. Primero a una temperatura de 160 grados durante cinco minutos, y después de un reposo de media hora, volverlas a freír a 180 grados. Esto permite que tengan la consistencia perfecta: blandas por dentro y muy crujientes por fuera. Pero tener la freidora a altas temperaturas sin cesar tiene un coste, especialmente entre los establecimientos típicos que venden las patatas —los conocidos como fritkots— y que se debaten entre subir o no el precio. Algunos de los lugares más famosos han aumentado, de media, unos 10 céntimos un paquete de "frites". Otros del centro de Bruselas se resisten por miedo a perder clientes, con la esperanza que la presión empiece a bajar.

Los precios han subido durante el último año en todas partes. El coste de la energía ha aumentado a niveles nunca vistos, también en Bélgica, donde la inflación superó el 12% en octubre, uno de los países con el incremento más grande de la UE. Como ejemplo, los precios aumentaron en un año, lo que tendrían que haber subido en seis. Esto también ha impactado en el bolsillo de los ciudadanos, que compran patatas fritas congeladas en los supermercados, y que han visto un encarecimiento del 51%, también por el óleo de fritura, que ha subido más de un 30%. Las patatas son uno de los alimentos que más ha aumentado de precio, en un país en que un 20% de sus ciudadanos come patatas fritas al menos una vez por semana.

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Imagen de una persona con patatas fritas en la mano| iStock

Otro de los productos estrella de Bélgica es la cerveza. Auténtico orgullo nacional del país, es patrimonio inmaterial de la UNESCO desde el 2016. Una cultura de la cerveza que se traduce en sus 1.500 marcas. En Bélgica no escucharás nunca nadie pedir "una cerveza" en un bar, porque te preguntarán: "cuál". Hay tantas y de tantas variedades, que no se puede pedir una cualquiera.

Pero a la cerveza no solo le ha afectado la inflación. La guerra en Ucrania también ha impactado por el aumento de los precios de los cereales, principal ingrediente de la bebida. La malta, por ejemplo, ha doblado el precio. La producción de cerveza es muy cara, con el aumento de los precios de la energía (que ha triplicado el precio en el país), claramente ha metido bajo presión a los fabricantes. A esto se le añade otro problema: el aprovisionamiento de dióxido de carbono (CO2), utilizado en el sector de la fabricación de cerveza para la carbonización de la bebida. Y, para producirlo se necesita gas natural. Actualmente, entre cinco o seis empresas europeas venden el dióxido de carbono a los fabricantes belgas, pero el principal exportador es la multinacional noruega Yara que ha cerrado parcialmente su fábrica en Bélgica debido al encarecimiento del gas.

Según la organización principal de fabricantes, Brasseurs Belges, ahora mismo las empresas han pasado de pagar 100 euros la tonelada de dióxido de carbono a 3.500. El fabricante Huyghe —que crea la multipremiada cerveza Delirium Tremens— tiene que desembolsar 5 millones de euros en lugar de 375.000 euros solo por el dióxido de carbono. La producción en esta empresa, de hecho, ya ha tenido que parar varias veces desde que empezó la guerra, también porque el vidrio necesario de las botellas proviene mayoritariamente de Rusia y Ucrania. La globalización cabe dentro de una botella de cerveza.

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Imagen de un tirador de cerveza | iStock


Es la enésima crisis de un sector que ya sufrió especialmente la pandemia del Covid, que pese a que hubo un aumento del consumo en más de un 12% en el 2021, es inferior a los datos prepandemia, en un país donde el agua, de media, es más barata que la cerveza. Ahora, beber es aproximadamente un 8% más caro, según la marca.

Bélgica es imposible no relacionarla con la cerveza, pero tampoco con el chocolate. Lugar de nacimiento del praliné (una pasta formada por almendras o avellanas caramelizadas y con azúcar) es uno de los ingredientes principales de los bombones y que permite que se deshagan en la boca. Pero si una cosa ha subido también son los frutos secos, el azúcar y la harina. El azúcar se ha incrementado un 40%, debido a la crisis climática, también por la energía, que hace más costoso su refinamiento. El precio del cacao también ha subido, un 17%. También los embalajes y con el coste del transporte, han subido hasta un 60%.

Esto se ha notado entre las tiendas también de maestros chocolateros y las pastelerías que trabajan con el chocolate. Algunas, han visto aumentadas sus facturas energéticas un 500%. El sector de las pastelerías y chocolaterías son negocios en que hay un gran uso de energía. Los hornos para hacer pasteles y chocolates tienen que estar encendidos alrededor de diez horas al día a una temperatura constante de 240 grados. Algunos propietarios han tenido que pagar 100.000 euros al año solo para las facturas de electricidad. Muchas pastelerías, de hecho, ya han tenido que cerrar, especialmente en el sur del país. Y si desaparecen estos comercios, muere una parte de la idiosincrasia del país.

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