La compra compulsiva y el valor del dinero

La periodista de moda Rebecca Bloomwood hace frente a la lección más difícil: comprender el precio real de las cosas para superar su adicción a las compras

La mentira y la autoengany son dos mecanismos recurrentes cuando una persona no quiere reconocer aquello que hace mal y Rebecca Bloomwood (Isla Fisher) lo demuestra a Confesiones de una compradora compulsiva (P.J. Hogan, 2009). Se declara una periodista enamorada de la moda y sitúa como máxima aspiración a la vida trabajar en la mejor revista del sector. Ahora bien, no es tan contundente a la hora de reconocer que tener una tarjeta de crédito entre las manos es su perdición. La casualidad, y los números rojos de sus cuentas bancarias, la traen a trabajar de columnista a la revista Ahorro seguro, donde tiene que dar consejos sobre las finanzas domésticas.

La idea no parece tan descabellada cuando comprende que tanto la cabecera económica como la revista donde ella siempre ha soñado escribir son productos del mismo grupo de comunicación. El primero es estar adentro, escalar posiciones se convierte en la segunda fase de la estrategia. El error, pero, está a presentarse con un currículum exagerado y sin reconocer que puede no estar preparada por este trabajo.

El precio real del dinero
"Una cosa es el precio de un objeto, y otra su valor". La reflexión pasa desapercibida por Rebecca Blomwood cuando su futura cabeza de redacción, Luke Brandon (Hugh Dancy), le dice de manera fortuita. Intenta hacerle ver que un precio tanto puede ser sobrevalorat como infravalorat y que la necesidad y el valor del objeto en venta es muy diferente entre las personas.

Esta es la misma idea que intentan hacer entender al grupo de compradores compulsivos anónimos al que Bloomwood intenta ir. Un lugar donde la experiencia personal de cada uno de los adictos al consumo nos trae a pensar en como la sociedad está creando un nuevo concepto del dinero como recurso ilimitado.
 



La economía es cosa de todos
Uno de los elementos más destacados del guion de la película es la adaptación de conceptos financieros y de macroeconomía a la contabilidad doméstica. Así es como relaciona el tipo de interés de las tarjetas con la calidad de una prenda de ropa de marca ; haciendo entender que igual que un jersey no puede ser vuelto a la tienda después de usarlo, no se puede reclamar nada en el banco si no se ha leído la letra pequeña del contrato antes de firmarlo.

Bloomwood es la muestra de como el argumento de "yo no entiendo en economía" no es válido. Una lección sobre como los números que todo el mundo hace a diario pueden ser trasladados a las cuestiones macroeconómicas, donde cada uno de los ciudadanos influyen con su buena o mala gestión personal.

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