Millones de personas de todo el mundo se han escaneado el iris de sus ojos en los últimos meses enloquecidos por una iniciativa de Sam Altam, el fundador de OpenAI, a cambio de criptomonedas. En Catalunya las colas las hemos visto esta semana, en diferentes centros comerciales, donde centenares de jóvenes han acudido para ganar tokens Worldcoin (WLD) que tienen un valor aproximado de 30 euros, a cambio de escanear su iris, ceder sus datos biométricos y así tener una identidad digital única. Worldcoin, la empresa organizadora de esta iniciativa, asegura que no vende ni comparte ningún dato personal ni biométrico con nadie, e insiste que su objetivo es loable: construir "un sistema económico más humano", permitiendo a cualquier persona "el acceso universal a la economía mundial". En consecuencia, varios organismos como la Agencia Catalana de Protección de Datos han advertido del "elevado riesgo" que comporta ceder datos biométricos tan sensibles sin saber con certeza qué se hará después con ellos.
La anécdota, que parece extraída de una película de ciencia ficción, es ilustrada esta semana por Toni Galmés, quién la traslada a otro escenario distópico, el de la Naranja mecánica de Stanley Kubrick.