Acemoğlu y el reto existencial de la tecnología

El influyente economista del MIT defiende la necesidad de regulación ante el enorme poder de mercado de las 'Big Tech'

El economista Daron Acemoğlu presenta a la Reunión del Círculo sus tesis sobre modelo productivo y regulación tecnológica | EP El economista Daron Acemoğlu presenta a la Reunión del Círculo sus tesis sobre modelo productivo y regulación tecnológica | EP

"La economía de las naciones occidentales ya estaba rota antes del Covid". El popular economista del MIT Daron Acemoğlu hace un diagnóstico crítico de la evolución económica global desde principios de los años 80. El estancamiento de los sueldos y la concentración de enormes cantidades de poder y cuota de mercado en unas pocas empresas, especialmente los gigantes tecnológicos, pintan un panorama complicado para el futuro de la economía global - un panorama, sin embargo, reformable. El progresivo retorno a la normalidad y la recuperación posterior a la pandemia es "una oportunidad para reconstruir" estas economías agrietadas.

En el núcleo de la obra reciente del académico turco hay los procesos de automatización. Según los datos históricos recogidas por el profesor, hasta cierto punto, que identifica a finales de los años 70, las tecnologías que automatizan los procesos productivos – las que "desplazan los trabajadores" - iban de la mano, generalmente, del desarrollo sostenido de otro tipo de innovaciones, aquellas que "ayudan los trabajadores y generan nuevos trabajos". Según plantea Acemoğlu, en los últimos 40 años se ha "acelerado la automatización, pero las otras tecnologías se han estancado".

Acemoğlu: "El futuro no tiene que estar completamente automatizado"

Las conclusiones de Acemoğlu desmienten la narrativa que liga el desarrollo tecnológico al progreso social. En aquellos entornos productivos donde se han adoptado más generalmente las últimas tecnologías de automatización fabril, lo que se puede encontrar es menos puestos de trabajo y salarios estancados. El ejemplo más claro es el de la industria automovilística al famoso Cinturón del Óxido norteamericano, la línea imaginaria que une Detroit con Newark, construida sobre los hombros del blue collar tradicional. "La competición global hace que las empresas quieran recortar costes – lamenta Acemoğlu – y reducir la fuerza de trabajo es una forma rápida de hacerlo".

Los otros beneficios de la automatización, analiza el economista, no están llegando. Los datos de las economías occidentales no muestran el crecimiento en la productividad que tendría que acompañar la gran tecnificación de los procesos productivos. "El futuro – augura Acemoğlu – no tiene que estar completamente automatizado". La democratización de las decisiones tecnológicas es, en este sentido, esencial. Los usos tecnológicos, constata el profesor, se definen socialmente, y la carencia de regulación provoca que las grandes empresas sean el actor principal de esta definición.

Más Estado con sociedades más fuertes

"Hasta ahora regular la tecnología ha sido un desastre – reconoce Acemoğlu – pero esto no quiere decir que no se pueda hacer bien". Los supuestos peligros de un estado demasiado grande se tienen que contraponer, según propone, con una sociedad civil cada vez más fuerte y organizada, capaz de fiscalizar las decisiones del ente público. El economista ilustra este fenómeno con un pasillo estrecho virtuoso: si se equilibra el poder estatal y la vigilancia ciudadana, el modelo productivo se mantiene en un sano equilibrio en el centro de ambos actores, que se dedica, necesariamente, al bien común.

La presidenta de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, Cani Fernández, ha mandado un mensaje disonante. A pesar de que coincide con los peligros de la acumulación de poder – tecnológico y económico – de las empresas Big Tech , y plantea, de hecho, las tendencias monopolístiques de las economías de escala que describe Acemoğlu, Fernàndez defiende las políticas anti-trust y el estímulo a la competencia como soluciones principales a estos problemas, y reservar la regulación solo por cuando sea muy necesaria.

Acemoğlu: "Hasta ahora regular la tecnología ha sido un desastre, pero eso no quiere decir que no se pueda hacer bien"

Las empresas con gran poder de mercado – como demuestra el estudio de Acemoğlu, entre otras publicaciones dedicadas al fenómeno – son capaces de expulsar la competición, porque son lo bastante grandes para atrincherarse a su sector. La introducción de competidores, además, no soluciona otro de los factores de los grandes poderes de mercado con que el economista justifica su propuesta regulatoria: las externalidades negativas. "Las competidoras de Netflix, Facebook o Amazon tendrían el mismo modelo de negocio", y, por lo tanto, no enfrentarían el "reto existencial" que supone la tecnología tal como se usa actualmente. Además, alerta Acemoğlu, mantener el mismo modelo con un ecosistema más diverso no atacaría el otro reto existencial a que, colectivamente, nos enfrentamos: la crisis climática.

Romper el mercado de trabajo

Una de las políticas de defensa de la fuerza de trabajo que más anima al economista es el establecimiento de salarios mínimos interprofesionales, a pesar de que con una reserva: las políticas salariales tienen que ir, necesariamente, ligadas a regulaciones de los usos empresariales de la tecnología. "Si se instauran SMI altos sin regular la tecnología, se incentiva la automatización" clásica, la que destruia puestos de trabajo. "Se tiene que regular – defiende el profesor – para que las organizaciones usen la tecnología para servir el bienestar de los trabajadores".

Otros instrumentos reguladores, por otro lado, no serían tan productivos a ojos del economista del MIT. La crecientemente popular propuesta de una Renta Básica Universal crearía, según Acemoğlu, una suerte de clase improductiva insostenible. "La RBU – opina – es el reconocimiento implícito que nunca podremos arreglar el mercado de trabajo". Su propuesta se alinea más con una regulación del mercado laboral que lo haga funcional y compatible con los adelantos tecnológicos - "poner la tecnología a favor de los intereses humanos". La tecnología, al fin y al cabo, es un fenómeno social. "No hay – concluye Acemoğlu – un camino tecnológico prediseñado".

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