Tejeras mallorquinas, sin gas no hay futuro

La inseguridad jurídica, la carencia de combustible asequible, la falta de reinversión y competitividad, falta de relevo generacional y ausencia de sensibilidad institucional amenazan el sector

Una de las teuleres que pintan a mano a Can Benito | Cedida Una de las teuleres que pintan a mano a Can Benito | Cedida

La última fábrica de tejas que permanecía activa de las más de 15 que había activas en Vilafranca cerró a finales del año pasado. Durante más de 20 años, el plan territorial de Mallorca no les permitió renovar las instalaciones y la maquinaria había quedado anticuada. Los hornos se tienen que cargar manualmente y funcionan con biomasa porque no tienen acceso al gas natural. En Campos, los últimos años también han cerrado varias tejeras y la única que sobrevive es la de Can Benito. Actualmente, un porcentaje minúsculo de las tejas que se emplean en Mallorca son fabricadas en la isla. El resto, hasta 5 millones de unidades anuales, se importan de la península.

Miquel Torres es gerente de Teulera Can Benito y presidente de la asociación de tejeros de Mallorca. De las 25 industrias tejeras que funcionaban antes de la crisis económica del 2007, sólo quedan cinco activas: tres en Manacor, en Felanix una, Can Benito en Campos y una en Vilafranca, que ha cerrado la línea de teja, comenta el portavoz. Antes del crack, estas empresas familiares abastecían a la totalidad de la construcción en la isla y daban trabajo a centenares de personas. Hoy muchas son naves cerradas junto a balsas que antiguamente eran minas de tierra de alfarero.

El Plan Territorial de Mallorca del 2004 prohibía industrias en suelo rústico, dejando las tejeras desprotegidas, sin poder renovarse ni ampliar las instalaciones

No hay un solo motivo que explique el cierre de muchas de estas empresas. "Hemos tenido la mala suerte que las tejeras quedáramos al margen de la ley con el Plan Territorial de Mallorca del 2004, que prohibía que hubiera industria en suelo rústico", y prácticamente todas las tejeras estaban en suelo rústico. En este tiempo no se han podido renovar ni ampliar, a diferencia de las industrias de la península: "No hemos podido construir naves o almacenes".

Biomasa o gas natural

El problema de la energía también se añade a esta mala situación. El sector consumía residuo forestal -pinocha, hueso de oliva o caparazones de almendra- para alimentar los hornos morunos, testigo de la tradición artesanal. El gas natural no ha llegado, a pesar de que la canalización de Palma-Manacor-Felanitx pasa cerca del núcleo de teleros del Pla de Mallorca. La empresa de distribución ha priorizado la canalización en grandes cascos urbanos, "si un pueblo no tiene un gran hotel, no instalan el gas", lamenta Torres.

Los hornos que queman residuo forestal, además, necesitan una mano de obra bastante grande: "Si tienes que hacer trabajo compitiendo con un horno de gas natural mientras tú tienes que cargar y descargar almendra, no es viable". Con el combustible de biomasa los tejeros no tienen acceso a una tecnología que les permita mejorar la fabricación de material.

Así, si una empresa de la península fabrica 240.000 tejas al día, en una mallorquina como Can Benito justo se puede llegar a las 1.000 unidades. Sin la tecnología adecuada no se puede mejorar la cantidad de producto, cosa que a la vez provoca que no sean competitivos. "Con acceso a la energía, el sector en Mallorca tiene futuro, porque lo que viene de la península tiene un precio añadido por el transporte en barco", remacha.

La crisis de la construcción, la carencia de modernización y el encarecimiento del combustible han provocado que fabricar tejas ya no salga a cuenta

Además, ahora ha crecido el consumo de biomasa en las estufas. Si bien hasta ahora ellos eran los únicos que quemaban residuo forestal, ahora otras muchas industrias lo emplean y, por lo tanto, el precio también crece. Y para acabarlo de complicar, la producción de almendras ha ido decayendo con los años en la isla.

Y después llegó la crisis del 2008, que fue la gota colmó el vaso. La crisis de la construcción, la carencia de modernización y el encarecimiento del combustible han provocado que fabricar tejas ya no salga a cuenta. Las tejeras que sobreviven lo hacen porque dedican muchas horas de trabajo, puesto que la actividad casi no es rentable. "Si todo sigue igual, de aquí a 10 años no quedará ni una sola tejera, lo que no borró la crisis ni la competencia de la península se lo llevará la carencia de voluntad política. Y entonces se perderán oficios y conocimiento y, entonces, nos echarán de menos", se queja Torres.

Está claro que la carencia de relevo generacional es otro de los problemas que amenaza las últimas productoras de teja de Mallorca. "Hemos perdido la carrera esperando que las cosas cambiaran y los jóvenes no ven futuro", remarca.

¿Tiene futuro el sector? Hay esperanza de reconversión industrial? "Mucha obra pública pide un tipo de material que esté hecho con biomasa, los arquitectos lo demandan", de acuerdo con las tendencias de reducción de impacto de carburantes fósiles. "Seria muy importante que no gastáramos dinero en el residuo forestal, mucha biomasa de los pinares podría llegar a industrias que tienen carencia de combustible", propone.

Piezas mallorquinas para la Sagrada Familia

Can Benito no es sólo una tejera, por eso ha podido sobrevivir a la gran crisis del sector. Esta empresa se dedica también a la confección de piezas especiales, vitrifica y esmalta, decora baldosas, hace escalones, "un poco de todo", comenta Torres. La rehabilitación es el puntal de su negocio actualmente. Incluso han creado piezas para la Sagrada Familia: "Los responsables se pusieron en contacto con nosotros porque las grandes industrias en Catalunya no hacen piezas especializadas y con tiradas cortas", subraya.

"El negocio lo empezó mi abuelo", recuerda. Después su padre cogió las riendas y ahora él ya es la tercera generación, con esperanza que la cuarta salga adelante "a pesar de las trabas".

Más de 120 años de historia avalan la calidad y el buen trabajo de esta casa, que incluso fue finalista del premio nacional de Artesanía que convocó el Ministerio de Industria en 2016.

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