¿Catalunya estancada?

Que nadie espere a San Next Generation para paliar el estancamiento que sufrimos: este Santo se lo ha quedado el gobierno central

Silueta urbana de Barcelona | iStock Silueta urbana de Barcelona | iStock

Catalunya ha mantenido en esta década una fortaleza económica importante. Generamos un tercio de todas las patentes que se registran en el Estado, hemos pasado de 590.000 empresas a 641.000. Pese a las deslocalizaciones de sedes sufridas a partir del 2017, hemos crecido en empresas extranjeras instaladas en el país hasta llegar a las 9.155, principalmente europeas. En esta década hemos conseguido que las ventas fuera de España lleguen al 65% del total. Nuestras empresas han establecido 8.300 filiales en el exterior y entre los sectores más destacados enlos  que se han realizado inversiones catalanas en el extranjero se encuentran el turismo, la tecnología, la salud y la energía. Hemos llegado a los 94.000 millones de euros en exportaciones y tenemos 17.500 empresas exportadoras regulares.

Sin duda, tenemos una economía muy abierta que continúa atrayendo inversiones y talento, y continúa expandiéndose al exterior.

En el 2013 todavía arrastrábamos una situación económica débil fruto de la crisis del 2008. Hay que recordar que teníamos un paro del 22%, dato estremecedor, ante el 9% actual. La población ocupada era de 2.817.000 trabajadores frente a los 3.500.000 actuales. Teníamos una tasa de abandono escolar del 23,5% mientras que hoy está alrededor del 17,4%, aun así, muy por encima de la media europea, que se sitúa en el 10%, y sufríamos una tasa de temporalidad de las más altas de Europa por el modelo laboral y económico del país.

En el ámbito de ocupación podemos destacar, pues, una mejora de los indicadores generales por las reformas laborales hechas, por ajustes en el modelo educativo y por una clara mejora de la economía.

No quiero dejar de lado el impacto del conflicto político entre Catalunya y España con el "procés". Más allá de la deslocalización de sedes sociales a otras zonas del Estado, el impacto económico y laboral no ha sido demasiado destacable. Lo que sí se ha notado más, especialmente en los años posteriores, es la prevención de inversores institucionales a la hora de tomar posiciones en el país. La incertidumbre política, y determinados modelos de gestión pública poco favorecedores de grandes proyectos de inversión inmobiliaria, ocio y servicios han frenado lo que era una buena tendencia histórica.

Catalunya continúa suponiendo un 19% del PIB del Estado desde el final de la guerra civil donde cayó del 25% que había sido. El que sí que podemos observar es que se ha creado una España periférica que se va descapitalizando frente a un Madrid que hace de aspiradora de talento, recursos e inversiones.

Hasta aquí podríamos decir que no nos tendríamos que quejar demasiado, pero cuando miramos los datos de Idescat y el INE llegamos a otras conclusiones: Catalunya vive un estancamiento como acertadamente recoge la Nota del Cercle d'Economia: Reactivar el futuro. Hay un dato bastante significativo como es el nivel de renta per cápita del 2021 respecto al año 2000. Este nivel está prácticamente igual mientras que en estos 20 años, la diferencia porcentual entre la renta de los catalanes y el resto de españoles ha caído 4 puntos y solo es del 17%, cuando había sido del 24%.

Pasamos de la cuarta posición en renta, a la decena, generando un déficit fiscal de 20.200 millones o el equivalente del 8,5% del PIB

Como siempre, en todas las situaciones, hay que buscar diferentes elementos que lo expliquen.

En primer lugar, la mala financiación catalana que continúa siendo uno de los problemas más importantes del desarrollo económico y social del país. Con independencia del color político del gobierno central, las series históricas nos indican la falta de querer resolver este conflicto, aunque lleve a una crisis de Estado. A pesar de que el actual Estatut de Autonomía Catalán ribotado, que ni usted ni yo hemos votado nunca y, por lo tanto, de dudosa constitucionalidad, recoge el principio de ordinalidad que quiere decir que Catalunya no puede retroceder lugares en el ranking de los ingresos per cápita respecto al ranking de los recursos tributarios per cápita. Por lo tanto, el Estado tiene que garantizar la nivelación o compensación para no perder posiciones, y esto no pasa. Sistemáticamente, pasamos de la cuarta posición en renta a la decena, generando un déficit fiscal de 20.200 millones o lo equivalente al 8,5% del PIB; totalmente confiscatorio y especialmente empobrecedor para los catalanes con rentas más bajas que hace décadas que sufren un modelo endémicamente injusto.

El capital público del Estado en Catalunya, es decir el valor de las inversiones de infraestructuras hechas por el estado en el país, es del 13,5%, muy por debajo de lo que le tocaría por población, generación de PIB o por aportación fiscal. Igualmente, la inversión por habitante que recibimos, en la última década, es de 105 euros anuales frente a los 148 euros de media española. El modelo es insostenible y, como dice un reconocido economista, España es un mal negocio. Lo que es extraño es que a diferencia del País Vasco, en Catalunya no haya un consenso de todas las formaciones políticas respecto a este tema y esté al frente de las agendas de los programas electorales. ¿Identidad por encima de la prosperidad?

El capital público del Estado en Catalunya es del 13,5%, muy por debajo de lo que le tocaría por población, generación de PIB o por aportación fiscal

Pero no todas las causas son exógenas, aquí hay muchos deberes pendientes para revertir nuestro futuro: Uno de los capítulos donde Catalunya no ha avanzado nada desde el 2013 es en el ámbito de la inversión en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i). No superamos el 1,5% sobre el PIB, muy lejos de la media europea, que es del 3%, y de las inversiones que hacen los países líderes del mundo.

Continuamos sin creer que la prosperidad y desarrollo de un país está vinculado a su nivel de innovación

En el fondo, esto demuestra que continuamos sin creer que la prosperidad y desarrollo de un país está vinculado a su nivel de innovación. Hay que recordar que los últimos años, el presupuesto de la Generalitat para el área de empresa ha sido inferior al de cultura, y no quiero decir con esto que cultura no se merezca un presupuesto notablemente superior.

La facilidad para hacer negocios en Catalunya ha mejorado progresivamente según reconoce el prestigioso informe del Banco Mundial Doing Business. Catalunya se situaría entre los 30 primeros lugares del mundo con adelantos importantes como la Ventanilla Única Empresarial (FUE). Hemos hecho buenos progresos, pero todavía falta integrar trámites de las diferentes administraciones del Estado. Ya sabemos que no hay nada más difícil que el trabajo en equipo y la colaboración interdepartamental y entre administraciones.

Esto nos lleva a la necesaria reforma de la administración pública. Lo han anquilosado con garantías inútiles que se quejan todos los funcionarios, interventores y secretarios incluidos, y hace falta que sea flexible, abierta, profesionalizada, innovadora, que evalúa y aprende con el ciudadano en el centro. ¡Casi nada! ¿Podemos hacerlo? Sin duda, con coraje político.

Nos hemos desnortado con el mapa de infraestructuras que el país necesita por falta de un liderazgo político valiente que genere consensos

Tenemos en Catalunya a 2.250 entes públicos y una administración de planta local basada en micropueblos, con unas 500 poblaciones por debajo del millar de habitantes, que requiere una revisión urgente de funcionamiento para reducir costes, dar flexibilidad y mayor servicio al territorio. Tenemos pendiente desde la transición un modelo territorial propio que vaya más allá de las Pro-Vinceres romanas paradas en el Tribunal Constitucional. Hay modelos operativos posibles, pero hace falta que alguien se dedique a impulsarlo como lo está haciendo Femvallès. Nos hemos desnortado con el mapa de infraestructuras que el país necesita por falta de un liderazgo político valiente que genere consensos. También debemos recuperar la cooperación publicoprivada como elemento sustancial para hacer avanzar el país. Los unos sin los otros no podemos hacer nada y los grandes proyectos de país siempre se han conseguido con este binomio virtuoso.

Nos hace falta también la máxima estabilidad política con acuerdos transversales. ¿Alguien se imagina una empresa cambiando de gerente y/ o equipo directivo cada dos años? Imposible que una empresa funcione a volantazos. Hacen falta grandes acuerdos de país que trasciendan los gobiernos sean del color que sean y finalmente que nadie espere a San Next Generation para paliar el estancamiento que sufrimos. Este Santo se lo ha quedado el gobierno central para hacer sus buenas obras, pero difícilmente transformará nuestra economía.

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