Cuando la cremallera se desgasta -por ejemplo, si no se alinean bien las dos alas que une, si el pasador de inserción se desprende de la cinta, o si los dientes no encajan suficientemente bien-, es justo el momento de cambiarla. No sirve. ¿Este es el caso, nos preguntamos, de Silicon Valley Bank, de First Republic Bank o el de Credit Suisse, que nos han dado una mala semana de pánico? ¿También el de un gobierno como el de Macron, que ha tenido que decretar la reforma de las pensiones en Francia y retrasar la edad de jubilación de los 62 a los 64 años, contra la mayoría del país? ¿También el del Tribunal de la Haia que ha tirado una orden internacional de arresto a Putin por los crímenes de la guerra de Ucrania, que no tendrá ningún efecto? Depende. En cada caso, habrá que sustituirla por otro engranaje o, incluso, reemplazarlas todas porque un iluminado ha encontrado un engranaje innovador más fiable, más cómodo y más barato.
En el siglo XIX se inventaron las dos grandes modalidades. La primera fue la de los trenes cremallera; los ingenieros ferroviarios la introdujeron a los lugares más montañosos del mundo, a medida que las locomotoras a vapor trepaban hasta arriba de todo, para superar desniveles de más del 10%. A las dos raíces de rodamiento se añadía otro dentado o piñones. Este sistema se implantó en la línea Middleton-Leeds, en 1812, en Gran Bretaña, el primero del continente, o en el estado de New Hampshire, en Estados Unidos, pionero en su país, en 1868. Los trenes cremallera conducen a las mejores cumbres del planeta, como por ejemplo el de Núria o Montserrat, en Catalunya; el Gornergrat y el que sube al monte Rigi, en Suiza; o el tren de Larrun y el que hace el trayecto de Montenvers a Chamonix, en Francia. La otra modalidad de cremallera cierra la ropa y otros complementos; el inventor de la máquina de coser, Elies Howe, la puso en circulación para unir o separar dos partes de una pieza, que posteriormente se ha incorporado, visiblemente o invisiblemente, a cualquier gadget. Aquellas innovaciones del XIX hoy son tan cotidianas como imperceptibles, pero el símil de su mecanismo sirve para mucho más.
Fracasos particulares, dudas generales
En el caso de estos bancos enfermos que la semana pasada han hecho tambalear la seguridad financiera internacional durante unos días y lo que queda, se trata de unas particulares instituciones financieras que con historias diversas de fracaso en los últimos tiempos han acabado cerrando, pasando a otras manos o necesitando recursos por su reflote poniendo en peligro clientes e inversores; mala señal para unos determinados oficiantes de gestores del dinero esto de dejar en la estacada a unos y otros.
Hacía dos semanas que KPMG había validado las cuentas añales de Silicon Valley Bank
La banca realiza una función de intermediación necesaria. De hecho, reúne recursos públicos o de los bancos centrales, y los invierten en derivados y otros negocios más o menos arriesgados que teóricamente tendrían que ofrecer mejor rentabilidad. El equilibrio entre los recursos obtenidos y la rentabilidad de las inversiones realizadas difícilmente les permitiría volver a los clientes el dinero depositado en sus cuentas; pero este no es el problema mayor, puesto que no todos se lo piden a la vez habitualmente. La cuestión recae en disponer siempre de los fondos necesarios para hacer frente a cualquier vicisitud y esto no es cuestión de algoritmo sino de confianza de los clientes y de ética en la gestión. Los mecanismos de control internos y las exigencias de liquidez a cumplir por parte de las autoridades les obligan a tomar medidas, pero su poder en la sombra influye de tal manera en las políticas económicas nacionales e internacionales que muchas decisiones acaban dependiendo de sí mismos.
Hacía dos semanas que KPMG había validado las cuentas añales de Silicon Valley Bank. Esta cremallera hace tiempo que no cierra o está rota del todo en muchos más bancos que los enfermos de estos días. Aunque la crisis del Lehman Brothers en 2008, obligó a cambiar de arriba abajo la operativa bancaria, hay que hilar mucho más fino para integrar definitivamente este servicio de los recursos de los inversores y de los clientes bajo el control social.
Pensiones
Cualquier solución para el sostenimiento de las pensiones implica incrementar la edad de jubilación; en esta línea avanzan la mayoría de los países. La mejor calidad y la mayor esperanza de vida de las poblaciones obliga a repensar los viejos parámetros de la salida del mundo laboral y la función de los seniors; una cosa muy diferente es si la fecha tiene que ser fija o móvil. Un gobierno lo ve claro, el francés, pero no tiene mayoría parlamentaria que lo avale y lo hace igualmente. La población quema las calles. La UE aprieta a todos los países de la Unión para hacer frente a la viabilidad de esta prestación indispensable del estado del bienestar. En Francia, que la bailen como quieran, ahora bien si queremos mantener el espíritu social europeo, esta cremallera tiene que cerrar tanto sí o sí.
El coste de la guerra
La asistencia militar internacional en Ucrania supera los 100.000 millones de euros. Desde febrero del año pasado, Rusia dedica mil millones diarios a la invasión. Los voluntarios de uno y de otro bando reciben 2.000 euros cada día. Los costes energéticos que ha generado en todo el mundo el conflicto y la inflación subsiguiente resultan imposible de cuantificar, pero es de unos cuantos billones de euros. La reconstrucción de Ucrania supondrá otro billón. Estas cifras estratosféricas y absurdas poco tienen que ver con los centenares de miles de muertos entre combatientes y civiles, y en la manera en que han sido asesinados. Matar por imponer unas ideas de expansión nacional es anacrónico; pero encarnizarse con la población civil es objeto de juicio y castigo por parte del Tribunal Penal Internacional de la Haia. Difícilmente la orden de arresto contra Putin por la presunción de haber cometido crímenes de guerra en la invasión de Ucrania le llegará a su despacho y lo sentará ante el tribunal: es más fácil juzgar a genocidas de países periféricos que no a los que tienen derecho de veto en el consejo de Seguridad de Naciones Unidas. A pesar de esto, es bueno, forzar la cremallera hasta el fondo; a veces, se arregla sola.