Una vez empezamos a tener claro que lo peor de la crisis sanitaria ya ha pasado, al menos por ahora, aparece con toda su crudeza la crisis económica y social que se deriva. Nunca antes, en toda la historia moderna, habíamos sufrido una crisis como esta, una crisis económica autoimpuesto. Haciendo una analogía con nuestro sistema respiratorio, es cómo si hubiéramos cortado la entrada de aire en nuestro organismo de forma voluntaria. Todos sabemos que la ausencia de oxígeno malogra nuestros órganos en diferente medida, y que según el tiempo durante el cual no entre oxígeno las consecuencias pueden ser más o menos graves.
Hemos hecho lo mismo, hemos cortado la actividad económica de golpe, poniendo en peligro el flujo de dinero y la cadena de pagos; creando una situación que resultará diferente para cada uno de los sectores de nuestra economía. Por la naturaleza de la crisis, queda claro que el sector servicios, sobre todo los servicios donde hay una gran interacción personal, será el más afectado y donde la recuperación será más lenta; estamos hablando, por ejemplo, del turismo, el pequeño comercio, la formación o el sector sociocultural. Las medidas de los gobiernos se han dirigido a suministrar oxígeno de forma forzada, intentando inyectar liquidez, y evitando a toda costa que se rompa la cadena de pagos.
"Hemos cortado la actividad económica de golpe, poniendo en peligro el flujo de dinero y la cadena de pagos; creando una situación que resultará diferente para cada uno de los sectores de nuestra economía"
Ante esta incierta situación, las empresas tienen dudas sobre cómo actuar, qué estrategia aplicar. En primer lugar se ha intentado proteger la caja, para prepararse para la incertidumbre. Ya sabemos que las empresas no mueren por la cuenta de explotación, sino por la caja. En este sentido, muchas de nuestras empresas han optado a la liquidez que ha generado la ICO, con toda la problemática que conocemos, pero que ha sido útil para prepararse para lo que vendrá; pero, una vez hecho esto, qué hay que hacer?
Para saber qué hacer, normalmente las personas y las organizaciones repasamos las situaciones vividas que nos han servido de aprendizaje. En concreto, tenemos muy presente la última crisis financiera global del 2008, donde había que prepararse para años de sufrimiento y de lenta recuperación. Hay que pensar que tardamos ocho años a recuperar el mismo índice de crecimiento del PIB en el Estado español. El índice de crecimiento del 3,8% del 2007 no se repitió hasta 2015. La pregunta es: hay que aplicar las mismas recetas de entonces?
Hay que entender la naturaleza de la crisis
Para responder a esta pregunta hay que entender la naturaleza de la crisis a la cual nos enfrentamos. La anterior crisis global daba pistas que la recuperación sería muy lenta, puesto que la base del crecimiento económico, la financiación y la confianza estaban gravemente malogrados. En este caso, no podemos decir lo mismo, los órganos todavía están intactos, a no ser que la falta de oxígeno continúe suficiente tiempo para malograrlos. Si observamos otros países que han pasado unos meses antes por la emergencia sanitaria, podemos asegurar que la recuperación será mucho más rápida que en la anterior crisis. Seguramente, dependiendo del sector, entre 6 y 18 meses, a pesar de que la falta de oxígeno mate muchas empresas. Lo que queda claro es que el grueso principal se mantendrá.
"Hay que tener los motores a punto, no descapitalitzarnos, sobre todo de nuestro capital humano; sin las personas clave de nuestra organización será muy complicado retomar el vuelo de manera rápida como esperamos que pase"
Por esta razón, desde mi punto de vista, a la hora de fijar estrategia hay que tener muy presente este hecho. No podemos perder los nervios y poner en marcha decisiones irreversibles que malogren nuestra capacidad de producción a medio plazo. Hay que tener los motores a punto, no descapitalitzarnos, sobre todo de nuestro capital humano; sin las personas clave de nuestra organización será muy complicado retomar el vuelo de manera rápida como esperamos que pase. Nos hace falta, por lo tanto, una mirada diaria a la evolución de los indicadores económicos, e ir tomando decisiones para no malograr nuestra cuenta de explotación pero que tampoco comporten un lastre en el futuro.
No es nada fácil, este compromiso, pero hay que hacerlo si queremos estar preparados para cuando la economía remonte el vuelo, y uno de los problemas es que esto no será igual para cada sector, la recuperación será esglaonada. Tenemos pues un gran reto por delante.