¿Camino hacia la desglobalización?

El politólogo Miquel Vila analiza el papel de la crisis del coronavirus en la transición hacia una globalización "conflictiva"

Gente andando por las calles de Hong Kong | iStock Gente andando por las calles de Hong Kong | iStock

Hace una década que empezó un proceso de transición de una globalización "cooperativa" hacia a una globalización "conflictiva", en que los riesgos de esta se perciben superiores a los beneficios. La covid-19 es una pieza que profundiza en esta dinámica. Pero esto no tendría que ser confundido con un proceso de "desglobalización". Hay quién plantea que el coronavirus está cambiando las lógicas de funcionamiento del mundo. Quizás las está mostrando más claramente. La pandemia no traerá nada genuinamente "nuevo", sino que será más bien un acelerador de tendencias que ya se pusieron en marcha a raíz de la crisis financiera de 2008.

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Nos encontraríamos ante un cambio de fase de la globalización, donde el marco del Estado recupera relevancia y donde Asia se presenta como el espacio central de la economía global. La pandemia es evidentemente fruto de vivir en un mundo conectado. La diferencia con aquello que hemos visto anteriormente es de percepción. Si bien antes externalidades negativas de la globalización se concentraban principalmente en la esfera económica o identitaria, ahora se le añade una noción más estrechamente ligada a la seguridad física.

El despertar del Estado

El Estado no ha "retornado", sino que se ha "despertado". O más bien, como explica Carles Ferreira, lo hemos hecho "nosotros". Se había hecho fuerte la fantasía cosmopolita en que existía una comunidad internacional encargada de resolver "los problemas del mundo". La realidad, sin embargo, ha sido muy diferente. Las organizaciones internacionales están formadas por estados y sometidas a sus intereses, tanto la ONU, la UE o como recientemente hemos visto, también la OMS.

Hemos visto de nuevo emerger las contradicciones del sur y el corazón de la UE abriendo, además, una ventana de oportunidad para China y Rusia

Sabemos además, que algunos estados son más iguales que otros. Durante los 90 y principios de los 2000, la hegemonía norteamericana y occidental daban la imagen de una comunidad internacional "cohesionada". En el momento en que el liderazgo de Washington se ha esfumado y Occidente se ha agrietado, las diferencias de intereses entre estados se han hecho evidentes. Sin ir más lejos, tanto en 2010 como en 2020, hemos visto de nuevo emerger las contradicciones del sur y el corazón de la UE abriendo, además, una ventana de oportunidad para China y Rusia, que acertadamente están mirando de aprovechar.

El caso de la covid-19 nos enseña cómo el despertar del estado es fruto justamente de la intensificación de las relaciones globales, no de su contracción. La razón de ser del estado es la de proteger a sus poblaciones ante los peligros del mundo. Más exposición en el mundo implica más riesgos. La anterior crisis ya puso esto de manifiesto. Cómo tenemos que encarar esta nueva fase de la globalización es, de hecho, de lo que hemos estado discutimos en los últimos diez años.

El futuro continúa siendo asiático

El modelo de relaciones que presenta Asia Oriental toma valor en un marco de conflicto y globalización. Ligado, sin embargo, más allá de su gestión de la crisis y del hecho evidente que China es el origen de la pandemia. En esta región, no se ha dejado de combinar una alta interconexión económica, con una fuerte preponderancia del marco del Estado-nación. Además de las cuestiones culturales, las tensiones geopolíticas en la región –o el hecho que en Asia la Guerra Fría nunca fue "fría"–, quizás nos ayudan a entender esta realidad.

Los estados occidentales no son estructuras disfuncionales; aunque algunos gobiernos se esfuercen en parecerlo

Marcos nacionales o estados fuertes, no se tienen que confundir, con un modelo político específico. La covid-19 nos tendría que servir para tener muy presente las palabras de Paragh Khanna cuando dice "que el futuro sea asiático, no quiere decir que sea chino". A pesar de la omnipresente propaganda de Beijing; Corea del Sur o Taiwán no sólo han gestionado bien la crisis, también están siendo proveedores globales de material médico. Así, a pesar de contar con sistemas diferentes, estos estados han puesto de relieve su capacidad de combinar fortaleza industrial y el desarrollo tecnológico, como la base de su sobiranismo.

Los estados occidentales no son estructuras disfuncionales; aunque algunos gobiernos se esfuercen en parecerlo. De una manera u otra, la mayoría se adaptarán a la nueva realidad de la globalización. A pesar de saber que hacer predicciones no acostumbra a pagar bien para quienes las hace, podemos divisar una salida en torno a un sobiranismo económico de base industrial. Este más que orientado hacia un horizonte autárquico, tendrá como referencia un marco de intensa competencia global, que va más allá del comercio.

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