Economía colaborativa, neoliberalismo desbocat?

El concepto hace años que circula, incluye bancos de alimentos y grandes multinacionales como Uber o Airbnb y ha venido para quedarse

Uber vale la mitad que Hercio y sólo es una app. Incluso superaría empresas como Nissan Motor o FedEx y ya vale el doble que Twitter. Una nueva ronda de financiación por 1.500 millones de dólares ha elevado el valor de la compañía a 50.000 millones. Con esta cifra, Uber acontece la start-up privada más valiosa de la economía colaborativa.

Por su parte, el crecimiento de Airbnb ha sido exponencial desde que la compañía fue fundada el 2008. Ahora mismo tiene más de un millón de habitaciones disponibles a casas y apartamentos – más plazas incluso que compañías hoteleras como Marriott. Hyatt tiene 450 hoteles; Airbnb, ninguno, pero vale más. La empresa de San Francisco gestiona más habitaciones que grandes compañías como Hilton en más de 34.000 ciudades y el año pasado tuvo una facturación de 450 millones de dólares.

Un concepto amplio favorecido por las TIC
Viquipèdia, Airbnb, Uber, Couchsurfing, Bancos del tiempo, BlaBlaCar, Avancar, Coursera, Walapop, pero también bancos del tiempo, mercados de intercambio, bancos de alimentos y un largo etcétera han surgido de la economía colaborativa. Este concepto tan ancho que incluye modelos de negocio, plataformas e iniciativas tan divergentes entre si ha venido para quedarse. Según la profesora Juliet Schor del Boston Collage, hay una clara diferenciación, entre las plataformas que están orientadas al beneficio económico y las que no; y a la vez hay otra división entre las que son peer tono peer (P2P) o business tono peer (B2P): así un banco del tiempo es una plataforma P2P sin ánimo de lucro, Airbnb es una plataforma P2P con ánimo de lucro, una cooperativa se incluiría en el grupo B2P sin ánimo de lucro y Avancar, B2P con ánimo de lucro.

Una definición cuidadosa del término es complicada de lograr, pero todas estas iniciativas tienen como denominador común la compartición entre iguales de bienes infrautilitzats o la prestación de servicios de pequeño valor económico, con el apoyo de Internet, redes sociales y las TIC. Se trata de un modelo basado enla economía de acceso y no en la economía de propiedad.

La idea es conectar aquello que la gente tiene con aquello que la gente necesita haciendo de  la reputaciónla nueva moneda. Muchas de estas iniciativas, plataformas o empresas, han desarrollado sistemas de reputación para compensar la carencia de información previa del usuario a la hora de acceder a los servicios o bienes que se ofrecen.

Uber contra los conductores
Todo y el buen rollo que desprende, no todo son flores y violas en la economía colaborativa: en los Estados Unidos, los conductores de Uber han visto como sus beneficios se han ido recortando a medida que a la empresa crecía. La empresa se queda el 20% de los beneficios de cada conductor y varían las tasas cuando quieren. Además, Uber se reserva el derecho de desactivar un conductor cuando le conviene. La empresa dobla los beneficios cada seis meses, actualmente está valorada en 40.000 millones de dólares. La compañía factura esta cantidad de dinero basándose en una red de miles de conductores que, técnicamente, no son empleados. El 2013 un conductor de Uber podía ganar entre 15 y 20 dólares la hora (miles de inmigrantes se compraron un coche sólo para apuntarse a la iniciativa). Actualmente los beneficios de los conductores han caído en picado. Uber alega que "los conductores pueden dejar la actividad si están insatisfechos". Centenares de conductores se manifestaron e incluso hicieron huelga protestando por los recortes en los EE.UU..

Conductores de Uber se manifiestan por los recortes de las tarifas (GYI)

La actividad de la compañía ha sido prohibida en el Estado español desde diciembre de 2014 después de numerosas manifestaciones y protestas de los taxistas. Uber entonces puso en marcha la página web uberlove.es, que recoge las muestras de apoyo de usuarios y conductores después de su cierre temporal, poniendo de manifiesto las diferencias entre amantes y detractores de la práctica.

Airbnb para pagar la hipoteca
Por el que hace Airbnb, en casa nuestra, la mayoría de los anfitriones que usan la plataforma emplean los ingresos de alquilar casa suya para pagar facturas, la hipoteca o el alquiler. Así lo reveló un estudio de la consultora Dwif Consulting. Este muestra que el 75% de las personas que alquilan un apartamento tienen ingresos por debajo de la media nacional.

Por Airbnb, Barcelona es la cuarta ciudad más popular después de Nueva York, Londres y París. Aparentemente, el beneficio por la capital catalana es enorme: 4.000 anfitriones han alojado 170.000 personas en un año, y el web ha generado una actividad económica de 128 millones de euros y más de 4.000 lugares de trabajo, aseguran.

El verano pasado la Generalitat multó Airbnb con 30.000 euros en una temporada llena de manifestaciones por las externalidades derivadas de la actividad de la empresa. El alquiler fraudulento de pisos a turistas comportó las quejas de los vecinos sobre todo del barrio de la Barceloneta. La empresa no es el primer golpe (ni será el último) que se encuentra de cara con la justicia. La primavera del 2014, la ciudad de Nueva York eliminó más de 2.000 habitaciones anunciadas en la plataforma porque no eran de particulares.

Es difícil diferenciar entre aquellos que alquilan una habitación de sus casas a través de Airbnb para sobrevivir en Barcelona y aquellos que alquilan pisos turísticos, pero para algunos esta parece la mejor manera porque el pastel del turismo quede repartido, aunque solamente sean migajas. El problema de fondo es la especulación que rompe el espíritu original de la plataforma: el de compartir. A título individual el propietario de un piso preferirá cobrar 400 euros a la semana que no 400 al mes.


La cabecera de una de las manifestaciones contra los pisos turísticos al barrio de la Barceloneta (ACN)

Otro tipo de capitalismo
Estas empresas han combinado el buen nombre del concepto "compartir" con las necesidades derivadas de la crisis y un "neoliberalismo desbocat trasladando el riesgo y las responsabilidades de las empresas a los trabajadores (o usuarios), debilitando las protecciones laborales", según dice Evgeny Morozov en un artículo de opinión al Financial Times.

El autor va más allá y afirma que "la economía colaborativa está teniendo un efecto pernicioso en la igualdad y las condiciones básicas del trabajo, puesto que es totalmente compatible con la lógica del mercado, está lejos de la valoración de las relaciones humanas y a favor de las ganancias, y está incluso amplificando los peores excesos del modelo económico dominante". En el contexto de la erosión de la ocupación a tiempo completo, el asalto a los sindicatos y la desaparición de los beneficios de salud y de seguros, sostiene que la economía se está acelerando en la transformación de los trabajadores en "emprendedores autónomos que tienen que pensar como marcas", haciendo que considere este nuevo modelo como "neoliberalismo con esteroides".

Regulación necesaria
Por su parte, la vieja economía ve en la economía colaborativa un enemigo a batir. El sector hotelero ve peligrar su corte del pastel. El sector del taxi se ha manifestado en contra Uber alegando que son competencia desleal. La patronal de los autobuses denunció BlaBlaCar porque los sacaba clientes. Alegan que este tipo de actividad no está regulada y no tiene las garantías que ofrece una empresa tradicional. La vieja economía se ve amenazada y los gobiernos se encuentran desorientados en este campo y normalmente se apuesta por la prohibición, que acaba siendo inútil y más propia de siglos pasados. La regulación de la economía colaborativa es uno de los grandes retos que plantea este emergente sector.

Una manifestación de taxistas cuenta Uber en Barcelona y una concentración de anfitriones de Airbnb reclamante regulación a la Plaza Santo Jaume (ACN)

Cómo afirma Albert Cañigueral en su libro Vivir mejor con menos, "la regulación, siempre que no sea entente como una prohibición o limitación de actividad, es buena y necesaria para el desarrollo de los proyectos, puesto que aportará más seguridad a todos los participantes. (...) No se puede simplificar el problema mediante la criminalización de un grupo cada vez más numeroso de ciudadanos".

En otros países se han hecho las primeras pasas con regulaciones ad hoc por este nuevo tipo de fenómenos. La misma Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), no obstante, ha afirmado en un borrador de consulta pública sobre el tema que "la ausencia de regulación podría ser, en algunos casos, la solución óptima". Y que, en todo caso, "si se diera una respuesta reguladora, se tiene que mirar por el interés general, no el interés de un grupo de operadores económicos". Uber y Airbnb (a pesar de que no sean representativas de la diversidad de sociedades del sector) no son pequeñas empresas desvalidas, sino potentes transnacionales con grandes recursos económicos y humanos. En definitiva, no se trata de afrontar una regulación punitiva, sino la regulación de la eficiencia y la innovación.

La Generalitat de Cataluña ha iniciado recientemente las gestiones por la regulación de la economía colaborativa. El departamento de empresa y Ocupación ha terminado un informe que defiende que hace falta virar la aproximación que se había hecho hasta ahora, del punitivo a facilitar el uso de estas plataformas. Este hecho comportará cambios de leyes y la creación de un consejo asesor.

Y precisamente la tendencia es que vaya además. Según dice Genís Roca, socio presidente de RocaSalvatella, "la historia nos muestra que cada vez que se incorpora un nuevo elemento en la red, los negocios y la producción varían. A medida que la Internet de las cosas avance veremos más y más vieja industria temblar".

La inclusión de las TIC en algo antiguo y lógico como el espíritu comunitario es una gran oportunidad que tiene potencial para cambiar el mundo. Y este cambio es necesario. Gobiernos, ciudadanos y agentes económicos (de la vieja y la nueva economía) se tienen que plantear cooperar por entomar el reto. Y más vale que lo hacemos pronto.
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