El caganer, que no falte

Las figuras de la navidad catalana son suficientemente relevantes en el imaginario del país como para suponer una inversión estable para hogares en todo el territorio

Los caganers más exitosos son un fiel reflexe de la cultura popular de cada año | ACN Los caganers más exitosos son un fiel reflexe de la cultura popular de cada año | ACN

En esta sociedad no eres nadie si no te replica un caganer; el culo, tanto da. Los caganers más comprados estos días son las réplicas de Xavi Hernández, de Messi - ahora con los colores del PSG repintados - Pere Aragonés, Kamala Harris, el influencer Ibai Llanos, Díaz Ayuso o los personajes principales de El Juego del Calamar de la serie de Netflix, Park Hae-soo, Lee Jung-jae y Jung Lo-yeon. El hecho que un caganer tenga tu cara y esté a la venta se cómo tener la Cruz de Sant Jordi, ser un Ninot en las Fallas o haber participado a la película La Ciutat Cremada de Antoni Ribas estrenada en 1976; la diferencia a favor del primero se que los Ninots se acaban quemando, y para figurar al film de Ribas tenías que pagar. El caganer, enganchado con pega o repintado, siempre aguanta. Por suerte, se difícil, por el momento, que te inmortalicen pagando. Sería una profanación de la tradición.

Van a menos los pesebres vivientes, aunque por todas partes hay asociaciones que los intentan mantener; decaen los impulsores, decaen los artesanos, y cada vez se más caro hacerlos rutllar. A pesar de esto, pocas casas, oficinas, comercios o iglesias dejan de incluir esta figura en cualquier ornamenta navideña, tanto si el espacio se grande y majestuoso cómo si se coloca en un palmo cuadrado. Es una forma de concebir las cosas en Catalunya, medio escatológica, medio de broma, totalmente irreverente. Eso sí, siempre muy emplazado en un rincón, el más trascendente del pesebre.

El caganer es una forma de concebir las cosas en Catalunya, medio escatológica, medio de broma, totalmente irreverente

El año pasado el caganer más vendido fue Fernando Simón, el portavoz de la pandemia. Hay que sueño universales cómo el Papa Francisco, Ferran Adrià, los hermanos Roca, Sigmund Freud o Nelson Mandela; se pueden encontrar todas las profesiones, como por ejemplo la de cantante, cómo el desafortunado Pau Donés, las kellys, los castellers o los políticos; y también toda la fauna de animales, banderas o superhéroes. Y, cómo no, el clásico labrador catalán con pantalones negros y camisa blanca, tocado de faja y barretina rojas; cada vez menos, con una pipa a la boca, evocando el fuego que lo acercaría a la imagen del demonio, según Jordi Bilbeny (El Caganer, el Dimoni, el fum i la visió transcendent, Institut Nova Història, 17/12/20).

En El Caganer de Jordi Arruga y Josep Mañà (Alta Fulla, 1992) se explica el origen a la época barroca, en los siglo XVII y XVIII, cómo una expresión del realismo exagerado. Se introduce al Pirineu catalán y aragonés y en el XIX aparecen un montón de romances que lo popularizan, aunque algunos, cómo Joan Amades, afirman que su origen se podría encontrar bastante antes, en el siglo XIV, en el Rosselló.

Churros y merengues

Un caganer en cada pesebre, como mínimo, escondido, multiplicado por los más de tres millones de hogares que hay en Catalunya, son muchos caganers haciendo trabajo. Pueden ser de cualquier materia primera, de aguja de gancho, de fieltro, de cartón, reciclados; o de barro, como la gran mayoría. Hemos descubiertos precios para todos los gustos. Desde los 6 euros, los reciclados, hasta cerca los 50 euros, que pudimos ver el otra día en una tienda de artesanía chic. Cuantovale.info ha analizado los precios del mercado a internet y confirma estas cifras. El dinero invertido históricamente por los catalanes en esta popular figura del pesebre representan unas cuántas decenas de millones de euros; está claro que ningún hogar se compra una al año, pero la reposición de las que se van rompiendo o agrietando y los coleccionistas hacen el resto.

Y si a esta cantidad le añadimos el coste del otra costumbre tradicional, el Tió, seguimos sumando. Se más sencillo que el caganer, un tronco de madera con patas, con barretina; un saco o una manta para liberarlo del frío del invierno. Algunos llegan espontáneamente a la casa; los que los compran los pueden encontrar en ciento euros, pero para hacerle hacer una cagadeta, basta con seis o diez euros, los más pequeños. Se ha ido desvinculando del vínculo histórico que los relacionaba con la missa del Gall, para pasar a ser más explotados por los niños. Son altamente productivos. No hay que sufrir. Comen poco y producen mucho más del que cuesta alimentarlos.

Estamos hablando de números y estamos mezclando cintas. Siento que se inútil intentar valorar económicamente ambos personajes tanto importantes de la Navidad. Porque, ¿cuánto vale la sorpresa del niño, la ilusión de los padres, el pisar de puntillas para evitar ser descubierto? Es mezclar churros con merengues.

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