"Hay muchos titulares, pero no hay ninguna razón de seguridad para dejar de invertir en Turquía", asegura a VIAempresa el agregado comercial del Consulado de Turquía, Bekir Aslaner. Por el representante del gobierno turco en Barcelona, las protestas son "gente concentrada en una pequeña zona de una ciudad concreta de un país". "Son hechos que pasan a todas las democracias, incluyendo Barcelona donde hay protestas regularmente y esto no afecta los negocios", añade.
Sidika Baysal Hatipoglu, abogada turca especializada en inversiones en el país, visitaba hace unos días Barcelona. Vestía de rojo y decía que lo hacía en solidaridad a los manifestantes. "No estamos buscando una primavera turca, sólo queremos ser escuchados", dice. Trabaja a unos metros de la plaza Taksim y recordaba que uno de los días álgidos de la protesta se disculpó de una cena con socios italianos para sumarse a los manifestantes.
Problemas de confianza
"Los manifestantes son tranquilos y pacíficos, se resolverá en unas elecciones, pero esto no tiene que perjudicar a las inversiones extranjeras", concluye. A pesar de esto, publicaciones como TheEconomist , referencia para las grandes empresas internacionales, no lo ven igual. "El país sigue dependiendo en gran medida de los flujos de capital, y por lo tanto en la confianza de los inversores extranjeros. Por eso, los mercados financieros se han deprimido a raíz de las protestas". Y destaca la gran dependencia turca del exterior y las caídas del 20% de la bolsa.
Clima inversor
"No tiene nada que ver con el clima empresarial positivo que hay en Turquía", reitera Aslaner, el representante comercial de Barcelona, sobre las protestas. Cuando habla de clima, se refiere a una serie de medidas que Turquía garantiza a los inversores internacionales y que ha presentado hace unos días en un acto a la Cámara de comercio de Barcelona.
En este sentido, los representantes empresariales y políticos turcos han destacado a las empresas catalanas que el país euroasiático cuenta con impuestos bajos e incentivos fiscales para ciertas inversiones industriales y tecnológicas. Del mismo modo, destacan su localización, las infraestructuras de bajo coste y el crecimiento espectacular en la última década: de 16 millones de tarjetas de crédito a 54 millones; de 13 millones de turistas a 31,8 millones. Ahora Turquía tiene que encarar los cambios sociales que van de la mano de su auge económico.
Sidika Baysal Hatipoglu, abogada turca especializada en inversiones en el país, visitaba hace unos días Barcelona. Vestía de rojo y decía que lo hacía en solidaridad a los manifestantes. "No estamos buscando una primavera turca, sólo queremos ser escuchados", dice. Trabaja a unos metros de la plaza Taksim y recordaba que uno de los días álgidos de la protesta se disculpó de una cena con socios italianos para sumarse a los manifestantes.
Problemas de confianza
"Los manifestantes son tranquilos y pacíficos, se resolverá en unas elecciones, pero esto no tiene que perjudicar a las inversiones extranjeras", concluye. A pesar de esto, publicaciones como TheEconomist , referencia para las grandes empresas internacionales, no lo ven igual. "El país sigue dependiendo en gran medida de los flujos de capital, y por lo tanto en la confianza de los inversores extranjeros. Por eso, los mercados financieros se han deprimido a raíz de las protestas". Y destaca la gran dependencia turca del exterior y las caídas del 20% de la bolsa.
Clima inversor
"No tiene nada que ver con el clima empresarial positivo que hay en Turquía", reitera Aslaner, el representante comercial de Barcelona, sobre las protestas. Cuando habla de clima, se refiere a una serie de medidas que Turquía garantiza a los inversores internacionales y que ha presentado hace unos días en un acto a la Cámara de comercio de Barcelona.
En este sentido, los representantes empresariales y políticos turcos han destacado a las empresas catalanas que el país euroasiático cuenta con impuestos bajos e incentivos fiscales para ciertas inversiones industriales y tecnológicas. Del mismo modo, destacan su localización, las infraestructuras de bajo coste y el crecimiento espectacular en la última década: de 16 millones de tarjetas de crédito a 54 millones; de 13 millones de turistas a 31,8 millones. Ahora Turquía tiene que encarar los cambios sociales que van de la mano de su auge económico.
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