Facturas y réditos de organizar un Mundial de fútbol

Rusia destina 14.000 millones de euros en el torneo más caro de la historia con la esperanza de haber invertido en la mejor campaña para su marca de país

El estadio Luzhnikí de Moscú iluminado por el Mundial de Rússia 2018 El estadio Luzhnikí de Moscú iluminado por el Mundial de Rússia 2018

Las selecciones de Rusia y Arabia Saudí inaugurarán a las cinco de la tarde de este jueves el Mundial de fútbol más caro de la historia. Según el diario económico ruso RBC, el gasto final, después de 35 reajustes del presupuesto, quedará en 883.000 millones de rublos. O, cosa que es el mismo, 14.000 millones de euros destinados a nuevas infraestructuras, refuerzo de la seguridad y revisión y construcción de los 12 campos que acogerán los partidos, como el nuevo estadio de Nizhni Novgorod (277 millones de dólares) lo de Kaliningrad (296 millones de dólares), el Luzhnikí de Moscú (411 millones de dólares) o el carísimo San Petersburgo Enarena (700 millones de euros). Cifras llamativas, pero no muy alejadas de los 11.600 millones que costó el mismo acontecimiento en el Brasil o los 10.000 millones que están presupuestados por el cercano Mundial catarí.

Rusia 2018 es el Mundial de fútbol más caro de la historia con un presupuesto de 14.000 millones de euros

Qué trae a un país a invertir estas cantidades por un macroaconteixement como este? "Desde el punto de vista de marca de país, las citas deportivas tienen un potencial único, puesto que concentran toda la atención mediática durante varios días. Por encima del espectáculo deportivo está toda la escenificación organizada alrededor, pensada para ser reproducida a través de la televisión", explica el investigador del Centro de Estudios Olímpicos de la UAB, Ferran Brunet.

El experto analiza todo el plan de inversiones de un acontecimiento como un Mundial de fútbol, que, según explica, clasifica las partidas por círculos concéntricos. "El primer círculo es el de las inversiones en instalaciones deportivas, que pueden interesar más o menos en función de los recintos que ya tiene el país; después encontramos la partida dedicada en transportes e infraestructuras, que tiene un gran interés local". En este caso, Brunet recuerda el caso de Barcelona 92, que comportó la construcción de las rondas a la ciudad o la línea ferroviaria que une la capital catalana con el Pirineo.

Brunet: "Desde el punto de vista de marca de país, las citas deportivas tienen un potencial único"

Después de la totxana hay que prever las características de las sedes y su catálogo de servicios, empezando por los hoteles. "Todo el mundo quiere ir a estos acontecimientos, por el que se pueden dar inversiones muy importantes especialmente en los lugares de gran atractivo turístico; y, en este sentido, también hay que prever una fuerte inversión en oficinas, puesto que estas ciudades normalmente van acompañadas de una generación importante de nuevos negocios". El último aspecto a tener en cuenta en el plan de inversiones es la vivienda. "Barcelona al 92 vendía de una crisis urbana e inmobiliaria importante y, de golpe, se vivió un boom con barrios nuevos, como la Villa Olímpica, que ofrecía espacio para 6.000 nuevos habitantes".

La selecció espanyola de futbol

Si todas estas inversiones tienen sentido, es porque también existe un plan de objetivos muy definido para las suyos. "El más importante es conseguir un impacto económico notable con, por ejemplo, el crecimiento del turismo antes y después del acontecimiento. También se busca un aumento en la notoriedad y conocimiento del país al mundo", explica el profesor de Sports Business a Esade y CEO de SPSG Consulting, Carles Cantó. Un ejemplo claro es el de Azerbaiyán, un país joven y desconocido que se situó al mapa gracias a citas como los Juegos Europeos de 2015, la Fórmula 1 o Eurovisión.

Una oportunidad por los países emergentes

Si algo han tenido en común los últimos Mundiales de fútbol, es que los países anfitrión han sido potencias emergentes o bien estados con voluntad de reivindicarse. Una tendencia que empezó con Suráfrica 2010, siguió con Brasil 2014 y ahora se repite con Rusia 2018 y Qatar 2022. Brunet considera que hay razones logísticas y políticas para entender por qué estos estados están acogiendo los últimos grandes acontecimientos. "Por un lado, las potencias clásicas ya tienen experiencia en la organización de estas citas y, sobre todo, ya tienen la mayor parte de las infraestructuras e instalaciones construidas, por el que el impacto final es muy limitado".

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En cuanto a las motivaciones políticas, el experto menciona los riesgos de presentar una propuesta para acoger un Mundial o unos Juegos Olímpicos. "A la hora de anunciar una candidatura se activa una gran oposición interna que, incluso, puede acabar con un referéndum que tumbe el proyecto, como en el caso de Barcelona-Pirineo 2022; pero, sobre todo, hay que pensar que los líderes que ponen en marcha la propuesta difícilmente serán los mismos que lo estrenen, y quien saca más rédito político es quien da la cara en la inauguración".

Los riesgos

El Mundial es una gran oportunidad para mostrar la mejor cara de un país, pero también puede sacar el peor si las cosas salen mal. El ejemplo más reciente es lo del Brasil, donde pocas horas antes de que la pelota empezara a rodar, todavía se veían trabajadores acabando a toda prisa las obras de los estadios, las quejas por los problemas de movilidad eran constantes y estadios fabulosos como el de Manaus, en pleno Amazonas, presentaron entradas pobrísimas por las dificultades para llegar. "Brasil es, en si mismo, un continente, y las distancias entre ciudades son de miles de kilómetros. Si a esto sumamos que las infraestructuras no estaban preparadas, el resultado es el desastre organizativo que vimos", concluye Brunet.

El otro gran riesgo es la gestión del legado. Siguiendo el mismo ejemplo del estadio de Manaus, la ciudad no tiene ningún equipo en las tres primeras divisiones del fútbol brasileño y su club más importante, el Nacional, tiene una asistencia mediana de 2.000 forofos al campo. Ridículo si tenemos en cuenta que la arena de la Amazonas tiene capacidad por 44.500 personas.

Un dels estadis d'Atenes 2004

Uno de los estadios de Atenas 2004

"En Atenas, por ejemplo, después de los Juegos Olímpicos del 2000 no habían decidido qué hacer con las instalaciones y aquella experiencia hizo que el Comité Olímpico tuviera más cuento que nunca el plan de legado de las candidaturas a la hora de escoger suyos", explica Cantó.

Brunet considera esta gestión del legado imprescindible, más teniendo en cuenta los ciclos económicos que vive toda ciudad candidata. "Después del crecimiento de los años de preparación, gracias a las múltiples inversiones, llega una fase de aterrizaje y reducción de los indicadores económicos que no se remonta, normalmente, hasta dos o tres años después".

Según el parecer del experto, la clave para superar esta resaca es mantener un alto nivel de inversión y la estabilidad institucional. "En Grecia se vivió una confrontación política muy importante después de los Juegos, y en el Brasil hubo una gran división política causada por los diferentes partidos que gobernaban a cada nivel de la administración". En este sentido, Brunet augura un buen postmundial tanto en Rusia como Qatar. "La unidad institucional es mucho más probable en países autoritarios".

Que empiece el espectáculo.

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