Macrogranjas, más allá del ruido

El ministro Alberto Garzón se ha equivocado de enemigo

La ganadería intensiva es necesaria para cubrir las necesidades de la población | EP La ganadería intensiva es necesaria para cubrir las necesidades de la población | EP

Las declaraciones del ministro Garzón han creado una fuerte y emocional reacción a diferentes niveles. El tema se ha escapado de los caminos de la objetividad y del debate técnico para entrar en el ámbito de la ideología y de la política populista. Y como reacción, hemos ido a parar al peor escenario de enfrentamiento político desde la derecha y extrema derecha. Entre otras cosas, el ministro ha dicho: "hay que diferenciar entre la ganadería industrial y la ganadería extensiva (...) esta (la extensiva) es sostenible, la que no es en ningún momento sostenible es la que llaman las de las macrogranjas". De este párrafo parece que esté equiparando las macrogranjas a toda la ganadería intensiva, es decir no estamos hablando de un tema de dimensión sino de la forma de producir. Si, tal y como parece, es así, está despreciando y, supuestamente, apostando por el cierre de todas las granjas intensivas bajo el argumento explícito de que "no son sostenibles". Por tanto, aproximadamente, se está refiriendo al 90% de la ganadería española, que supone un 40% de la producción agraria, sin tener en cuenta el volumen de negocio que representa la industria de transformación cárnica, una de las industrias más importantes del país.

¿De qué estamos hablando?

Para hablar de este tema hay que salir del ruido mediático y analizarlo serenamente, sin miedo, con datos objetivos, en el seno de un análisis técnico. Venimos de un desarrollo desbocado y depredador, no solo respecto a la ganadería sino en todos los campos. Hemos destruido biodiversidad, contaminado aguas, suelos y aire. ¿Quién lo ha hecho? Nosotros. Pero, qué sectores: el químico, el transporte, las telecomunicaciones y la electrónica, la construcción, etc. Y la agricultura y la agroalimentación también. Tarde, pero los hechos nos han hecho llegar a la conclusión de que teníamos que cambiar y teníamos que apostar por un sistema económico sostenible, que no traspasara los límites planetarios y recuperara los equilibrios en lo posible. Hemos empezado tarde (y eso incluye la ganadería) y por el camino hemos contaminado y hemos excedido los límites razonables de carga ganadera desde un punto de vista medioambiental.

La gravedad del problema ha hecho reaccionar al mundo entero con acuerdos importantes en las cumbres de cambio climático y en el diseño de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Atendiendo a estos acuerdos, la Unión Europea ha establecido las guías para abordar la gran transformación que nos debe permitir mitigar el cambio climático y recuperar los equilibrios medioambientales. El Pacto Verde o Green Deal es la vía que la Unión Europea propone. El camino está trazado, las estrategias "del campo a la mesa" y la estrategia de la "biodiversidad" establecen un conjunto de medidas hacia la meta de 2030 en el seno de un proceso hacia la sostenibilidad medioambiental y la lucha contra el cambio climático. Son medidas tales como: mejoras en el bienestar animal en la granja y en el transporte, en el uso de los antibióticos, en la organización de la granja y en la gestión de los purines y en la superficie agrícola necesaria (y por tanto la densidad ganadera admisible) para reducir de forma radical las emisiones tanto de metano como de óxido nitroso, etc. Con esta finalidad se están utilizando técnicas cada vez más avanzadas (big data, inteligencia artificial, genética, diseño funcional de las granjas, etc) hacia la ganadería de precisión, una ganadería que minimiza inputs, maximiza eficiencia y reduce emisiones. Son medidas costosas que suponen un esfuerzo importante para los ganaderos, pero estos las están asumiendo. Son medidas de mejora que, sin embargo, requieren tiempo. Al mismo tiempo se está orientando el consumo hacia los productos vegetales, promoviendo la producción ecológica y, al mismo tiempo, impulsando el desarrollo y el consumo de proteínas alternativas (insectos, algas,...).

La dimensión de las macrogranjas también puede ayudar a destruir el tejido de granjas más pequeñas (mayoritarias) que sostienen la vitalidad rural

Se está haciendo camino. En quince años, según Interporc, el sector ha reducido un 38 % las emisiones de metano. En pocos años se han reestructurado todas las granjas de acuerdo con nuevos criterios de bienestar animal. El concepto "one helth" ha transformado la utilización de los antibióticos en la ganadería, estos han dejado de ser una herramienta de producción para limitarse a su rol vinculado a la salud de los animales. En general el sector cárnico-ganadero ha sido un sector innovador y competitivo en genética, nutrición, seguridad y calidad de la carne". Al mismo tiempo, desde el decreto 153/2019, de 3 de julio, de gestión de la fertilización del suelo y de las deyecciones ganaderas en Catalunya (aunque muy tarde) se han concretado medidas efectivas para evitar los impactos medioambientales de las granjas. A pesar de los progresos, sin embargo, aún queda mucho camino.

A pesar de todo, abordar el tema de las macrogranjas es conveniente. La dimensión, si bien suele ir vinculada potencialmente a la eficiencia, también puede ayudar a destruir el tejido de granjas más pequeñas (mayoritarias) que sostienen la vitalidad rural. En cualquier caso, si se estableciera un tope a la dimensión habría que definir bien las medidas dado que los requerimientos de sostenibilidad solamente permiten la viabilidad a partir de determinados volúmenes de producción en la granja o bien que las granjas estén dentro de estructuras integradas. Y, en cualquier caso, sería necesario que estos topes fueran definidos por la Unión Europea con el fin de evitar relaciones comerciales desiguales dentro de la UE. Finalmente, hay que decirlo, aunque suene a blasfemia en algún entorno, una granja porcina o avícola intensiva moderna es, potencialmente, menos contaminante y menos emisora de gases efecto invernadero que la extensiva equivalente en carga ganadera. Recordemos que los objetivos de la sostenibilidad no son estéticos, son, principalmente, limitar los gases efecto invernadero y alimentar a la población mundial.

El error del ministro Garzón

El ministro Garzón se ha equivocado. Ha hecho unas declaraciones gravemente irresponsables, ha hecho afirmaciones falsas sobre la calidad de la carne como hecho representativo de un sector y ha faltado al respeto a los ganaderos. Hay que saber que todas las granjas (salvo excepciones posibles), a las que ha despreciado el ministro, cumplen las leyes. Estas granjas, los mataderos y las empresas cárnicas están sometidas a controles de calidad rigurosos. El ministro lo sabe porque es el responsable de controlarlo. Con sus afirmaciones el ministro se aleja de las orientaciones de la Unión Europea y desprecia los esfuerzos que está haciendo el sector hacia la sostenibilidad. Quizás queriendo ser el mejor alumno se ha convertido en el más bobo.

De hecho, implícitamente, ha apostado por una destrucción económica sin precedentes. Hay que explicar al ministro Garzón por qué en Catalunya y Aragón, sobre todo, hay tanta ganadería intensiva. La respuesta proviene de la dificultad. Hablamos de un país de montañas y poca agua, es difícil construir aquí una agricultura competitiva. Ante esto se fue a buscar la tierra y el agua que no teníamos -en forma virtual- a países que lo tenían en abundancia en forma de soja y cereales. Se añadió valor a través de la producción ganadera y transformación cárnica, con un sistema que ha mostrado su eficiencia como es la integración ganadera. Esta decisión inteligente de los años cincuenta y sesenta permitió retener a la población en el territorio e impulsar la industria alimentaria. La alternativa era la pobreza y el despoblamiento. Desvirtuar los valores de esta opción es difícil de entender. Más aún cuando se dirige contra las bases del primer sector productivo del país, un sector que moviliza directa o indirectamente a muchos miles de trabajadores y es clave en el equilibrio territorial. Un sector que se está adaptando rápidamente a los requerimientos del escenario siglo XXI y, al que, hay que darle margen de tiempo y estímulos, no hostilidad y desinformación.

Si la decisión política fuera liquidar la ganadería intensiva nunca tendría sentido hacerlo demonizando el sector, sino asumir el problema y acompañar al sector con las soluciones

Al ministro le molesta la ganadería industrial y la ganadería intensiva. Hay que explicarle al ministro los límites de una producción suficiente para alimentar a la población, un tema que no parece importarle mucho. Mientras la carne sea un producto de gran consumo, su producción será mayoritariamente intensiva porque es la forma eficiente para poder alimentar a toda la población a un precio asequible. Asimismo, en general, la agricultura capaz de alimentar a la población será mayoritariamente "industrial" e intensiva. Lógicamente, habrá siempre una agricultura y ganadería diferenciada por calidad, más selecta y más cara, pero esto no desmerece la alta calidad de los estándares que se exigen a toda la producción de la Unión Europea. Es necesario, sin duda, acabar con los dogmas y los ataques a la agricultura real. La FAO ha apostado clara y explícitamente por lo que llama intensificación sostenible donde la tecnología, la agroecología y la bioeconomía circular juegan un papel decisivo hacia la eficiencia y la reducción de impactos medioambientales.

En cualquier caso, si la decisión política fuera liquidar la ganadería intensiva, con todo lo que significaría a nivel económico, social, de equilibrio territorial y de producción agraria e industrial, nunca tendría sentido hacerlo demonizando el sector. Al contrario, habría que asumir el problema y acompañar al sector con las soluciones. Por otro lado, si el ministro Garzón creyera que debe cerrar las granjas, lo que debería hacer es impulsar una nueva ley que le autorizara a hacerlo, en lugar de promover su destrucción desde un diario extranjero.

Sin rectificación

Pero, el ministro no ha corregido, al contrario. Es más, detrás de sus declaraciones, desde entornos afines, incluyendo la vicepresidenta del gobierno Yolanda Díaz, ha habido un alud de posiciones públicas de apoyo. Cuesta entender que se defienda a ojos cerrados unas declaraciones desafortunadas. ¿Por qué se hace? Porque el tema no son las macrogranjas, el tema es la agricultura moderna desde un ideologismo dogmático y opaco a la realidad. Con llamamientos a la "sostenibilidad" se están defendiendo las políticas más insostenibles. Las macrogranjas son hoy el ariete con el que el eco-esteticismo urbano intenta dinamitar las bases legítimas de la agroalimentación moderna, contraponiéndola a un modelo romántico y utópico que, en cualquier caso, es incapaz de cumplir el principal objetivo del sector agroalimentario que es el de alimentar a todo el mundo con seguridad y de manera sostenible. A la vez, están manifestando una gran irresponsabilidad económica y social en relación a los objetivos de desarrollo del país hacia una economía sostenible. En lugar de darse cuenta del rol clave de la agricultura a la hora de las soluciones en el escenario del siglo XXI, se criminaliza su actividad, se maltrata su imagen, e, implícitamente, se promueve el despoblamiento. Se están equivocando de enemigo y están causando dolor a un colectivo (los campesinos) que se merece respeto y reconocimiento y que es esencial para salir del problema medioambiental actual.

El ministro Garzón debería haberse disculpado y, si piensa que no lo hemos entendido lo suficientemente bien, ha tenido la oportunidad de explicarse mejor. No lo ha hecho, al contrario. Ha causado una fuerte inquietud en el sector ganadero y ha hecho un regalo magnífico a los adversarios de su gobierno. Un despropósito que merece urgentemente su dimisión.

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