Making of Santiago Segurola

En la vida nunca puedes dar nada por seguro porque cuando menos te lo esperas, hay un giro de guión

Santi Segurola haciendo la entrevista vía Zoom. | Cedida Santi Segurola haciendo la entrevista vía Zoom. | Cedida

En la vida nunca puedes dar nada por seguro porque cuando menos te lo esperas hay un giro de guión que rompe todos los planes esbozados cuidadosamente durante el tiempo y te devuelve a la casilla de salida. Uno de estos puntos de giro lo sufrimos en primera persona los miembros de La Milanesa el pasado martes día 14, cuando nos disponíamos a entrevistar al gran Santiago Segurola. Hasta la mañana, todo iba como un reloj, nuestro invitado había llegado expresamente desde Madrid y ya se encontraba en la ciudad dispuesto a soltar todo su conocimiento ante los micrófonos y las libretas de apuntes de La Milanesa. El restaurante Fishhh! de Lluís de Buen lo tenía todo preparado para acogernos durante la entrevista y la cena posterior. En resumen, todo estaba a punto.

Pero escasas horas antes del encuentro saltaron todas las alarmas: durante el viaje hacia Barcelona, Segurola se había encontrado mal y cuando llegó a la Estación de Sants tomó la sabia decisión de hacerse una prueba Covid. El resulta fue positivo, o sea, negativo para él y para La Milanesa, de forma que tuvimos que suspenderlo todo rápidamente. El periodista vizcaíno tuvo que buscar un lugar para confinarse en Barcelona, ante la imposibilidad de volver a casa; optó por un hotel especialmente habilitado para estos casos en la zona norte de la ciudad, donde se ha pasado encerrado diez días, lo que nos permitimos suponer que habrá sido una tortura china para un hombre tan activo y acostumbrado a moverse por todas partes. Pero no sufran, más allá del aburrimiento de estar encerrado entre cuatro paredes, su estado de salud ha sido suficientemente bueno durante todo este tiempo y no se divisa ninguna secuela relevante.

Todo el mundo empieza a tener claro que La Milanesa no se rinde ante nada, así que propusimos a Segurola hacer el encuentro por videoconferencia desde su madriguera, oferta que amablemente aceptó y el resultado de la cual tienen a su disposición aquí al lado.

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La conversación la llevamos a cabo el martes 21, sin que las circunstancias nos permitieran dejar atrás las angustias que habíamos pasado desde que la PCR salió positiva; si primero los momentos de pánico eran causados por las dudas de si podríamos hablar con Segurola, y así cumplir con nuestros seguidores, durante el momento clave los problemas nos los provocó la tecnología, que en pleno siglo XXI continúa dándonos sustos más a menudo de lo que sería deseable. Superados los diversos problemas técnicos asociados a estas aplicaciones tan de moda para hacer videoconferencias, procedimos a conversar -y a disfrutar como enanos- del gran Santiago Segurola.

Dotado de un discurso sólido y entendedor, el cronista vizcaíno respondió nuestras preguntas con explicaciones profusas sobre cualquier de los temas planteados. Durante más de una hora intensa, por nuestras pantallas se deslizaron temas apasionantes como la situación del Barça actual -el Titanic, en palabras de él mismo-, el periodo Rosell-Bartomeu, la gestión de Xavi y la juventud que se incorpora al primer equipo, la salida de Messi, el futuro del fútbol, y por supuesto, nombres propios cómo Joan Laporta, Pep Guardiola, Florentino Pérez o Javier Tebas. No es por ánimo de alabar nuestro invitado, pero no hay duda de que Segurola es hoy -y desde hace tiempo- uno de los mejores analistas sobre fútbol y todo lo que lo rodea, en una élite intelectual tan reducida que no va más allá de tres o cuatro nombres. Cuando la metáfora queda lejos de ser una figura literaria cargante para resultar una herramienta para comprender un concepto complejo, quiere decir que quien lo utiliza tiene buen discurso y sabe de lo que habla; este es justo el caso de Segurola, capaz de comparar su Athletic Club de valores tradicionales con una tienda de delicatessen frente a los hipermercados que representan los gran clubes europeos. En resumen, una conversación para lamerse los dedos, a pesar de que en este caso nos vimos obligados a permutar el Fishhh! por nuestros respectivos hogares o madrigueras de confinamiento.

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