Más tecnología y menos construcción

Un nuevo análisis del economista Ivan Aguilar reflexiona sobre por qué hay que trabajar para tener más fuerza industrial y tecnológica y menos dependencia del totxo

El papel de la regulación y de la inversión pública en una economía de mercado tiene el objetivo de incrementar la productividad de los factores de producción, que son el capital y el trabajo. Cuando otros leit motiv entran en juego, el coste es elevado y fácil que provoquen una caída elevada y sostenida de la productividad y, por lo tanto, de los salarios y de los beneficios empresariales. Las consecuencias no se limitan en el canal de inversión de las pymes, sino que alteran todas las reglas de asignación del capital conocidas.

Los sectores que son intensivos en crédito bancario y, por lo tanto, sensibles a los tipos de interés, sufren una gran devastación a medida que los precios residenciales aumenten (y con ellos, los tipos de interés) y el resultado es que este capital huye hacia sectores no dependientes del sector financiero cómo es el turismo, el ocio y servicios asociados. La investigación científica y la innovación sufren muchas dificultades, puesto que son intensivas en el uso de recursos bancarios y financieros como la industria o las tecnologías de la información. La lección es que la ciencia y la tecnología necesita la competencia para su correcto desarrollo y que conseguir estándares elevados no es sólo un tema de dinero, sino también de incentivos y buena regulación.

Un giro a la inversión
Los cambios estructurales no son rápidos ni sencillos de realizar pero creo que hacen falta algunas medidas para corregir estos desequilibrios. La primera es repensar toda la política de inversión pública. Las infraestructuras son vitales sólo si responden a una demanda existente no satisfecha pero su impacto sobre el PIB es negativo vía productividad si se limitan a trasladar demanda de un lugar al otro. En nuestro país las infraestructuras de este último tipo son de las más habituales y el impacto sobre las empresas catalanas es muy pernicioso. La inversión en infraestructuras urbanas tiene un impacto enorme sobre los precios de la propiedad residencial y, cómo hemos comprobado después de la Gran Recesión, un efecto muy pernicioso sobre las finanzas públicas y los fundamentales macroeconómicos catalanes.

Los países que acreditan niveles de vida más elevados hacen contención de la obra civil y son más intensivos en gasto público corriendo a la vez que tienen regulación que incentiva la competencia y la flexibilidad. La financiación es un bien escaso y un abuso en un sector implica la reducción en el resto. La regulación no tiene que impedir que el capital vaya a los sectores con poco valor añadido como la construcción y la obra civil. Hay que destacar que los efectos no se reducen a la oferta de crédito sino que la demanda también se ve profundamente afectada. El aumento de la proporción de la renta que las familias gastan al comprar o alquilar vivienda estresa el resto de sectores y la estructura económica.

El tamaño de las empresas es una barrera importante para impulsar con fuerza el sector tecnológico e industrial debido a la ausencia de economías de escalera. Uno de los grandes debates actuales es que hay que hacer para tener más industria y menos construcción. La política de austeridad fiscal ha reducido significativamente el gasto en obra civil y no es extraño que, en combinación con los bajos tipos de interés, la industria catalana esté en pleno auge los últimos años. La mala noticia es que las reformas regulatorias en materia de competencia han sido inexistentes y que, por lo tanto, esta industria se fundamenta en empresas demasiado pequeñas que quebrarán enseguida que el ciclo cambie de signo. El reto es, pues, conseguir que estas empresas crezcan y estén fuertemente capitalizadas y sean resistentes durante las recesiones. Esto sólo lo podemos conseguir mediante la contención del sector de la construcción y vía regulación.

La financiación que saca el tranvía por la Diagonal
Una política de inversión pública conservadora en obra civil permitirá ayudar a contener los precios inmobiliarios y obligará al sistema financiero a reducir su dependencia del sector público. Para hacernos una idea: el sistema bancario español o italiano tiene un 9% de deuda pública a su balance por un 3% en Alemania. En los países del centro o norteño de Europa lo más habitual es no llegar al 2%. Este diferencial supone toneladas de financiación para las empresas y mucho más valor añadido y es que el coste de oportunidad de la obra civil no sólo es elevado sino que perdura durante muchos años.

En este sentido, no parece que nada haya cambiado, debates como el del tranvía versus cubrir la Diagonal sólo hace que incentivar en los bancos a denegar crédito al sector industrial y tecnológico y esperar estas políticas que los aseguran rentas sin riesgo. El gobierno municipal haría bien no haciendo ninguno de las dos obras porque ambas están concebidas para impactar sobre el precio de la vivienda y ninguno de las dos responde a una demanda sin satisfacer. Ambas tienen un impacto negativo sobre el PIB catalán a medio plazo.

Por otro lado, la regulación. Qué tipo de regulación necesita Cataluña? Pues no hay que inventar demasiado. Las barreras y los controles tienen costes de transacción muy elevados en términos de economía sumergida, así que la transparencia y la libertad económica son obligadas y, además, aumentan ostensiblemente la recaudación. La literatura es muy clara al respeto, el mercado laboral y el sistema fiscal son ambos muy anormales y excesivamente rígidos porque en los ciclos recesivos son una carga muy pesada para las pymes. Cerrar solo ser mucho más barato que aplicar planes de viabilidad. Los sectores llamados estratégicos destacan todos para tener un coste elevado, tanto por el sector privado como por el público. Energía, Infraestructuras, Transporte, Telecomunicaciones o Finanzas son ejemplos muy conocidos y una barrera importante para el crecimiento de las pymes. Al background institucional formal hay que añadir también el informal.

No nos hacen falta más empresas
Cataluña (y España) se caracteriza para tener empresas mucho más pequeñas que los países donde los sectores manufacturer y tecnológico están muy implantados. Concretamente, la diferencia rae en la ausencia de empresas medias y grandes. Cómo he comentado antes, las pymes no crecen y la relación activo/fondos propios es demasiado elevada. Hay que incentivar la dotación del patrimonio limpio y para conseguirlo, la flexibilidad de los mercados es la única forma efectiva conocida. En este sentido, el discurso mainstream sobre los emprendedores no es el mejor porque no nos hacen falta más microempresas sino que las existentes puedan crecer y ser competitivas.

En definitiva, ningún país rico del mundo lo es a base de impulsar el precio de la vivienda y de imponer barreras a la actividad económica. Las casi inexistentes reformas estructurales después de la Gran Recesión suponen que el cambio de la estructura productiva de la economía catalana iniciado el 2013 se revertirá tan pronto como las restricciones fiscales desaparezcan o venga otra recesión.

Este artículo es la continuación de un primer volumen "El impacto de la construcción en un país de pymes".
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