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Genís Roca analiza el espacio público como "zona de conflicto" para empresarios

El empresario ante la política. | iStock El empresario ante la política. | iStock

En el siglo XIX quien quería una aventura organizaba una expedición. Se dotaba de conocimientos, tecnología y valor y se iba a la conquista del Polo Norte o a buscar las fuentes del Orinoco. En cambio, en el siglo XX donde encontrábamos a las personas aventureras era en los proyectos empresariales: gente que se dotaba de conocimientos, tecnología y valor para sacar adelante un proyecto, llevarlo al mercado y tratar de ser competitivo.  En los dos casos sus iniciativas tenían impacto social, y no sólo por la creación de puestos de trabajo, sino también de conocimiento.

Catalunya tiene una buena retahíla de ejemplos que confirman que estos emprendedores del siglo XIX e inicios del XX tenían inquietudes sociales y culturales además de las económicas, que si bien es cierto que necesitaron recibir la presión correctiva por ejemplo de los movimientos sindicales, también es cierto que se implicaron en promover museos, construir auditorios, impulsar editoriales o crear instituciones. Tener una empresa relevante implicaba formar parte activa de la sociedad, participar de los debates, asumir un rol público e implicarse en intereses colectivos no sólo económicos.

Tener una empresa relevante implicaba formar parte activa de la sociedad, participar de los debates, asumir un rol público e implicarse en intereses colectivos

A partir de la segunda mitad del siglo XX se aceleran los procesos de concentración empresarial ya en clave continental. La competitividad depende de la escalabilidad y mientras Francia o Alemania salen de compras para crear grandes grupos empresariales, en Catalunya muchos de los herederos se venden las fábricas y las industrias, para dejar de ser empresarios y dedicarse a comprar tocho, gestionar patrimonio, mover dinero… y a la vez que mutan a financieros dejan de ser actores sociales. Abandonan el espacio público y optan por adoptar un perfil mucho más discreto. El proceso es muy evidente.

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Al frente de nuestras principales organizaciones empresariales tenemos a políticos, ejecutivos de multinacional o incluso empleados, pero empresarios pocos. Como mucho los encuentras discretamente en un segundo término, pero desaparecen rápidamente si se pide que tomen demasiada visibilidad. Ya no hacen bibliotecas, ni museos ni auditorios. Y si lo hacen, mejor que no se sepa demasiado. La excepción es el pequeño comercio, los empresarios del loca a pie de calle, implicados y activos como nunca porque están luchando por sobrevivir.

El espacio público 

Tenemos el espacio público gravemente deteriorado, porque las personas que más podrían ofrecer no están dispuestas a asumir el desgaste que comporta dejarse ver y expresar opinión. Si participas en el espacio público quedas gravemente expuesto, digas lo que digas, hagas lo que hagas. Se examinará donde vives, qué dices, dónde vas, qué haces, cuánto ganas… y nunca, nunca, se agradecerá lo que puedas intentar, porque el ruido siempre será más fuerte que la música.

El espacio público es zona de conflicto, y es raro encontrar gente dispuesta a recibir palos de una manera tan gratuita. Es necesario que desde la sociedad civil 

Nos quejamos mucho de los políticos que nos representan, pero debemos reconocer que tampoco estamos demasiado mejor en cuanto a los empresarios que nos representan, los sindicalistas que nos representan, o quien sea que pretenda representarnos. El espacio público es zona de conflicto, y es raro encontrar gente dispuesta a recibir palos de una manera tan gratuita. Es necesario que desde la sociedad civil encontremos maneras de estar ahí y ayudar, porque necesitamos ayuda.

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