No todo está en venta

Hay un grupo de empresas que actúan al margen de ideologías y que se aprovechan la ocasión del hambre, las sequías y las guerras

 Si el mundo está en venta, los valores para mantener una sociedad imperfecta pero mejorable, no lo están | iStock Si el mundo está en venta, los valores para mantener una sociedad imperfecta pero mejorable, no lo están | iStock

Poca gente y pocos gobiernos están en contra de intervenir los precios del gas u otras energías, de reducir los impuestos en el consumo de las energías, o de grabar las ganancias extraordinarias de las compañías que están haciendo su agosto con la escalada generalizada de los precios. El gobierno de la UE lo tiene claro y la mayoría de los 27 están buscando cómo traducir en su casa la forma más adecuada para enfriar la inflación provocada. Estamos a tocar de un cambio radical en la formación de los precios, parecido a lo que significaron en su momento Bretton Woods el 1971, rompiendo con el patrón del oro, el nacimiento de la OPEP, cuadruplicando el precio del petróleo en 1974, o después del hundimiento de Lehman Brothers, provocando la crisis del 2008, muy mal resuelta. Se trata de una oportunidad de replantear los mercados, modernizarlos, sin estigmatizar palabras como intervenir o grabar las ganancias antisociales, reequilibrar rentas para evitar que la estructura económica provoque daños irreparables.

La mayoría de los 27 miembros de la UE están buscando la forma más adecuada para enfriar la inflación

Analizando la evolución de la inflación de los últimos meses, aparecen factores más o menos estructurales, como por ejemplo el aumento de los costes intrínsecos de las mismas materias primas y de los logísticos del transporte, a consecuencia de los cambios geopolíticos o del desgaste de los modelos productivos; y factores coadyuvantes, como por ejemplo la pandemia y la invasión rusa a Ucrania. Nadie dudaría de los segundos, que provocan cambios bruscos en la situación, imprevistos, que aniquilan viejas necesidades y crean de nuevas, a la vez que generan la carencia radical de determinados productos y abundancia de otros. Ni tampoco de los primeros, de los estructurales, que desde hace tiempo se han ido forjando. La tormenta perfecta ha llegado en el 2022. Ahora bien, ¿justifican ambos factores el brutal aumento experimentado en las materias primas el estruendo provocado?

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Condicionantes externos

Los precios se construyen en cada momento particular de acuerdo con tres elementos: los costes que estructuran los productores, los que añaden los transformadores y los distribuidores diversos, y los valores que otorgan los clientes, atendiendo los condicionantes politicojurídicos y de entorno en cada país y momento. En medio de estas tres, aparecen muchas fuerzas que impulsan el mercado, poco transparentes, poco medibles, poco sociales: "Es la economía, estúpido", le decía Clinton en la campaña electoral norteamericana de 1992 a Bush padre, al cual venció. El equilibrio inestable entre las tres fuerzas lo hacen marchar, mientras las gestiones habilidosas de muchos aprovechan la ocasión, como el actual, para alterar los precios de las cosas.

Tanto cuando el precio se construía bajo mecanismos clásicos, determinados directamente por los costes de producción y distribución, como cuando a partir del low cost se ha ido desarrollando desde la perspectiva del valor que otorgan a cada cosa los clientes, el resultado de las transacciones se forja en cada momento a través de demasiados condicionantes externos. Solo hay que leer El mundo está en venta, de los periodistas de Bloomberg, Javier Blay y Jack Frachy (Península, 2021) para confirmarlo. El libro repasa la geopolítica mundial de las últimas décadas: Gamal Abdel Nasser y la nacionalización del Canal de Suez; Israel y la comercialización del petróleo iraní a través del oleoducto Eilat Ascalón; las relaciones China- Rusia-USA; Cuba; Sadam Husseín e Irán; Rusia y el salvaje este de los años noventa; Libia y el derribo del coronel Gadafi; Mobutu, Kabila y la República Democrática del Congo; la guerra civil de Angola, o la irrupción petroestratégica de los Emiratos Árabes o del Isis. No hay país del mundo donde haya habido algún conflicto en el cual los comerciantes de materias primes no hayan participado. Política, por un lado, y comercialización de materias primas por encima o por debajo de los gobiernos, de los bloques, de las normas de las bolsas, de las leyes antitrust y de las investigaciones a los juzgados o a las comisiones parlamentarias.

Es un mundo oscuro. De capitales fantasma que aparecen y desaparecen. Lleno de corrupciones.

Desconocía el nombre de algunas de las empresas dedicadas a este sottogoverno (gobierno en la sombra): Philipp Brothers o Cargill, primero; y Vitol, Trafigura, March Rich + CO, Glencore, Xstrata, Yukos y Gunvor en los últimos años. No se trata de comprar y vender con un margen. Negocian con el que haga falta: carbón, petróleo, aluminio, litio, metales, azúcar, cuero, diamantes, grano... Y lo hacen al margen de las ideologías, de los tratados entre países, de los embargos, de las leyes antitrust o de las investigaciones oficiales de sus parlamentos. Han derrocado gobiernos, han mantenido unos cuantos. Es un mundo oscuro. De capitales fantasma que aparecen y desaparecen. Lleno de corrupciones. Que se maneja a través de comisiones ilegales y paraísos fiscales. Que tuerce los mercados de futuros. Que aprovecha la ocasión del hambre, de las sequías, de las guerras. Es decir, actúa como cloaca de las que todo el mundo se desentiende, pero de las que todos hacen uso. Oficialmente lo ignoran, pero les dejan hacer para conseguir que esté la materia prima en el lugar adecuado en el momento oportuno.

¿Quién se resiente de este modelo? El precio final de las cosas. Es legítimo espabilarse y obtener beneficio para realizar una transacción, pero hay topes que se han superado ampliamente. Es bueno aprender de cada momento histórico. La digitalización facilita información suficiente a los legisladores, a los gobernantes y a los jueces para actuar; y el tsunami legislativo de la UE, también; de hecho, se empieza a aplicar a finales de este año, establece claramente que las empresas europeas no podrán actuar al margen de los criterios de sostenibilidad y ética, y que lo tendrán que especificar a sus balances contables.

Si el mundo está en venta, como titulan su libro Blay y Frachy, los valores para mantener una sociedad imperfecta pero mejorable, no.

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