Nos hemos olvidado de Merlí

La discusión, la discrepancia y la información contrastada para avanzar más allá de la pandemia

El actor Francesc Orella interpretando el papel del profesor Merlí. El actor Francesc Orella interpretando el papel del profesor Merlí.

Cuando una mañana, el director de la escuela, donde estudiaba la ESO, me dijo, junto con cuatro amigos, que fuera a su despacho, sabíamos que la revista que habíamos publicado, cómo una "plataforma" para que los alumnos opinaran y aportaran propuestas, no había caído nada bien. Tenía 15 años. Fue la primera vez que un artículo mío fue censurado y la revista prohibida. De nada sirvieron nuestros argumentos de libertad de expresión, de democracia y otros grandes principios de los que hablábamos en clase o en tertulias improvisadas. Nada. La dirección nos amenazó con la expulsión si persistíamos con nuestra idea. De hecho, no hicimos caso de las órdenes y durando casi un año, seguimos imprimiendo la revista que distribuíamos a escondidas en muchas escuelas. La censura nos hizo "famosos".

Fue el profesor de inglés, un Merlí lingüístico, que nos cogió, recordándonos que si acatábamos esta orden, que él encontraba injusta, acabaríamos por aceptar todas las otras que viniera. Era una época contestataria y reivindicativa de más libertad. Veníamos de los disturbios de Mayo 68, que viví como espectador. En el 75, me manifesté contra Franco, ante la Embajada Española en Bruselas, donde he vivido durante más de 25 años. Estábamos implicados en todas las protestas contra los numerosos conflictos internacionales o la oleada de dictaduras que nacían en la América latina en la década de los 70 y que seguíamos a través de la televisión o de los diarios. El apoyo de este profesor de inglés, nos dio el valor de seguir con la revista. Reconozco que este episodio ha marcado una manera de hacer y de ser, no aceptando teorías o órdenes impuestas sin, antes, hacer preguntas, muchas incómodas que piden respuestas claras, lógicas y fundamentadas.

Més info: Los retos del 'management'

Nunca hubiera podido imaginar que muchas décadas después de este episodio me tocaría vivir una situación cómo la que el mundo vive desde marzo 2020. El virus, la declaración de pandemia, su gestión y sus medidas sin sentido, los sutiles recortes de derechos fundamentales, el miedo, el fatalismo, la pasividad de la mayoría, etc. desencadenaron una tormenta de preguntas, cómo siempre, incómodos, que a día de hoy todavía están sin respuestas consistentes. El 23 de marzo del 2020 escribí mi teoría sobre los trasfondos de la Covid, que envié a algunos periodistas que prefirieron no publicarlo a pesar de que les había hecho reflexionar. Más de 18 meses después, no me he equivocado mucho.

No soy un gran seguidor de series televisivas, pero tengo que reconocer que algunas de ellas me engancharon. El Dr. House con su sarcasmo y su manera de investigar y de ir a contracorriente. Colombo con su retorcida lógica y sus preguntas siempre incómodas, o Suits (La ley de los audaces) con el sarcástico e intransigente Harvey o el revolucionario Mike. En Catalunya, ha sido la serie Merlí, con este profesor inconformista que obligaba a pensar a partir de los clásicos, recordando a Roben Williams en El club de los poetas muertos. Recuerdo cómo Merlí se convirtió en un icono para muchos jóvenes y no tan jóvenes que reclamábamos a gritos tener un Merlí en cada escuela.

Quien no recuerda aquella escena sobre autoestima, cogiendo un billete nuevo de 50 euros y después de hacerle de todo, seguía siendo un billete de 50 euros. O los conflictos con la dirección de la escuela, con los padres, con los otros profesores, donde se mantenía firme en sus convicciones hasta que no le demostraban lo contrario. O aquellas clases donde el debate, la discrepancia, el análisis era el hilo conductor para llegar a hacer pensar a sus alumnos fuera de las normas. La Covid ha matado el espíritu de Merlí. Sus aprendizajes y sus valores han volado.

La Covid ha matado el espíritu de Merlí. Sus aprendizajes y sus valores han volado

Con el miedo inducido desde el inicio de la crisis, hemos cerrado la puerta a hacer preguntas, a contrastar información, a discrepar, a fomentar debates diferenciados donde cada uno aporta y comparte su opinión, su punto de vista, sus argumentos, sus fuentes y sus pruebas para entre todos entender lo que está pasando.

Hemos aceptado la pérdida de libertades fundamentales básicas, hecho impensable antes de la Covid. Por un virus con bajísima letalitat, estamos asumiendo una sociedad vigilada, dividida, segregada, censurada cómo lo fue también mi revista. Estamos hipotecando el futuro de nuestros hijos, desprotegidos hasta el límite físico y psicológico, sin oponer resistencia, sin hacer preguntas, sin pedir pruebas ni exigir responsabilidades. Gandhi decía que "un día, quizás tendremos que sentarnos frente a nuestros hijos para explicar, mirándoles a los ojos, porque no hicimos nada". Nos hemos tragado conceptos tan absurdos cómo irreales. Asintomáticos que contagian, falsos positivos que cerramos en casa a partir de un PCR que se ha revelado defectuoso en un porcentaje muy elevado de casos, vacunarse por solidaridad, vacunados que tienen miedo de ser contagiados por los no vacunados. Aceptamos con normalidad ser inoculados con un producto nuevo, sin ninguna receta médica, obligatoria por un simple antibiótico. Nos hemos creído la desaparición de la gripe que cada año mataba miles de personas y colapsaba los hospitales. Pero lo más grave es despreciar lo más sagrado que tenemos. Nuestro propio sistema inmunológico. Una lista de nuevas teorías médicas que harían enrabiar a Merlí.

Estamos dejando que nos lleven hacia un camino del que no sabemos nada, no conocemos las consecuencias, ni las repercusiones para la salud de una falsa solución mágica que cada día demuestra que no funciona, con consecuencias incalculables que sus promotores conocían perfectamente. Que Suecia, sin ninguna medida restrictiva de libertad, de cierre, de mascarillas, etc.. tenga menos muertos por millón de habitantes, nos tendría que hacer reflexionar y hacernos dudar de todas las medidas sin sentido adoptadas en muchos países

No soy anti vacunas, no lo fui nunca

No soy anti vacunas. No lo fui nunca. Pero no tengo ninguna confianza en un producto que deja de proteger al cabo de tres meses, que es el responsable de la aparición de las variantes y reduce nuestras defensa naturales tal como muchos estudios demuestran, incluso la referencia mundial de el Lancet. Una solución que obligará a una inoculación continúa y para siempre jamás. Una "vacuna" creada en seis meses, saltándose todos los protocolos que siempre nos han explicado, con una tecnología que nunca se ha probado en humanos y con efectos desconocidos sobre el cuerpo humano. Un experimento que está causando el mayor número de personas efectos adversos de toda la historia de las vacunas. (cifras oficiales)

Pero, por qué nadie recuerda el espíritu crítico de Merli? O Einstein.

Si no fuera tan peligroso y no tuviera consecuencias directas en nuestras libertades, encontraría divertidas las discusiones actuales sobre la ciencia, la confianza o la desconfianza en sus postulados, las teorías, las conspiraciones y otros pensamientos con los que tenemos que ser muy críticos y que estos días corren por las redes. Este nuevo espacio que tenía que ser de libertad y que se ha convertido en el más gran censor de la historia.

No es normal que científicos de renombre internacionales, con currículums impresionantes, con premios Nobel sean ignorados por los medios de comunicación, sus palabras censuradas o sus vídeos eliminados de las redes

Antes de la covid, las personas con un espíritu inquieto y una actitud crítica con las informaciones oficiales, con las normas o las leyes, eran vistas cómo un referente que muchos seguían y querían imitar. Hoy en día, estas mismas personas con dudas ante el flujo interminable de afirmaciones "científicas" es rápidamente llamado "negacionista", "terraplanista", " anti-vacunas". O mucho peor, son apartados o incluso atacados cómo un "teórico de la conspiración". Si alguien se atreve a sugerir una perspectiva críticamente diferente, entonces esto es rápidamente "contrario a .." o una "teoría de la conspiración" será vetada por cualquier medio de comunicación.

No es normal que científicos de renombre internacionales, con currículums impresionantes, con premios Nobel sean ignorados por los medios de comunicación, sus palabras censuradas o sus vídeos eliminados de las redes. No tiene ninguna lógica que el propio inventor de la tecnología mRNA, Robert Malone, sea silenciado cuando advierte de los efectos peligrosos de su invento. No tiene ninguna lógica que Geert vanden Bossche, el mayor experto en vacunas, que ha colaborado con las grandes farmacéuticas, como GAVI y la OMS en programas de vacunación, esté silenciado porque advierte del peligro de vacunar masivamente en medio de una pandemia. La lista es larga y vivimos situaciones que no tienen explicación.

Por desgracia, tenemos que reconocer que muchas de las afirmaciones que estos "complotistas" anunciábamos hace 18 meses, se han acabado haciendo realidad. Pasaporte médico, restricciones, vacunación obligatoria, vacunación cada seis meses, vacunación de los adolescentes, los niños, los bebés, las mujeres embarazadas, etc... Son hoy pura actualidad. Estamos volviendo a épocas muy negros de la historia europea viendo cómo políticos pretenden retirar derechos fundamentales a aquellas personas que no aceptan los discursos oficiales. "Negar a las personas sus derechos humanos es desafiar su propia humanidad" decía Nelson Mandela que, con Luther King, Gandhi, etc.. no estarían muy orgullosos del legado.

La ciencia no es un dogma. La discusión, la discrepancia, la información contrastada es la que la hace avanzar

La ciencia y la historia tiene muchos ejemplos de teorías que eran demasiados salvajes que fueron previamente rechazadas para ser adoptadas más tarde cómo una práctica. La ciencia no es un dogma. La discusión, la discrepancia, la información contrastada es la que la hace avanzar. Es por eso que existe "la revisión para padres", una regla de oro de la ciencia, donde otros científicos de la misma especialización evalúan la calidad y el rigor del trabajo de los científicos que han presentado el descubrimiento. Albert Einstein tuvo muchos problemas para defender su teoría de la relatividad. Sus colegas encontraban sus ideas "terraplanistas o negacionistas" porque se alejaban de las versiones oficiales. Einstein fue de los científicos que más errores cometió y más veces cambió de opinión. Para Einstein, la inteligencia no era cerrarse obstinadament a las propias opiniones. Para él, comprender el mundo, era tener el coraje de experimentar con ideas, de cometer errores, de ponerlo todo en cuestión, de cambiar los propios puntos de vista, no una vez, sino repetidamente, para descubrir y llegar a comprender. Lo importante no era tener razón. Era intentar comprender.

La actitud crítica de los Países Bajos

En todo este tiempo, me he sentido a gusto en los Países Bajos, con su actitud muy critica, con el compromiso, el activismo directo y la transparencia de una sociedad con suficiente valor para posicionarse públicamente, para enfrentarse frontalmente a decisiones políticas injustas, a denunciar las autoridades, etc. con independencia de la profesión o el cargo que ocupan. En muy contadas ocasiones he visto este compromiso por parte de intelectuales y mediáticos españoles y catalanes con valor suficiente para posicionarse en contra de esta nueva sociedad de Orwell. A pesar de estar en contra y tener dudas, muchos que conozco prefieren guardar un silencio equidistante por miedo a comprometer su imagen publica. "... primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nata porque yo no era comunista..." Martin Niemoeller (1892-1984).

Después de 18 meses estamos peor, a pesar de las promesas que muchos aceptan con resignación. Nos han vendido la tierra prometida si nos vacunábamos con un experimento genético desconocido.

No sé si tengo razón o si estoy equivocado en todo, en una parte o no. Pero no nos tendría que molestar, ni huir cómo de la peste, de aquellas personas que han decidido hacer preguntas en voz alta, exigir explicaciones y sobre todo responsabilidades por todas estas decisiones sin sentido. Merlí estaría furioso con este silencio y seguro que lo expresaría con una cita de las suyas. "La libertad no es escoger un camino. Es rebelarse contra todos aquellos que quieren imponerte uno".

Yo, hace 46 años que he escogido mi camino donde la libertad no se negocia.

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