Qué ha aprendido Cataluña de la crisis económica?

El economista Ivan Aguilar ve esencial mejorar la calificación del capital humano, reformar el sector público e impulsar las infraestructuras para cambiar la situación prerecessió

La economía catalana tiene una fuerte dependencia del sector exterior, el turismo y, en menos medida, de la industria. Durante el periodo 2000-2007 Cataluña crece en base de horas trabajadas mientras que el crecimiento del stock de capital lo hace en base de vivienda y obra civil. A menudo se ha argumentado que el shock demográfico de estos años sirve para justificar este comportamiento pero el cierto es que el aumento de la población es el resultado de la burbuja y, por lo tanto, no justifica que una economía en teoría capitalista como nuestra no acumule capital no residencial/obra civil en periodos de fuerte expansión.

A los últimos artículos he explicado que ahorro y financiación son dos conceptos independientes y que Cataluña tiene que aprender a modular la demanda interna (Consumo Privado y Público) para maximizar su sector exterior. En cambio, la tradición nostrada es justo la contraria: maximizar la demanda interna en base de endeudamiento para conseguir una alineación planetaria perfecta y que las empresas exporten hoy el que no produjeron ayer. Es decir: astrología desnuda y cruda. El estallido de la burbuja de crédito y la crisis bancaria -todavía no resuelta- han obligado los agentes económicos a no endeudarse y, por lo tanto, a adoptar una senda de crecimiento sana. La mala noticia es que los cambios regulatorios que había que hacer brillan por su ausencia y es que todavía hoy en día los incentivos al endeudamiento son exageradamente elevados.

El ejemplo de montar un bar 'gratis'
Por ejemplo, si usted quiere abrir un negocio de restauración, puede contratar los smartphones gratis, le ponen la máquina de café y de zumos gratis o le ponen la caja táctil gratis. El país del todo gratis. Naturalmente, no es gratuito, puesto que traen asociados la compra de bienes y servicios a precios superiores a los de mercado. Son leasings encubiertos, es decir, un préstamo a todos los efectos pero muchos piensan que han montado un negocio sin endeudarse y, el que es peor, sin que quede constancia.

Esto tiene dos consecuencias. Por un lado, estos mercados se convierten en proveedores de servicios financieros, puesto que la competencia en calidad/precio es baja porque esta se da en las condiciones del lease y no tanto en el producto que, en última instancia, se quiere vender. Por otra, provoca la bancarització de la economía. Esta actividad financiera intensa de empresas ajenas al sector financiero se convierten en competidores de los bancos que ven como se los extrae valor añadido. Es por eso que los bancos compran empresas de este tipo enseguida que pueden, por qué no hacerlo implica que para competir con empresas que hacen negocio financiero pero no están sujetos a la supervisión del Banco de España tienen que rebajar los estándares crediticios que, junto con la dificultad de asignar ràtings de solvencia de clientes que tienen leasings encubiertos, provoca un riesgo sistèmic financiero difícil de controlar. Este marco regulatorio basado en el endeudamiento perpetuo y poco proclive a incentivar la creación de valor explica, en parte, por qué España es la primera potencia mundial creando burbujas creditícies. Cuatro en 40 años. Haría falta una agencia de la competencia profesional y con potestad para ir a los tribunales y con instrumentos para salvaguardar la libre competencia. Es imprescindible que las empresas compitan a su mercado y dejen el mercado financiero por las entidades financieras.

Tres elementos a resolver
Hay tres aspectos más que hay que afrontar con urgencia. El primero es el capital humano. Barcelona tiene el 30% de la población residente con un nivel educativo por debajo del bachillerato. Además, Cataluña tiene una tasa de abandono escolar que fluctúa entre el 19 y el 25%. No hay excusas para defender estas cifras pero desgraciadamente sólo he escuchado a un Muy Honorable Presidente hablar de estos temas. Un país que no consigue que sus niños vayan a la escuela no tiene ni oficio ni beneficio.

El segundo es el papel y el diseño del sector público. Cuando la dictadura franquista pidió asistencia al FMI en 50 -y que dio como resultado el Plan de Estabilidad-, la corrupción y la ineficiencia de los funcionarios era gigante. El FMI explicó en el Gobierno español que los países en vías de desarrollo tenían que hacer tres cosas para solucionar el problema: 1) Contratar funcionarios con nivel educativo elevado para incentivar la educación 2) Pagar salarios bastante más elevados que los de mercado por desincentivar los sobornos y 3) Asegurar el trabajo de por vida para eliminar el efecto arbitrariedad que una dictadura tiene sobre la población.

El Generalíssim aplicó las recomendaciones del FMI de pe a pa y la economía española mejoró rápidamente. Con la llegada de la democracia, pero, muchos de estos comportamientos típicos de los países en vías de desarrollo no han evolucionado y uno de ellos es la regulación del sector público. Hay que poner fin a los funcionarios de por vida, porque tiene un impacto muy negativo sobre la productividad y la eficiencia y, además, genera burbujas de solvencia que se traduce en un sobreendeutament. Por ejemplo, un banco prefiere dar tarjetas de crédito a los funcionarios -rentas aseguradas por el Estado- que otorgar pólizas de crédito a las emprendidas -factor de alto riesgo porque siempre habrá recesiones-. Por otro lado, el sector público paga ligeramente por encima del salario de mercado, cosa que se traduce en un matching muy perjudicial para el sector privado, puesto que el capital humano de alta calificación acaba marchando al sector público y esto limita al sector privado. Esto explica las dificultades de la economía catalana para conseguir alta productividad y salarios del mundo libre. Estos cambios, junto con la liberalización del mercado de trabajo al estilo suizo, nos proporcionaría crecimiento económico intensivo. Cómo expliqué, Cataluña tiene productividad contracíclica.

El tercero, cómo he comentado en otros artículos, es la nefasta política de infraestructuras e inversión pública. Hay que abandonar la planificación urbana porque nunca ninguna obra ha proporcionado ni la mitad de productividad que "los estudios previos" han dicho que darían -cosa nada sorpresiva porque los licenciados en Derecho y los ingenieros no saben nada de productividad- y hay que utilizar la inversión pública por aumentado la productividad de la economía catalana, no para moverla de lugar, que es el que se hace actualmente. El resultado de estas políticas, como supimos recientemente, es la desertización de la provincia de Lleida. Es el mismo fenómeno que le pasa en España. No está claro si los catalanes espanyolegen o si los españoles catalanegen, pero el cierto es que tanto aquí como allá se cometen las mismas infamias con dinero público. Hay que prohibir la Responsabilidad Patrimonial de la Administración y triplicar la transparencia de la Administración, así como derogar la ley de obra pública y de contratos. No hay que inventar, sólo nos hay que mirar qué se hace en el mundo civilizado. Tenemos que conseguir liberar recursos financieros para las pymes catalanas para que puedan aumentar la productividad, crecer y cotizar a mercados bursátiles.

Por último, habría que valorar la posibilidad de crear bancos comunitarios de capital público y gestión privada. La dificultad rae, como las cajas nos enseñaron, en como evitar la colonización de estas entidades públicas por parte de los partidos políticos. Darle un banco a un político es como darle uno Fórmula 1 a un niño que sale de la autoescuela. Por ejemplo, los EE.UU. son un ejemplo perfecto del que implica la desertización bancaria. Entre 2008 y 2016 han desaparecido más de 2.200 bancos, muchos de ellos al Midwest, el que ha impedido literalmente que aflorara actividad económica. Estos microbancs –entre 4 y 10 empleados- no han cerrado por la crisis sino porque no pueden pagar los abogados para cumplir con las toneladas de regulación. Para valorar la medida del drama: en 1950 el libro regulatorio que cada año la Reserva Federal entrega en los bancos tenía 100 páginas. El de este año 900. La victoria de Trump en estos estados no es nada sorpresivo. La lección es que este proceso de concentración bancaria es altamente perjudicial para la economía y además, aumenta considerablemente el riesgo sistèmic. Hoy en día, el 70% del PIB español depende de tres bancos. Saben qué pasará si uno de ellos tiene problemas graves?

En definitiva, es evidente por todo el mundo que conozca sólo un poco el mundo que Cataluña no ha aprendido absolutamente nada de la crisis. De todas las reformas sensibles que hay que hacer para asemejarnos a los países con estándares vitales más elevados no se ha hecho absolutamente nada. Hoy en día ser empresario en Cataluña es masoquismo y sadismo con un mismo. Además, el discurso de las fuerzas soberanistas es tan populista y alejado de la realidad como el de las fuerzas españolistas. Cataluña vive en una burbuja absurdamente dogmática y las empresas catalanas lo pagarán muy caro.
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