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Turismo: ¿es posible un cambio de modelo?

Muy probablemente en el 2024 el sector turístico volverá a lograr máximos históricos; ¿es sostenible este crecimiento?

La Rambla de Barcelona masificada | iStock
La Rambla de Barcelona masificada | iStock
09 de Julio de 2024

La economía catalana continúa mostrando un dinamismo mayor del que se esperaba al comienzo del año 2024, gracias, sobre todo, al impulso del sector terciario, en especial de las actividades relacionadas con el turismo. El Foro Económico Mundial sitúa al sector turístico español en la segunda posición del ranking de destinos turísticos, solo por detrás de los Estados Unidos y por delante de Francia. La mejora de los mercados laborales tanto en España como en Europa ha impulsado los ingresos por turismo en Catalunya. A esto se suma el cambio en las preferencias de consumo hacia el ocio que se observa después de la pandemia.

 

En 2023, Catalunya recibió una cifra histórica de 25,8 millones de visitantes en establecimientos hoteleros, campings y turismo rural (más de tres veces la población catalana). Las cifras de los primeros meses de 2024 han sido aún más positivas. Entre enero y mayo, Catalunya ha recibido 8,8 millones de visitantes, un 4,8% más que el año pasado (es decir, 400 mil turistas más). Estos datos apuntan a que, muy probablemente, en 2024 el sector turístico volverá a alcanzar máximos históricos. ¿Es sostenible este crecimiento?

El 52% de los 141.000 puestos de trabajo creados en 2023 se concentraron en el sector de comercio, transporte y hostelería

El análisis del impacto del turismo tiene claros y oscuros. Por un lado, la actividad turística genera riqueza, ingresos y empleo. Solo hay que recordar las cifras que presentamos en la Memoria Económica de Catalunya el pasado 27 de junio: el 52% de los 141.000 puestos de trabajo creados en 2023 se concentraron en el sector de comercio, transporte y hostelería. El incremento de los ingresos por turismo también permite ampliar nuestro saldo con el exterior, que en 2023 ya alcanzó un récord histórico del 10% del PIB.

 

Por otro lado, el análisis debe incorporar también las externalidades negativas que genera el turismo, como el impacto medioambiental, la saturación de los espacios públicos, las molestias a los residentes, el impacto sobre la oferta de vivienda o la presión sobre los servicios públicos (transportes, centros de salud, limpieza, seguridad). Además, la calidad del empleo que genera es, en general, baja. Según el Observatorio del Trabajo y el Modelo Productivo, los salarios de los subsectores turísticos estarían un 23,3% por debajo del conjunto de la economía en el último trimestre de 2023.

Hay otra externalidad negativa que no es tan visible porque actúa poco a poco, como un termita, pero que es el efecto a medio plazo más peligroso. Un crecimiento desequilibrado del sector turístico puede ser un desincentivo para invertir en otros sectores con un retorno económico más a largo plazo, que requieren inversiones más importantes (en tecnología, maquinaria, I+D...) y mano de obra más cualificada, factores que acaban resultando en unos salarios más elevados. Es decir, puede acabar convirtiéndonos en una economía de bajo valor añadido que depende en exceso de mano de obra poco cualificada proveniente en gran parte del extranjero. Una persona formada tendrá pocos incentivos para quedarse a trabajar en nuestro país si predomina este modelo económico. Por el contrario, los trabajadores menos cualificados tienen más oportunidades en una economía turística, un hecho que podría incitar a un mayor abandono escolar y a unos bajos resultados de PISA.

Un crecimiento desequilibrado del sector turístico puede acabar convirtiéndonos en una economía de bajo valor añadido

Es deseable que el turismo crezca de forma equilibrada para reducir estas externalidades y que sea compatible con un crecimiento en otras actividades de mayor valor añadido. ¿Cómo hacerlo?

Habría que aumentar la calidad de la demanda turística, esto significa incrementar el gasto por turista (por tanto, incrementar la calidad de los servicios turísticos y, en consecuencia, los salarios). También se debería continuar impulsando, como ya se está haciendo, otras formas de turismo, más allá del sol y playa, como el turismo de congresos, el cultural, el deportivo, el rural o el de naturaleza, que tienen efectos positivos sobre otros sectores de la economía. Esto permitiría desestacionalizar la demanda turística, es decir, distribuirla a lo largo del año, un fenómeno que contribuiría a descongestionar los núcleos turísticos y fomentaría el turismo en zonas menos pobladas. En definitiva, se necesita un cambio de modelo hacia un sector más basado en la calidad que en la cantidad, y esto requiere planificación y medidas que deben impulsar conjuntamente el sector público con el sector empresarial.