La histórica fundición gerundense Barberí abandona la actividad y pone fin además de cuatro siglos creando campanas y esculturas. Nacida en Olot, pero actualmente con sede en Riudellots de la Selva, se la considera la segunda empresa más antigua de Cataluña, sólo por detrás de Codorniu . Sus orígenes se remontan en pleno siglo XVI, pues, nació el 1565.
De su taller han salido campanas como la Libertado -encargo del la Asamblea Nacional Catalana - o esculturas como la de Santa Elena, que corona el cimbori de la Catedral de Barcelona. Especializada en grandes obras, la crisis le ha acabado pasando factura. No sólo porque la fundición de campanas ha ido a la baja, sino también "porque los ayuntamientos ya no hacen esculturas para los espacios públicos", explica su propietario, Ramon Castey.
La empresa, que tiene ocho trabajadores, despedirá casi la totalidad de la plantilla. Ahora, se está limpiando el taller y los moldes que se guardaban, que se entregan a los escultores. Barberí cierra la fundición, pero se mantendrá como empresa. A partir de ahora, gestionará las patentes de Castey, dedicada a fabricar utensilios de cocina, y con quien comparte suyo.
Adiós a una fundición artística
Barberí abandona la actividad que la vio nacer: la fundición tradicional de campanas y esculturas. Lo hace arrastrada por una crisis económica "demasiado larga", admite su propietario, y que poco a poco ha hecho caer los encargos. Actualmente, de su taller salían una decena de campanas el año. Lejos quedan los años de la década de los 90, cuando Barberí llegaba a hacer entre dos y tres al mes. Y como también ha pasado con las campanas, las esculturas artísticas también han ido a la baja.
"Nos duele, pero nos vemos obligados"
Todo ello ha traído que, a lo largo de los últimos ejercicios, Barberí haya visto como perdía más de la mitad de su facturación anual. Sin ir más lejos, la fundición artística cerró el 2015 ingresando 193.019,70 euros. Y de retruque, estos números también se han traducido en menos plantilla. De la veintena de trabajadores que había llegado a tener, actualmente quedan ocho. Por eso, Barberí sigue el rastro otras fundiciones similares de Madrid o Italia que han decidido cerrar taller. "Es una decisión que nos duele, pero la actividad nefasta que hemos tenido en los últimos años nos ha traído", concreta Ramon Castey.
Barberí ya ha cerrado los hornos de Riudellots de la Selva y, a estas alturas, la plantilla está limpiando el taller, un proceso que se alargará hasta medios de diciembre, cuando la empresa dirá adiós por siempre jamás a la fundición artística.
Una empresa del siglo XVI
Los orígenes de Barberí se remontan al año 1565, en pleno siglo XVI. Fue entonces cuando una alcurnia de fundidores de campanas procedentes de Italia se estableció en Olot y abrió taller. En un principio, la fundición se dedicaba a fabricar campanas y ollas. A partir de aquí, de su taller salieron numerosas campanas para ermitas e iglesias de todo Cataluña. El empujón los llegó a partir del 1888, cuando participaron en la Exposición Universal de Barcelona y recibieron una medalla de oro.
En el siglo XX, Barberí combinó la fundición de campanas –sobre todo, después de la Guerra Civil- con la fundición artística. De Olot salieron grandes esculturas en bronce, como la del Sagrado Corazón del templo del Tibidabo (1950) y otras obras monumentales para espacios públicos: el homenaje al Doctor Robert de Josep Limón, las estatuas de Frederic Marino que ornamenten la plaza Cataluña o la de la fuente de la plaza de España, de los hermanos Oslé.
De Girona a en todo el mundo
El año 1976, con la muerte de la alcurnia de los Barberí, la empresa pasa a manso de Ramon Castey (padre del actual propietario). A finales de los 90, la fundición artística vive un momento de eclosión con los Juegos Olímpicos de Barcelona y acelera su presencia en todo el mundo, haciendo obras en la América del Sur, Japón o los Estados Unidos. En los últimos años, la fundición ha hecho obra para artistas catalanes destacados como Rosa Serra o Jaume Plensa. De su legado, pero, quedan numerosas campanas y esculturas representativas.
De su taller han salido campanas como la Libertado -encargo del la Asamblea Nacional Catalana - o esculturas como la de Santa Elena, que corona el cimbori de la Catedral de Barcelona. Especializada en grandes obras, la crisis le ha acabado pasando factura. No sólo porque la fundición de campanas ha ido a la baja, sino también "porque los ayuntamientos ya no hacen esculturas para los espacios públicos", explica su propietario, Ramon Castey.
La empresa, que tiene ocho trabajadores, despedirá casi la totalidad de la plantilla. Ahora, se está limpiando el taller y los moldes que se guardaban, que se entregan a los escultores. Barberí cierra la fundición, pero se mantendrá como empresa. A partir de ahora, gestionará las patentes de Castey, dedicada a fabricar utensilios de cocina, y con quien comparte suyo.
Adiós a una fundición artística
Barberí abandona la actividad que la vio nacer: la fundición tradicional de campanas y esculturas. Lo hace arrastrada por una crisis económica "demasiado larga", admite su propietario, y que poco a poco ha hecho caer los encargos. Actualmente, de su taller salían una decena de campanas el año. Lejos quedan los años de la década de los 90, cuando Barberí llegaba a hacer entre dos y tres al mes. Y como también ha pasado con las campanas, las esculturas artísticas también han ido a la baja.
"Nos duele, pero nos vemos obligados"
Todo ello ha traído que, a lo largo de los últimos ejercicios, Barberí haya visto como perdía más de la mitad de su facturación anual. Sin ir más lejos, la fundición artística cerró el 2015 ingresando 193.019,70 euros. Y de retruque, estos números también se han traducido en menos plantilla. De la veintena de trabajadores que había llegado a tener, actualmente quedan ocho. Por eso, Barberí sigue el rastro otras fundiciones similares de Madrid o Italia que han decidido cerrar taller. "Es una decisión que nos duele, pero la actividad nefasta que hemos tenido en los últimos años nos ha traído", concreta Ramon Castey.
Barberí ya ha cerrado los hornos de Riudellots de la Selva y, a estas alturas, la plantilla está limpiando el taller, un proceso que se alargará hasta medios de diciembre, cuando la empresa dirá adiós por siempre jamás a la fundición artística.
Una empresa del siglo XVI
Los orígenes de Barberí se remontan al año 1565, en pleno siglo XVI. Fue entonces cuando una alcurnia de fundidores de campanas procedentes de Italia se estableció en Olot y abrió taller. En un principio, la fundición se dedicaba a fabricar campanas y ollas. A partir de aquí, de su taller salieron numerosas campanas para ermitas e iglesias de todo Cataluña. El empujón los llegó a partir del 1888, cuando participaron en la Exposición Universal de Barcelona y recibieron una medalla de oro.
En el siglo XX, Barberí combinó la fundición de campanas –sobre todo, después de la Guerra Civil- con la fundición artística. De Olot salieron grandes esculturas en bronce, como la del Sagrado Corazón del templo del Tibidabo (1950) y otras obras monumentales para espacios públicos: el homenaje al Doctor Robert de Josep Limón, las estatuas de Frederic Marino que ornamenten la plaza Cataluña o la de la fuente de la plaza de España, de los hermanos Oslé.
De Girona a en todo el mundo
El año 1976, con la muerte de la alcurnia de los Barberí, la empresa pasa a manso de Ramon Castey (padre del actual propietario). A finales de los 90, la fundición artística vive un momento de eclosión con los Juegos Olímpicos de Barcelona y acelera su presencia en todo el mundo, haciendo obras en la América del Sur, Japón o los Estados Unidos. En los últimos años, la fundición ha hecho obra para artistas catalanes destacados como Rosa Serra o Jaume Plensa. De su legado, pero, quedan numerosas campanas y esculturas representativas.
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