Blaine Box, el 'flower sharing' y la revolución de las flores

La startup catalana ha creado un modelo de 'flower sharing' para luchar contra la huella ecológica de las flores

Blaine Box hace diseños ultrarealistas de los ramos y flores artificiales | Cedida Blaine Box hace diseños ultrarealistas de los ramos y flores artificiales | Cedida

No hay nada como un ramo de flores recién cortadas, con un olor fresco y un color vive de aquellos que llenan cualquier espacio. Es una joya muy preciada -también costosa- y, desgraciadamente, efímera. Dura tan solo unos pocos días. Pero su huella ecológica puede llegar a ser muy grande: la mayoría de las flores que se venden en floristerías y supermercados son importadas de otros países, como Países Bajos, Kenia, Colombia o Israel, y su transporte provoca grandes emisiones de CO₂. "Disfrutar de las flores es muy bonito, pero duran solo siete días y, por eso, tenemos que hacer un consumo responsable", apunta Óscar Gallego, CEO y cofundador de la startup barcelonesa Blaine Box.

Gallego, junto con Carol Frau y Carlos Grau, fundó Blaine Box a finales del 2019 con el objetivo de impulsar y profesionalizar el negocio de las plantas y las flores artificiales y aportar, con su propuesta empresarial, su grano de arena en la lucha contra el cambio climático. "Promovemos que una flor natural no se corte en Colombia, llegue en un avión, dure una semana y ya no sirva", explica Gallego. Y no solo esto, sino que el modelo de negocio que aportan es 100 % circular. No se desecha ninguna planta.

Blaine Box hace diseños de plantas muy realistas, fabricadas con materiales de látex, silicona o seda, a través de productos reciclados. También utiliza diferentes texturas para conseguir el tacto más natural posible.

El sharing llega a las flores

Blaine Box ha creado un modelo de flower sharing basado en la rotación de ramos de flores artificiales. El cliente puede escoger si quiere que le cambien el ramo de flores mensual, bimensual o trimestralmente, y en función de esto y de la medida del ramo, paga una suscripción que puede ir desde los 12 euros hasta los 40. Una vez pasado el periodo, Blaine Box recoge el ramo y hace la entrega del nuevo escogido. El ramo recogido se limpia antes de volver al circuito.

El cliente, tanto empresas como particulares, se llega a ahorrar "un 75 % del coste que habría pagado por un ramo de flores naturales", indica Gallego. Y, además, sabe que está contribuyendo en el bienestar del planeta.

"Promovemos que una flor natural no se corte en Colombia, llegue en un avión, dure una semana y ya no sirva"

"Nuestro modelo es complementario al de las flores naturales", apunta Gallego. Y añade: "Queremos convivir con este modelo, pero impulsar que su consumo se haga de manera responsable". Por eso, facilitan que el cliente pare la suscripción de manera temporal por si, durante unos meses concretos del año, prefiere adquirir ramos naturales.

Actualmente, tienen más de 1.000 subscriptores activos mensuales provenientes de más de 50 sectores diferentes: clínicas dentales, bufetes de abogados, centros estéticos, hoteles, gimnasios, restaurantes... y un largo etcétera que se suma a los particulares que las quieren en sus hogares.

Una compra circular

Tienen una segunda línea de negocio, lanzada posteriormente a esta inicial, que se basa en la venta de plantas artificiales, que además de estar fabricadas con material reciclado, tienen una apariencia muy lograda y profesionalizada. Las medidas van desde los 15 centímetros hasta los dos metros.

Equip de Blaine Box
Parte del equipo de Blaine Box | Cedida

La disrupción y propuesta sostenible de esta segunda línea es que, una vez pasados los años, si la persona ya no quiere la planta, la puede revender a Blaine Box, quién la reciclará para producir más. 

La revolución de las flores, en Europa

Blaine Box se lanzó al mercado francés hace exactamente un mes. Y después de Francia, vendrán otros. Concretamente, en los tres próximos años, prevén estar presentes en siete países europeos, entre los cuales aseguran que estarán Alemania, Italia y el Reino Unido. En cinco años quieren convertirse en la empresa líder de flores artificiales de Europa. La ambición es alta, pero las cifras de negocio les respaldan: en lo que llevan de año, han multiplicado por 10 su facturación.

Para llevar a cabo la expansión de su modelo por Europa, tienen abierta su tercera ronda de inversión, que, ya advierten que será mucho más alta que las dos anteriores, que sumaron conjuntamente 1,2 millones de euros. Crece el proyecto, crecen las inversiones y, por supuesto, también el equipo: actualmente son 24 personas pero tienen la previsión de contratar a un nuevo profesional cada mes. La revolución de las flores ha empezado y cuenta, cada día, con más personas.

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