Casa Julià, iluminación con nombre propio

La tienda de iluminación nacida en Mataró hace este año 90 años y celebra la efeméride con un regreso a sus orígenes

A menudo para representar que alguien ha tenido una idea lo dibujamos con una bombilla a la cabeza. A Isidre Julià y Anglada se le encendió la bombilla hace 90 años, en 1926, cuando tuvo la idea de convertir su taller de fontanero de Mataró en una tienda de reparación y venta de lámparas. Desde entonces, Casa Julià ha sido iluminando las vidas de los mataronins a lo largo de cuatro décadas, ofreciendo un producto propio, personalizado y de proximidad que ha convertido esta tienda familiar en todo un referente del comercio a la ciudad.

El negocio pasó a manso del hijo de su fundador, también llamado Isidre Julià, y de este a sus nietas Maria Teresa, Maria Lluïsa y Francisca . Hoy en día es Luciera G. Julià, representando de la cuarta generación, el que trae las riendas de un negocio familiar que se ha tenido que adaptar a cambios tecnológicos y nuevos hábitos de consumo.

Luciera G. Julià ha impulsado una actualización del negocio, que incluye la apuesta por la marca propia y una reforma de la tienda histórica, situada en la calle Santa Teresa. Cuando en su tatarabuelo abrió el comercio, la calle todavía estaba sin asfaltar y cubierto de tierra. Hoy es uno de las calles más céntricas y comerciales de Mataró. No es lo único que ha cambiado. La misma oferta de la tienda ha ido variante y adaptándose a las diferentes épocas.

Imagen de cómo era la antigua tienda de Mataró. Cedida

El taller tienda se amplió, en 64, con una fábrica de luces para la venta al por mayor, desde donde Julià fabricaban lámparas que después se veían en tiendas de todo Cataluña y del estado. Más adelante, el negocio se diversificó ofreciendo también artículos de decoración del hogar, una opción que se ha abandonado porque, como explica Luciera G. Julià, "ahora esto del menaje y las listas de boda ya no se estila tanto".

Pámpanos, marca propia
El que ha promovido Luciera G. Julià en estos últimos años es un regreso a los orígenes, con una apuesta decidida por el producto propio y de proximidad. "En definitiva, hemos vuelto a dedicarnos a aquello que mejor sabemos hacer", afirma. Actualmente, Casa Julià trabaja en el desarrollo de su marca propia de luces, denominada Pámpanos, una línea de lámparas que ya comercializan en la tienda de Mataró y que pronto ofrecerán a otros comercios y también por Internet: "Estamos haciendo la página web e incluirá tienda online", avanza Julià.

En Casa Julià son especialistas en pantallas y personalización de teles antiguas. Y tal como remarca su responsable, "todas las piezas que vendemos son hechos en la comarca del Maresme", explica. De este modo, no sólo garantizan la calidad de cada artículo sino que también pueden "personalizarlos y adaptarlos al que cada persona necesita".

Una crisis por reenfocar el negocio
Cómo todos los comercios, Casa Julià también ha tenido que capear varias crisis. A principios de los años 90 ya vivieron una de fuerte. También el paso de las bombillas tradicionales a la tecnología LED ha sido un pequeño descalabro. "Los leds nos han muy mareado, porque cada día es un cambio constante. Pero también hay cosas buenas, porque las nuevas tecnologías nos han permitido innovar con nuevos formatos de iluminación y aparatos más eficientes y funcionales".

La tienda, actualmente, cuando celebra 90 años. Casa Julià

La crisis más reciente obligó a cerrar la fábrica propia de lámparas y diversificar la producción, de forma que ahora los componentes de cada pieza se tienen que elaborar en diferentes talleres del Maresme. Pero a pesar de las dificultades que han tenido que superar, Julià hace una valoración optimista: "Nos ha afectado pero no ha sido un drama, más bien la crisis nos ha ayudado a reenfocar de manera constructiva el negocio. Si no hubiera empezado la crisis, quizás habríamos seguido con la misma inercia que teníamos antes", afirma. Un negocio familiar también facilita las cosas, "porque las decisiones las tomamos nosotros y no tenemos que seguir grandes protocolos".

Casa Julià tiene, de momento, su futuro asegurado. Con 33 años y un talante emprendedor, Luciera G. Julià asegura que se miran el futuro "con optimismo",contentos de haber recuperado el proceso de fabricación y la marca propia y siendo fieles a los principios que movieron a su bisabuelo y fundador del negocio: la voluntad de ofrecer un trato atento y familiar y productos innovadores.
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