Cementos Molins, fundamentos para ir por el mundo

La única empresa familiar que queda en España en este sector ha encontrado en el negocio internacional la manera de mantener la vitalidad a punto de cumplir los 90 años de vida

"Mi abuelo es el que tenía mérito, el que empezó la historia empresarial". Superados los 70 años de edad y todavía adaptándose a vivir desvinculado de la ejecución del día a día, Joan Molins Amat recuerda con devoción la figura de su abuelo, Joaquim Molins Figueras. El actual vicepresidente primero del consejo de administración repasa en uno de las comidas de la Aijec la trayectoria de una de las empresas familiares con más solera del país: Cementos Molins. Fundada el 1928 y a punto de llegar a los 90 años de vida, la compañía cerró el último ejercicio con un beneficio neto consolidado de 50,8 millones de euros, un 65% más que el año anterior. En el que traemos de 2016 ya ha ganado más de 50 millones de euros gracias al impacto del cambio de divisas.

Los fundamentos
"Fue directivo durante siete años de una empresa de cemento, pero para no hacer la competencia a sus anteriores cabezas empezó haciendo un cemento diferente", explica Joan Molins sobre la tarea de su abuelo. "Desde el primer momento fue una empresa abierta, con accionistas y directivos de fuera de la familia. Además, creó un consejo de administración, cuando no era habitual hacerlo", añade. De hecho, Cementos Molins cotiza a la bolsa desde el 1942, con la emisión de bonos preferentes después de la Guerra Civil. "Es un hecho nada corriendo en una empresa familiar", resalta.

Con el objetivo de dar continuidad a las explotaciones de canteras y fabricación de cal y cemento natural de Pallejà, Vallirana y Sant Vicenç dels Horts, la compañía inició la fabricación de cemento aluminoso. A la vez, adquirió por España la patente del cemento fuera de la francesa Lafarge, una variedad especialmente adecuada para las obras públicas.

"El abuelo se preocupó que los dos hijos estudiaran, uno era abogado y el otro ingeniero de caminos", recuerda Joan Molins. Habla de su padre, Joan Molins Limpiadera, y de su tío Casimiro, que encara hoy preside el consejo de administración de la compañía con más de 90 años de vida. "Hoy somos los únicos que quedamos como empresa familiar", indica.

La gran expansión
"Al 1970 había mucho optimismo en España. Se hizo un estudio diciendo que la demanda aumentaría, todo el mundo hizo hornos nuevos, y con la crisis de mediados de la década casi fuimos todos a la ruina", resume Joan Molins sobre uno de los momentos clave de la evolución de la empresa. Entre 1965 y 1974 Cementos Molins construyó tres nuevos hornos de cemento pòrtland, aumentando su capacidad de producción de las 200 a las 4.800 toneladas diarias.

Con la crisis de los 70 y con las expectativas frustradas del negocio en España, las empresas del sector se aliaron para crear una asociación de exportadores: Hispacement. De la mano de Portcemen, Marítima de Cementos y Graneles, National Portland Cement o Nigerian Spanish Cement "empezamos a exportar y el mundo empezó a ser cercano", recuerda Joan Molins.

Aquella alianza los hizo ver que "el mundo no se acaba aquí y a los 80 ya exportábamos el 85% de la producción". Aún así, Molinos Amat destaca que la internacionalización no ha sido un camino de rosas tampoco. "En Argentina los fabricantes locales amenazaron los clientes y no vendimos ni un kilo de cemento", ejemplifica. Una experiencia que los sirvió para cambiar la estrategia y decidirse a comprar una fábrica asociados con Uniland, con quien compartían la propiedad de Cementos Avellaneda.

"Con los años compramos otras fábricas en la Uruguay o en México; dónde hemos tenido Carlos Slim de socio minoritario, que nos ha ayudado mucho", explica como curiosidad.

Cementos Molins siempre ha apostado por asociaciones al 50%. "Normalmente la gente piensa que nos equivocamos, pero empezamos con Uniland, en México estamos al 50% con un grupo italiano, y en Argentina ahora estamos con unos brasileños". Según Molins Amat, "esto nos ha permitido crecer y diversificar. Si ahora hacemos cosas nuevas intentaremos seguir igual encontrando socios con quienes compartimos intereses".

Vista actual de la fábrica de Sant Vicenç dels Horts. Cedida


Por el veterano empresario, que se muestra orgulloso de las nuevas fábricas planificadas en Bolivia y en Colombia, "si no hubiéramos hecho esto ya habríamos desaparecido". Una presencia en el mundo que también se ha extendido en el India o en la China. De este modo, Cementos Molins ha conseguido mantener un buen estado de salud centrando hoy su actividad en la fabricación de cemento pòrtland, gris, blanco y aluminoso, hormigón, morteros, áridos y prefabricados de hormigón en nuevo países diferentes.

La relación familiar
"Además de ser una empresa familiar, somos una familia muy numerosa. Gobernar la compañía con esta situación es complicado", reconoce Molinos Amat. Su abuelo fue consejero delegado y presidente del consejo hasta el año de su muerte, el 1976. El relevo lo asumió el padre de Molinos Amat también hasta el final de su vida, el 1986. Desde entonces el consejo de administración lo preside Casimiro Molinos. Una figura, explica su sobrino, que ha sido básica "para mantener toda la compañía alrededor de un proyecto y una idea".

Molins Amat recuerda que justamente al 1986 tuvo "la idea de buscar un socio externo que pusiera paz en la familia. Era una filial del Paribas que tuvo el 25%, pero después se fue a pique y nos encontramos de socio a Lafarge". El hecho que un gigante del sector controlara una parte importante de la compañía provocó que "todo el mundo pensara que nos acabaría comprando. Pero las empresas hay épocas que tienen mucho dinero y otros que no; y al final los compramos su parte", dice Joan Molins.

Fue el 2004, cuando Cementos Molins aprobó el lanzamiento de una OPA para comprar la participación del 40,9% que Lafarge Asland llegó a dominar de la empresa. Una operación que se tuvo que financiar parcialmente a través de un préstamo sindicado por importe de 150 millones de euros. El resultado es que la familia Molins vuelve a controlar el 90% de la compañía y "tenemos el objetivo de durar así muchos años".

Sea como fuere, el 2015 Cementos Molins ha vivido un hecho trascendente por cualquier empresa familiar: la cesión de la dirección ejecutiva a una persona externa. "El que más me ha costado hacer es buscar un consejero delegado de fuera de la familia y acostumbrarme a no pasar por allá", reconoce Joan Molins. Todo y el esfuerzo que le supone no acercarse en la fábrica, celebra que "tenemos un consejero delegado fantástico, en Julio Rodríguez".
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