Cuatro generaciones haciendo palmes y palmons

Palmes Viaplana trabaja durando todo el año para vender el producto estrella del Domingo de Ramos, un obsequio que sobrevive gracias al mercado español

En Joan Vaqué es la cuarta generación de la empresa tarraconense Palmes Viaplana. Tiene 50 años y puede decir que conoce el oficio de toda la vida, porque siempre ha visto su padre y su abuela trenzar las palmes que el Domingo de Ramos regalaban los padrinos a sus ahijados.

A dos días de la fecha clave, su teléfono ya ha dejado de sonar y el trabajo al taller se ha reducido de manera drástica. Es uno de los principales mayoristas del Estado español, por el que cuanto más se acerca su domingo más señalado del año, más a contrarreloj trabajan para cubrir la demanda de palmes y palmons de una tradición que, parece, va de capa caída.

Pero sólo lo parece, afirma Vaqué, porque si se amplía la perspectiva y se sale de la frontera catalana el mercado es muy amplio: "En Cataluña somos más laicos, pero si vas a Asturias o en Galicia, la tradición es latente. Como Valladolid, Salamanca o Toledo, para poner más ejemplos, donde vestirse para ir a bendecir la palma y a la procesión son cosas muy arraigadas". Por eso defiende que las tradiciones son valores que cuestan de cambiar, y más si se tiene en cuenta que estamos hablando de una "fiesta pagana que viene de antes del cristianismo y que se puede ver como una fiesta de primavera que celebra todo el mundo". "La gente quizás ya no va cómo antes con la palma, pero ahora todavía se da al ahijado como obsequio y se sale a hacer un vermut", añade para mostrar como la costumbre cambia, pero se mantiene.

Un oficio que se podría perder
Donde sí que se ha notado que el mercado se ha transformado es en la competencia. "La mayoría se están jubilando o han cerrado", asegura el director de Palmes Viaplana, que comenta un poco en broma que cree que él es el más joven del sector.

Apunta, pero, que ahora la mayoría de actores del mercado son pequeños artesanos. Compran el material para elaborar un número limitado de palmes y palmons, y proveen a las cuatro tiendas o clientes que pueda tener. Esta es la principal competencia que dice que tienen ahora.


Vaqué se puede estar una hora para elaborar una suela palma. Palmes Viaplana

Ahora bien, ni la posible pérdida de la tradición ni el hecho que nazcan más niños son las causas que más mal han hecho al mercado. Para Vaqué, el principal culpable es la "banalización de la artesanía". "El cliente no sabe ver que es un trabajo de muchos detalles, de tener cura y de estarse horas", critica, "estamos acostumbrados que todo salga inyectado en plástico a 10.000 por hora y no que se haga en un taller de artesanía".

Cómo que las ventas han caído en comparación con el movimiento que había hace 30 años, la variedad de las piezas también lo ha hecho. Las palmes son cada vez más sencillas para ser más baratas, el que supone que las piezas pequeñas y elaboradas ya no se venden como antes. El resultado de esto es que se pierden técnicas de la profesión y que especialistas como Vaqué lleguen a afirmar que "el artesano acaba desapareciendo".

365 días de trabajo por 1 de ventas
La plantilla de Palmes Viaplana varía según el año, llegando a ser de 20 trabajadores en épocas de punta de trabajo. Tienen desde empleados que preparan o cosen las palmes, hasta los que traen la logística y la parte comercial. Además, colaboran con la entidad de personas con diversidad funcional de Mollerussa ACUDAM, un total de 150 profesionales que enfundan una por una las palmes y palmons.

Aunque el grueso del trabajo se concentre en unas semanas concretas y que, como resalta Vaqué, "la empresa sólo facture un mes al año", es un ciclo de explotación de 365 días. "Ahora ya estamos ligando las palmeras por el Domingo de Ramos del 2018 y haciendo las previsiones de venta que tendremos sin saber qué venderemos ahora", comenta.

En octubre, con el cambio de tiempo, empiezan a tratar las palmes y se cortan. La plantación es de uno de los socios de la compañía, el que los permite contar con una producción propia y no depender de terceros. Así, en octubre se elaboran las primeras palmes blancas y en verano, las de color. "No paramos nunca de trabajar, sólo paramos en agosto", concluye el director de la compañía.

Talleres que reivindican la profesión
Como productores, distribuyen el producto en tiendas y otros puntos de venta, pero ellos también cuentan con una tienda online y participan en ferias y otros acontecimientos donde tienen también espacios para la venta directa. Esta es su principal fuente de ingresos, las palmes y palmons, pero ya han investigado otros canales que los permitan desestacionalitzar su trabajo.

Siguiendo el hilo de tradiciones, la Navidad y Sant Jordi fueron dos apuestas que no acabaron de funcionar. Ni los guarniments ni los rosas hechos de palma tuvieron cabida en un mercado que Vaqué califica de "saturado": "Las fiestas están quemaduras, no hay más salida. Probar cosas es perder el tiempo".


Rosa para intentar captar clientes por Sant Jordi. Palmes Viaplana

Otra jugada, hecho con más acierto, han sido los talleres. hacen para niños y para gente grandes, para familias, monitores y profesores de escuela, asociaciones y entidades... la lista es larga precisamente porque quieren demostrar que la elaboración de palmes no es una cosa arraigada a la religión, sino que "despierta interés por el hecho de ser artesanal".

Según Vaqué, su producción está basada en la geometría. Aprovechando esto, ayudan los niños a entender conceptos concretos de la materia y también a monitores y profesores porque tengan otras técnicas de enseñanza. "Es más agradable explicar qué es una paralela o una perpendicular haciendo cosas con las manos que no con una pizarra y una tiza", ejemplifica.

Han hecho actividades al Museo de la Madriguera de Sitges para hacer la palma de Santiago Rusiñol, han reproducido el sol de Miró y han formado guías de la Sagrada Familia para ofrecer visitas con explicaciones detalladas sobre la Puerta de la pasión y sus motivos de Semana Santa. Y es que, como constata, "la relación entre el modernismo y las palmes es muy directa".


Taller con niños para enseñarlos cómo se hacen las palmes. Palmes Viaplana

Los talleres, además de servir para dar salida al negocio, ayudan a difundir el trabajo del artesano que las elabora. Un palmó puede costar desde cinco hasta 25 euros, mientras que una palma puede ensartarse a los 40 euros, todo va en función de la medida y de las horas que el profesional se ha estado para hacer los detalles. El cliente, pero, "no lo valora", critica el director, "con los talleres, cuando una persona ve el trabajo que supone, entiende porque se piden estos precios, se toma conciencia de la figura del artesano".

De momento, Palmes Viaplana se mantiene en pie con la cuarta generación, pero Vaqué desconoce si habrá una quinta. "Mi hijo decidirá qué quiere hacer. En todo caso, yo me he preocupado porque aprenda el oficio y las técnicas que ahora se venden, pero él decidirá", concluye.

 

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