Píldoras para ser feliz

Los botiquines y puedes de golosinas de la empresa familiar Happy Pills inician la expansión internacional para endulzar los problemas cotidianos y hacer frente a las copias del negocio que se han extendido en todo el mundo

La conocida dicha de "Al buen tiempo, buena cara" podríamos añadir un pequeño cambio: "Al mal tiempo, píldoras de la felicidad". Y es que la cadena de tiendas de golosina Happy Pills ha revolucionado el sector con unos pequeños envases rellenados de dulces de colores que no sólo atrapan los más menuts, también se han convertido en un tipo de solución mágica por las trabas de cada día de los adultos. Una solución que, lejos de conformarse con traer optimismo al Estado español, ha anunciado que extenderá su modelo de negocio con 30 tiendas más al extranjero.

De hecho, que se denominen pastillas de la felicidad no es ninguna casualidad. "Una golosina es como el chocolate, tiene feniletilamina, y da un tipo de chut de vitalidad y energía, de felicidad", explica el fundador, Domingo Ojeda, "parece que hayas comido algo extraordinaria y en el fondo no has comido nada". Un efecto que, acompañado de la estética farmacéutica que presenta la tienda, convierte el producto en todo un medicamento por las emociones.

En ocho años, el que empezó como un pequeño local a tocar de la catedral de Barcelona –para aprovechar el bullici turístico-, es ya una cadena de siete tiendas. Cinco de ellas se encuentran en la ciudad catalana, el que la convierte en territorio prácticamente conquistado por la marca, mientras que las otras dos buscan hacer el mismo en Bilbao y Zaragoza. Con una crisis superada y en pleno proceso de internacionalización, Happy Pills prevé cerrar el 2015 superando la facturación de 1,5 millones de euros del año anterior.

No todo es cosa de niños
La relación de Domingo Ojeda y su mujer Gloria Dueñas con la emprendeduría viene de lejos. "Traemos 25 años haciendo cosas. Venta de productos infantiles, accesorios, regalos, música... A veces las cosas salen bien y otras, no tanto, pero siempre ponemos la misma energía", rememora el fundador. Y así, lejos de rendirse, reconvirtieron el anterior negocio de accesorios para el cabello al Happy Pills que conocemos.

Quien también vivió todo este cambio es la sobrina de los fundadores, Imma Dueñas, que actualmente ocupa el lugar de directora creativa. "Por un lado, teníamos un local muy estrechado y pequeño; por la otra, en Domingo veía la típica tienda de barrio de golosinas como un lugar feo", relata sobre el proceso, "así que fuimos a un estudio de diseño, dijimos que queríamos hacer algo diferente dentro del mundo de los dulces y nos dieron varias opciones, entre ellas Happy Pills".

Domingo Ojeda, Gloria Dueñas e Imma Dueñas, el equipo directivo de Happy Pills. A. Corón

Con la idea clara y el espacio disponible, sólo había que superar un handicap: la tienda estaba en una zona donde no había niños. Cómo hacerlo, pues, para atraer también el público adulto? "La manera fue transformar la venta tradicional de golosinas con envases y formatos diferentes, que se presentaran como una ayuda para superar las dificultades tontas del día a día", explica Ojeda. Es por eso que las frases se han convertido en el elemento identificador de la marca, las que se convierten en "mensajes breves y positivos que te arrancan una sonrisa", añade Dueñas.

Todos los detalles son importantes
Si de una cosa puede presumir Happy Pills, es de depender prácticamente de ella misma. Tanto el diseño de los envases como de las tiendas y su mobiliario, es hecho por la dirección de la empresa. Quieren ser ellos quien escogen las combinaciones de colores y la organización, puesto que es la marca que ellos han creado y conocen hasta el más mínimo detalle. "Cuando contrates alguien de fuera, el nivel de exigencia baja y las cosas que implementan no funcionan. Con este sistema somos lentos, pero más eficientes", apunta con orgullo Ojeda.

Pero parar tanta atención a la presentación no significa que olviden el contenido. Trabajan con numerosos fabricantes nacionales e internacionales de golosinas, de forma que las clásicas fresas rosadas las compran a unos y los huesecillos, a otro. "Intentamos que el producto sea el que creemos que el cliente más valora y no siempre es el mismo fabricante que tiene el producto más adecuado", justifica Ojeda, "como que tenemos un margen suficientemente grande como para soportar un coste mayor, preferimos vender un mejor producto". Sin embargo, antes de hacer la elige se hace una prueba piloto en dos tiendas. Si la nueva golosina tiene buen recibimiento, se extiende al resto de la red; en caso contrario, se opta por otro fabricante.

Superar la crisis bajando precios
El precio final es otro elemento que conforma el tándem de éxito de Happy Pills. El producto más caro de la tienda ronda los 25 euros, pero la directora creativa subraya que con 10 euros ya se puede hacer un regalo guapo y diferente. "Con poco dinero quedas bien. Creo que esto nos ha mantenido bastante al pie del cañón", añade.

El hecho de haber nacido el 2007 sitúa su crecimiento en plena crisis económica. Una recesión que Ojeda afirma que tardaron a notar y que no fue hasta el 2010 cuando tuvieron que hacer un giro: "Recondujimos el modelo hacia una propuesta de ventas más económica rebajando el ticket medio de caja de 7 o 8 euros a 5 euros, pero intentando que no baje el tráfico de clientes". Además, el fundador añade que el hecho de no discriminar el tipo de golosina, y tener todo el mismo precio, es un valor añadido que los distancia de las tiendas tradicionales.

Intentan mantener la clientela con precios asequibles. A. Corón

También ha ayudado tener una clienta con perfiles tan diversos. Tienen chicas jóvenes, abuelas que compran bolsas de golosinas por los nietos, hombres con vestido y corbata que se escapan de la oficina, turistas de todas partes y empresas que escogen los botes de Happy Pills como obsequio corporativo. "Al principio eran mayoritariamente mujeres, pero estamos ampliando. El único que tenemos pendiente es conseguir que los hombres pierdan del todo el miedo a entrar en una tienda de color rosa", apunta Dueñas medio sonriente.

El canal corporativo es quizás el más desconocido del negocio. Sin embargo, es una línea con la cual trabajo desde el nacimiento del negocio. Así, las píldoras de la felicidad se pueden encontrar en compañías y acontecimientos, donde no cobran nada y lo entienden como una estrategia de imagen.

Franquicia, respuesta contra las copias
"Tenemos copias en todas partes. Hay ya en marcha un proceso judicial contra dos empresas españolas porque habíamos llegado a un punto que era intolerable". Ojeda explica con mezcla de indignación incredulidad toda la situación por la cual está pasando la compañía tanto al Estado español como el exterior.

La última demanda que pusieron fue el pasado mes de febrero contra Fnac y Fresh & Good, la compañía que ha instalado varios puntos de venta de golosinas bajo la marca MolaGominola. Este noviembre tienen el juicio y esperan que el pleito los ayude a solucionar el que Dueñas considera una injusticia: "La ley protege los tontos. El listo crea y el tonto se gana la vida copiando". En este sentido, explica que registrar una sola frase supone 300 euros, por el que proteger vía copyright cada una de ellas es "inviable".

A pesar de la preocupación, Dueñas mantiene una mínima tranquilidad después de ver que la mayoría de copias de Happy Pills han cerrado. "Nuestro modelo de negocio no es fácil, está todo muy estudiado y ellos no tienen clara la filosofía, ni el origen; ni entienden que el etiquetado y las referencias están estudiadas", detalla.

La estructura de la tienda y ordenación de las golosinas están estudiadas al por menor. A. Corón

Paralelamente, han iniciado la internacionalización a través de franquicias para expandirse y para luchar contra las copias. "Somos una empresa familiar y crecer de repente es muy difícil", considera la directora creativa, quien cree que la opción de la franquicia es buena para "ampliar el negocio, hacerlo más notorio y ayudar el cliente a detectar las falsificaciones".

Este 2015 ya se han estrenado en Corea del Sur con dos tiendas. El hecho de haber escogido este país puede ser visto como una locura, según Dueñas, "es lo más difícil del mundo en cuanto al etiquetado, porque piden información secreta de los fabricantes". Aún así, asegura que la prueba "está superada", y esto los anima a situar el Japón, Inglaterra y los Estados Unidos entre los planes de futuro.
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