¿Qué pasa cuando los salarios crecen por debajo de las pensiones?

El poder adquisitivo de los asalariados del Estado continúa a la baja en un escenario de falta de productividad, poco valor añadido y envejecimiento de la fuerza de trabajo

La Ministra de Trabajo, Yolanda Díaz con el Ministro de Seguridad Social, José Luís Escrivá | EP La Ministra de Trabajo, Yolanda Díaz con el Ministro de Seguridad Social, José Luís Escrivá | EP

Pensiones y salarios representan los ingresos mayoritarios que llegan a las familias. Son las rentas del trabajo, que van perdiendo peso frente las del capital dentro de la riqueza general, las que se convierten en gasto moviendo la economía - siguiendo las indicaciones del Génesis que dice "te ganarás el pan con el sudor de tu frente". Si aparte de perder importancia ante el capital, ambos no marchan paralelamente a la inflación, se corre el riesgo de generar disfunciones económicas difíciles de tratar, más todavía si se produce en una largo periodo de baja productividad. Asistimos en el Estado español a una coyuntura en la cual las pensiones recuperan poder adquisitivo, gracias a varios mecanismos puntuales habilitados al respeto, mientras que los salarios siguen perdiéndolo. Esta pandemia no ha dejado tirados a los trabajadores, como en la anterior crisis de 2008, pero tampoco se los ha permitido por el momento ingresar al mismo ritmo, a la par con la inflación o por encima de ella. La reavivada este año de los precios, después de un largo periodo en baja intensidad, todavía ha empeorado las cosas en las rentas del trabajo.

Los presupuestos delEstado 2022 incluyen una partida de 7.000 millones de euros para mantener el poder adquisitivo de los pensionistas. El objetivo del actual gobierno ha sido rescatarlos de agravios del pasado y a la vegada compensarlos ante las últimas subidas de los precios. Esto hace que las pensiones habrán aumentado un 5 % respecto al año anterior, desprendido de haberlo hecho un 3,24 % el 2021. Podríamos decir que los 10 millones de mayores que reciben la prestación están a la par respecto a los últimos años.

De ser ciertas las previsiones, con una inflación media del 1,6 % anual, los salarios medios de los españoles se habrían depreciado desde 2010 de más de un 10 %

Tres advertencias. La primera, muchas pensiones siguen siendo poco dignes por quien ha trabajado toda la vida. La segunda, el sistema de reparto según el cual los que trabajan ahora financian las pensiones de los jubilados actuales no permitirá ni a medio ni a largo plazo dignificar todos los pensionistas. Hoy por hoy, hay 2,5 trabajadores por jubilado, y al 2050 será 1x1, sin tener en cuenta que al 2035 la población jubilada habrá aumentado en un 30 % y a 2050, en un 16,5 % adicional, según Airef. Y tercera, que nos tenemos que ir acostumbrando a la fórmula tripartita de percepción de las pensiones: a) una pensión pública ligada en los presupuestos del estado igual por todo el mundo, incluida dentro de los presupuestos generales; b) planes de pensión aportados entre las empresas y los trabajadores, que ahora incentiva el ministro Escrivá, basados en la productividad; y c) planes privados que pacta el individuo con una entidad que le hace rentabilizar a lo largo del tiempo.

Los salarios medianos mensuales, por su parte, hasta 2018 habían perdido un 7,1 % de su valor desde 2010. Se produjo una ligera recuperación entre el 2017 y el 2020, pero durante el primer año de la pandemia no consiguieron recuperar demasiado valor frente la inflación, a pesar de los almohada de los ERTOS que han apaciguado la pérdida de poder adquisitivo. La fuerte subida de los precios a 2021 ha ampliado la brecha. En medio de las revisiones del escenario macroeconómico por el año que viene a que asistimos estos días, las previsiones para 2022 indican un incremento de los salarios no más allá del 1,5 %. Las mejores expectativas del IPC se sitúan en que no crecerá por debajo del 1,6 %, mientras que el Credit Suisse, que suele afinar bastante, las dispara al 2.7 %. Los sindicatos lo ven magra. Por ço, al pacto de la tanqueta de Cádiz han forzado una mínima actualización salarial del 2 % retroactiva desde enero de 2021. De ser ciertas estos datos, con una inflación media del 1,6 % añal, los salarios medios de los españoles se habrían depreciado desde 2010 de más de un 10 %; de hecho, han pasado de los 1.850 euros netos mensuales en 2010 a poco más de 2.038 euros netos el 2021.

La productividad que no avença

Con la entrada del Euro, en enero de 1999, la UE nos pidió a unos cuántos economistas la realización de una serie de conferencias sobre la aplicación de la moneda única y sus beneficios a los países que se había adherido. Yo defendía entonces aprovechar el avinentesa para aumentar el valores del productos tanto a la fabricación como la distribución, de forma que permitiera un mejor redondeo. Luis de Sebastián, uno de los mejores economistas y colegas que he encontrado a Esade, me decía que más que buscar un mejor redondeo de los precios, el que hacía falta era fijarse en que estos y los salarios fueran siempre de la mi.

Desgraciadamente, el ingreso al euro no consiguió ni de lejos acercarlos al estado Español. El redondeo a la alza de los precios no produjo ningún efecto positivo de mejora de la economía; simplemente una nueva burbuja de inflación. Tenía razón de Sebastián, porque al fin y al cabo, si la subida de los precios no responde a un incremento real de la productividad se hacer volar palomos. Entre 1995 y 2018, la productividad por hora trabajada a España solo ha aumentado un 17,5 %, menos de la mitad que a la UE (37,1 %) al mismo periodo.

El único de los factores indispensables porque aumente la competitividad que evoluciona a un buen ritmo es la inversión en capital público

Esto significa que los esfuerzos realizados para salir adelante las reformas estructurales van demasiado lentos. No crece suficientemente la ocupación de calidad, ni a toda la población ocupada, y menos todavía a los tramos más débiles, jóvenes y mujeres. Tampoco lo hace, por otro lado, el stock de capital invertido en maquinaria, equipamientos e infraestructuras. Los pasos inversores en la educación pierden pistonada frente los adelantos realizados al conjunto de la UE. Y, finalmente, el gasto en I+D a España es del 1,4 % del PIB, frente al 2,3 % de esta partida a la UE. En consecuencia, se tiene que decir que el único de los factores indispensables porque aumente la competitividad que evoluciona a un buen ritmo es la inversión en capital público.

Si las pensiones y los salarios no van de la mano, compasados con la inflación, se descoyunta el escenario. El esfuerzo realizado en favor de los pensionistas no se ha podido traducir del mismo modo en los trabajadores. La productividad no lo permite en las condiciones actuales. Cuando se escriben negro sobre blanco los datos de esta realidad y las enormes oportunidades que significan por este país la llegada de los fondos europeos, llama la atención ver cómo muchos de los actores públicos miran ninguno otro lado, silban, no se enteran o entorpecen directamente los procesos de consenso, cómo si este no fuera lo cometido más importante de los últimos decenios.

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