Tibidabo, una montaña rusa de éxitos y fracasos

Javier de la Rosa, Chupa-Chups o el Ayuntamiento de Barcelona son algunos nombres que han marcado la historia reciente del Tibidabo

La montaña rusa del Tibidabo | Tibidabo La montaña rusa del Tibidabo | Tibidabo

El Parque de Atracciones del Tibidabo es un símbolo de Barcelona. Ubicado en la cumbre de Collserola y con 120 años de vida, su historia es cómo una montaña rusa de subidas y bajadas. Desde una iniciativa privada pionera en 1900, a la quiebra de la empresa propietaria en los 90 hasta la gestión pública actual, el parque ha pasado por diferentes manso y episodios. Algunos de ellos traumáticos, cómo la muerte de una chica en una de sus atracciones el 2010. Pero la permanencia de la montaña mágica ha sido el hilo conductor de su trayectoria.

Todo empezó el 1899, cuando el farmacéutico Salvador Andreu impulsó un proyecto de urbanización de la montaña, ideando el tranvía y el funicular. La inauguración oficial se celebró el 29 de octubre de 1901, a pesar de que aquel parque de atracciones poco tenía que ver con el que se conoce hoy. Unas básculas automáticas y máquinas de venta de postales eran dos de los principales atractivos.

Durante los primeros años ya se fueron instalando telescopios y prismáticos, columpios, juegos de bolos, los espejos, autómatas o una estación de palomas mensajeras. Y todo ello se combinaba con actuaciones de coros, bandas militares u orquestas. Incluso se intentó abrir un casino, pero no fructificó. La clase alta barcelonesa era el principal público durante aquella primera etapa.

El avión y la Atalaya

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La construcción de la Atalaya, el 1921 | Tibidabo

En la década del 1910 fue cuando lo Tibidabo hizo un gran paso adelante y se abrió más a toda la población de Barcelona. Aquel mismo año se construyó el carrusel eléctrico y, el 1915, llega el Ferrocarril Aéreo, precursores de las grandes atracciones que tenían que llegar.

Fue el 1921 cuando llegó uno de los emblemas no solo del parque, sino de todo Collserola: la atalaya. 50 metros de altura para contemplar las mejores vistas de Barcelona y que todavía se mantiene en pie. Y seis años más tarde se instaló otro símbolo, el avión, que recreaba el aparato que hizo el primer vuelo entre la capital catalana y Madrid.

La Guerra Civil y la posguerra frenó la expansión del parque y no se hicieron nuevas atracciones hasta final de los años 40, cómo el laberinto de cipreses. Al estallar la guerra el espacio se colectivizó, pero después volvió a manos de la familia Andreu, a través de una sociedad anónima.

Época dorada

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El avión, simbol del Tibidabo | Tibidabo

Los años 50 fueron de éxito y crecimiento. El Teatro Infantil, el Teleférico, las Ollas Voladoras o el Castillo Encantado son solo algunas de las atracciones que aparecieron. Entre la sociedad barcelonesa se conocía el espacio cómo el paraíso de los niños.

Los años siguientes se mantuvo el crecimiento y en 80 se instalaron atracciones cómo el Diavolo, el barco pirata, el Carrusel de dos plantas o el Aladino.

De la Rosa y corrupción

El 1988 llegó uno de los momentos cruciales de la historia del Tibidabo. El entonces popular empresario Javier de la Rosa compra el parque y crea la sociedad Grand Tibidabo para gestionarlo. Pocos años después quiebra y el espacio sale a subasta el 1999.

Pero entremedias, una historia turbia. Y es que la Audiencia de Barcelona condenó De la Rosa a 3 años de prisión por apropiación indebida por la descapitalización de Grand Tibidabo. Según la sentencia, la operación liquidó los ahorros de 10.000 pequeños accionistas y el empresario reconoció que se apropió de 68 millones de euros entre 1991 y 1994.

De hecho, Grand Tibabo ha sido un muerto viviente hasta el 2019, cuando se oficializó su liquidación después de llegar a deber de más de 30 millones el 2011. Así lo recordaba La Vanguardia: "El empresario modelo, cómo lo definió Jordi Pujol, se embarcó en múltiples operaciones, cada una más desastrosa. Pero, sobre todo, Grand Tibidabo se hundió porque De la Rosa puso la mano en la caja".

Cuándo Chupa-Chups compró el Tibidabo

Y con el Tibidabo en subasta es cuando llegó con fuerza el Ayuntamiento de Barcelona. Pero no a la primera. De hecho, Chupa-Chups estuvo a punto de adquirirlo, pero la institución pública utilizó el derecho a tanteo y adquirió los terrenos y el parque por 1.091 millones de pesetas (unos 6,5 millones de euros).

Así lo recuerda la actual directora del parque, Rosa Ortiz: "Cualquier empresa o propiedad privada podría haber sido propietario de la cumbre de Barcelona. De forma muy urgente, quedaban pocas horas, había un plenario en el Ayuntamiento y no estaba en la orden del día. Pero se incluyó y se planteó que el Ayuntamiento ejerciera el derecho de tanteo. Y todos los grupos dijeron que sí". Fue el enero del 2000, con el alcalde Jordi Clos.

Ortiz: "Somos un parque emblemático, de proximidad, el segundo más antiguo de Europa"

"Somos un parque emblemático, de proximidad, el segundo más antiguo de Europa", enfatiza Ortiz, que justifica la decisión de aquel momento: "El parque era muy querido por todos, forma parte de la ciudad y la historia de las familias. Se pensó que este parque, esta cumbre, la más alta de Barcelona, tenía que formar parte del patrimonio de la ciudad como propiedad".

Ortiz: "No solo teníamos que aprender la gestión de un parque"

Ortiz recuerda cómo una administración pública nunca había gestionado un parque de atracciones y tenían que decidir cual era la gestión más adecuada. Podría haber sido una concesión a una empresa privada, pero finalmente prefirieron delegarlo a través de la sociedad pública Barcelona Servicios Municipales.

"No solo teníamos que aprender la gestión de un parque, conocer el sector o la competencia. Era el balance entre qué teníamos que hacer como gestión de un servicio de mercado y cómo proyectarnos hacia un parque público, para todos y que aportara valor a la ciudadanía", añade la directora del Tibidabo, implicada desde el inicio.

Lo primero que hicieron fue diseñar un plan estratégico con cuatro ejes principales: educación, solidaridad, sostenibilidad y la experiencia. Igual que a principios de siglo XX, el objetivo seguía siendo emocionar el público, principalmente de Barcelona. "Somos generadores de experiencias y trabajamos estos momentos de recuerdos emotivos que forman parte de la vida de las personas. Un recuerdo mágico", describe Ortiz. Varias generaciones de catalanes ya lo han vivido.

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El ferrocarril aéreo, al 1915 |Tibidabo

Tragedia mortal

Pero no todo fue un camino fácil desde entonces. El primer año sin pérdidas por Barcelona Servicios Municipales fue el 2006. Y entre el 2010 y el 2012 se vivió una situación crítica, donde la deuda creció y los números rojos volvieron. Uno de los motivos fue el trágico accidente del Péndulo, donde una chica de 14 años murió.

"Fue un impacto muy directo. Tuvimos una bajada importante de visitantes", reconoce Ortiz, que defiende que se siguió el protocolo marcado y que, a raíz del accidente, se estableció el protocolo de seguridad más exigente. "No fue un fallo por parte nuestra, pero nuestra reputación estaba dañada", añade.

Ortiz: "Son crisis puntuales que se pueden dar a las organizaciones"

Este hecho obligó a recuperar la confianza de familias y clientes, de la cual hace un balance positivo: "Son crisis puntuales que se pueden dar a las organizaciones y lo gestionamos con éxito, Hemos hecho conferencias en escuelas de negocio por cómo fue el tratamiento de comunicación, muy transparente". Según Ortiz, la mayoría de socios y familias usuarias se mantuvieron fieles al parque.

Pero dejó el Tibidabo en una situación muy delicada y, incluso, el gobierno del alcalde Xavier Trias prometió su privatización. Aún así, nunca llegó. Y el 2013 volvieron los beneficios, que se mantuvieron hasta el 2020, cuando la crisis del coronavirus lo ha alterado todo.

Público familiar

Una de las ideas claras que tenía el Ayuntamiento al hacerse cargo del Tibidabo fue que tenía que ser un parque familiar, pensado por los niños. Por eso, muchas de las nuevas inversiones fueron a parar a atracciones o espacios donde juego y educación van ligados.

Su filosofía hace que no vean Port Aventura como competidor. "Son dos parques muy diferentes", asegura Ortiz. De hecho, desde el Tibidabo ven más competencia en centros comerciales, cines u otros espacios de ocio de la ciudad. En prepandèmia, el 50 % de los visitantes de los 4.000 visitantes diarios del Tibidabo era de Barcelona y el área metropolitana, el 35 % del resto de Catalunya y el 15 %, público extranjero. "Es un parque de ciudad y muy vinculado a la historia. No todos los turistas disponen de cuatro horas para ir a un parque de atracciones", apunta.

Ortiz: "Port Aventura es un parque referente, pero más de destino, es uno de los principales parques europeos"

"Port Aventura es un parque referente, pero más de destino, es uno de los principales parques europeos. Nosotros somos un parque histórico, para ver las mejores vistas", apunta la directora, que lo resume: "Las atracciones, que en otro lugar tendrían una experiencia suave, al Tibidabo son únicas por la panorámica. Es una experiencia única. En un parque, el 50% de la inversión es tematización. Nosotros ya lo tenemos con las vistas".

Un referente internacional

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El museo de los auómatas |: Tibidabo

Con todo ello, el Tibidabo es también un referente dentro de los parques de atracciones urbanos en todo el mundo. Dispone de algunos elementos únicos que suponen un patrimonio irrepetible, cómo el museo de los autómatas, que acumula más de cien años de vida y que no se encuentra en ninguna parte más y que contiene más de 40 piezas de los siglos XIX y XX. También atracciones emblemáticas cómo la Atalaya y otros más modernas, pero que ya son un símbolo, cómo la Noria o el Hotel Krueger.

Y sin olvidar el futuro. Por ejemplo, en el tren, han establecido una atracción semivirtual con unas ojeras de visión artificial. "Hemos sido pioneros. Nos renovamos, miramos al futuro, pero conservamos la historia y el patrimonio", sentencia Ortiz. Y también con apuestas importantes, cómo los 19 millones de euros invertidos este año en la Luciérnaga, un nuevo funicular que quiere potenciar las visitas a la cima de la montaña y ser la principal entrada al parque, haciendo reducir el uso del vehículo privado.

120 años después, el Tibidabo se renueva. Ha pasado momentos dramáticos, otros esplendorosos; pero son muchos los barceloneses y catalanes que guardan un recuerdo mágico.

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