
Laura Gispert es una amante de la naturaleza que se encontraba con un problema siempre que hacía pícnics en las montañas: descartando el plástico por conciencia ambiental, llevaba cubiertos metálicos, con el peso añadido que supone y el hecho de tener que devolverlos sucios. Y así es como se le ocurrió una idea: "Rumiando cómo podía encontrar una alternativa realmente sostenible, se me ocurrió hacer unos cubiertos que se comieran". Es el nacimiento de Voilà, que cinco años después de aquella primera idea ya está presente en productos de Glovo, Ametller Origen o Grandvalira.
"Podías estar en la playa comiendo una ensalada y después acababas comiendo los cubiertos", resume Gispert. La idea tomó forma en 2019, y un año después ya tenía prototipos en las manos. Una propuesta revolucionaria que han ido expandiendo y también ha traspasado fronteras.
De la idea a la industria
El paso de concepto a producto industrial fue uno de los grandes retos que afrontó Laura Gispert. "Me lancé a la piscina para llevar el proyecto a un nivel real", recuerda. El objetivo inicial era claro y ambicioso: abastecer el mercado de los cubiertos de un solo uso con una alternativa sostenible y saludable.
La fundadora de Voilà recuerda que en aquel momento no había ninguna empresa en España y casi ninguna en el mundo que hiciera cubiertos comestibles de forma industrial. Las que existían, por ejemplo en la India, se basaban en procesos más manuales y mucha mano de obra. "Nosotros teníamos que encontrar un proyecto escalable, que el producto fuera económico, fácil de producir y con mucha capacidad productiva".
Un cocinero para hacer un cubierto
Con la ayuda del chef Xano Saguer, desarrollaron una receta de un cubierto comestible, resistente y apto para todos, ya que era vegano y sin gluten. Harina de arroz y agua eran los principales ingredientes. Pero hacer un producto escalable fue todo un desafío. “Hacer el prototipo es muy bonito. Pero cuando lo llevas a una escala industrial y encuentras un socio que nunca ha producido este producto... era complicado. Fue un reto, pero también muy divertido, estábamos empezando un proyecto de cero que nadie había hecho nunca”, enfatiza.
La primera fábrica que encontraron fue en Cantabria, aunque después han apostado por encontrar un industrial más cercano: "Cada cliente lo quiere a su manera, con su marca dibujada o de diferentes ingredientes. Apostábamos por un servicio muy personalizado, porque las empresas buscan el valor añadido y la personalización".
La prohibición del plástico
La salida al mercado de Voilà tuvo un momento perfecto: la Unión Europea prohibía el plástico de un solo uso y la sensibilidad ambiental iba en aumento, tanto en las empresas como en los consumidores. Laura tenía claro que tenían que apostar por clientes grandes y así fue desde el inicio.
La primera empresa con quien colaboraron fue Vueling: "Casi no teníamos el producto y nos pidió que para un lote de colaboración con Nocilla con nuestro producto. Fue un gran escaparate". Los cubiertos de Voilà ya habían volado a miles de metros de altitud.
Ahora también están presentes en establecimientos de todo tipo, como cafeterías, heladerías, restauración o en platos preparados. Por ejemplo, se pueden encontrar sus cubiertos en el Tibidabo, en Naturland o Grandvalira. Su cucharilla comestible para el café es el producto estrella, pero están investigando constantemente para ampliar el catálogo. Los palillos orientales es una de las propuestas.
La revolución sostenible
Desde el inicio tuvieron vocación internacional, pero los primeros esfuerzos los centraron en el mercado español. Ahora, ya han enviado sus primeros pedidos al extranjero, empezando por Suecia: "Estamos empezando en países nórdicos, que tienen mucho café, mucha conciencia de sostenibilidad y menos preocupación por el coste".
Voilà se quiere posicionar como la clara alternativa a los ya desaparecidos cubiertos de plástico de un solo uso: "Cuando desapareció el plástico de un solo uso, llegaron alternativas aceptadas como la madera, que se trae de muchos lugares del mundo con lo que esto supone, o plásticos compostables que no se acaban degradando".
Por eso, defiende un producto que "desaparece en el momento del consumo" y que también supone una "experiencia gastronómica enriquecedora". "Se cierra el círculo, primero lo utilizas y después te lo comes", concluye.