Hombre, de la generación boomer (1946-1964), jornada laboral diaria de más de 12 horas, necesidad de enviar whatsapps de trabajo a horas intempestivas o durante el fin de semana y con una profesión relacionada con el mundo de la medicina, la abogacía, la tecnología, la informática y con creencias que glorifican el exceso de trabajo. Este es el prototipo predominante de una persona workaholica, es decir, con adicción al trabajo. Un porcentaje que ha aumentado en las oficinas catalanas durante las últimas décadas, mientras que un 10% de los profesionales confiesa que siente una "pasión obsesiva" por el ámbito laboral. Una adicción que ha sido objeto de investigación psicológica y que trae más de un quebradero de cabeza al resto de trabajadores de las organizaciones de nuestro país. Y la clave de todo esto: ¿cómo neutralizar a un workaholic (y no tener consecuencias)?
Los días de vacaciones pueden convertirse en un auténtico trastorno para los 'workaholics'
En primer lugar, la adicción al trabajo se caracteriza por trabajar excesivamente y dedicar mucho tiempo personal a tareas relacionadas con el trabajo, así como por la dificultad de desvincularse de él. "Debemos considerar que el término adicción no solo se refiere a la dependencia de sustancias psicoactivas como el alcohol o la cocaína, sino que algunas adicciones también implican la incapacidad de dejar de realizar determinadas actividades, como jugar a videojuegos, comer, el teléfono móvil, internet, trabajar o el sexo", señala Àngel Serra, psicólogo clínico y profesor de la Universidad de Vic, en VIA Empresa.
Puede que parte de los lectores se sientan identificados con alguna de las características mencionadas anteriormente y eso tiene que ver con los síntomas. Desde trabajar muchas horas —incluso durante los fines de semana o en días festivos— hasta encontrar difícil separarse mental y emocionalmente del trabajo. Además, para muchos de ellos, los días de vacaciones pueden convertirse en un auténtico trastorno. Constantemente necesitan revisar los correos electrónicos y se sienten culpables o angustiados cuando no están trabajando.
Sin embargo, en opinión de Serra, "se está produciendo un cambio generacional que modifica la relación con el lugar de trabajo. Hay una voluntad en los jóvenes de dar menos importancia al trabajo y de dedicar más tiempo al ámbito personal". De ahí que altos directivos, como el caso reciente de Pol Codina, director general del suroeste de Europa de Pepsico, promueva poder ir a recoger a los hijos a la escuela y compartir la tarde con ellos, dentro de su ajetreada jornada laboral.
Más allá del prototipo del workaholic
¿Es genética la adicción al trabajo? ¿O puede desencadenarse a causa de una situación concreta? El experto de la Universidad de Vic tiene claro que ser workaholic no ocurre de manera espontánea, sino de forma progresiva, donde intervienen factores biológicos, emocionales, psicológicos y sociales. Por ejemplo, cada vez que conseguimos algún logro, ya sea una tarea laboral o un objetivo personal, nuestro cerebro libera dopamina. Aún más, una personalidad perfeccionista puede conducir a un exceso de trabajo, junto con problemas de autoestima que buscan la validación en el trabajo.
Otro efecto que puede inducir a la intensa inmersión laboral pueden ser los problemas personales o emocionales difíciles, como puede ser la ruptura de un vínculo o la muerte de alguien muy cercano. Serra también tiene claro que en muchas culturas hay una admiración por aquellos que "siempre están ocupados", la idea de estar perpetuamente comprometidos con la empresa, como es el caso de gran parte de la sociedad japonesa. De ahí que incluso se pague a agencias que les ayuden a renunciar a su puesto de trabajo.
El riesgo de compartir el día a día con un workaholic
El adicto al trabajo puede tener buenas intenciones, pero la adicción puede generar malestar en el individuo y en la organización. Sus relaciones también sufren y pueden contagiarse de su nivel "inapropiado" de implicación laboral, tal como destaca el experto.
Además, según precisa Maite Moreno, directora del programa del máster de recursos humanos de la EAE Business School y también directora de Happy Monday, la propia persona puede llegar a enfermar y tener consecuencias en cuanto a la eficiencia y productividad de la empresa. "El workaholic es el primero en llegar a la oficina y de los últimos en irse, además les cuesta mantener equipos porque sienten que solo ellos realizan bien las tareas requeridas y les cuesta delegar", destaca Moreno. De ahí que el mensaje que acaben transmitiendo, si son directivos o managers, es que "no ayudan a los trabajadores a crecer ni a fidelizarlos".
Moreno: "El 'workaholic' es el primero en llegar a la oficina y de los últimos en irse, además les cuesta mantener equipos porque sienten que solo ellos lo hacen bien y les cuesta delegar"
Para la directora de Happy Monday, en caso de que alguien se encuentre "con un jefe que sufra de estas adicciones y le cause sufrimiento, es el momento de actuar". "Es el momento de dejar de recibir mensajes de whatsapps los sábados por la noche y fuera de horario, y guiarse por la ley de la desconexión digital". También valorar si es conveniente ponerlo en conocimiento de los miembros de recursos humanos y, durante el día a día de interacción con el superior, preguntar cuáles son las prioridades, marcar los límites y tener en cuenta que "la normativa laboral está de tu lado".
El rol del empresario: ser un buen ejemplo
Finalmente, un empresario puede ayudar a un trabajador con adicción al trabajo valorando sus contribuciones, pero también ayudándolo a priorizar sus tareas diarias. También animar a los trabajadores a no hacer horas extras, que puedan hablar sinceramente sobre las cargas de trabajo, fomentar el buen ejemplo y que los fines de semana y festivos permitan disfrutar del arte del descanso a toda la plantilla. Y una conclusión final de Serra, para tener en cuenta: "cuidarse a uno mismo es el secreto más productivo".