Etnógrafo digital

Agosto: ¿qué deben hacer mis maestros?

17 de Agosto de 2023
Act. 17 de Agosto de 2023
Josep Maria Ganyet | VIA Empresa

“Agosto: ¿qué deben hacer mis estudiantes?” Es la pregunta que se hacía el profesor y catedrático de ética Norbert Bilbeny en un reciente artículo en La Vanguardia. El artículo pasa muy bien bajo la sombrilla en la playa —en papel o en móvil— y es también por eso que invita a ser leído más de una vez y a reflexionar sobre ello. Referencias históricas aparte, es prácticamente un manual de instrucciones de cara al futuro.

 

El artículo podría resumirse en una frase del principio que dice “todos hemos sido estudiantes o todavía lo somos”, una actitud vital que muchos hemos abrazado con más o menos fortuna. Este enfoque da una perspectiva humanista —filosófica si desea— a lo que los gurús del utilitarismo dicen que “las profesiones a las que se dedicarán nuestros hijos todavía no han sido creadas”. Sí, nos tocará aprender y desaprender toda la vida. Podéis apuntaros a la Escuela Oficial de Idiomas, leer libros, mirar documentales, consultar Wikipedia, seguir tutoriales de YouTube, aprender idiomas en DuoLingo o programación en Khan Academy. En todas partes encontraráis grandes maestros, flexibilidad de horarios y más contenidos de los que podáis nunca absorber. Sí, pero.

Todos recordamos los grandes maestros que hemos tenido. Yo recuerdo con nombres, apellidos y momentos los que más me han influido, desde preescolar hasta los cursos de posgrado

Bilbeny glosa la importancia de los buenos maestros, lo de Goethe de “búscate un maestro y pierde en la selva”. Lo encuentro particularmente relevante. Todos recordamos a los grandes maestros que hemos tenido. Recuerdo con nombres, apellidos y momentos los que más me han influido, desde preescolar hasta los cursos de posgrado. Con la mayoría todavía mantengo la relación.

 

Puedo decir que he vivido el aforismo de Goethe en primera persona en la figura del recientemente fallecido Josep Vendrell. El sr. Vendrell fue un profesor de matemáticas muy exigente y muy temido en los 70 cuando yo hacía E.G.B. en los Escolapios de Tárrega. Lo tuve en 7º y 8º básica. Los castigos por no hacer bien el trabajo eran proporcionales a los decibelios de su voz tragada. La semana que tocaba uno de los temas más importantes de 7º (diría que eran polinomios) la tuve que pasar en casa con gripe o algo que cogíamos los niños de entonces. Un día, sobre las siete de la tarde golpearon el timbre de casa. Era el sr. Vendrell que venía a explicarme todo lo que me había perdido consciente de que sin ese conocimiento me sería difícil seguir el temario.

Años después, sería en 1985 cuando yo ya estudiaba informática en la UAB, la casualidad quiso que se girara la tortilla. La informática empezaba a entrar en las escuelas y la programación de funciones era una extensión de las matemáticas. La tarea de aprender a programar para poder enseñar a sus alumnos le cayó al sr. Vendrell. Los Escolapios de Tárrega necesitaban un ordenador. Como en casa ya había un IBM PC, el Commodore Vic-20 que mi padre me había comprado en el Corte Inglés se lo vendimos por un precio simbólico. En el trato iban incluidas varias sesiones de programación en BASIC. Mi alumno fue el Sr. Vendrell.

Nostalgia aparte, la anécdota ilustra a la perfección la importancia de aprender siempre y de forma constante. Por eso desde hace 25 años dedico parte de mi tiempo a la docencia en la UPF, porque enseñar me obliga a aprender, y cuando enseño aprendo de mis alumnos. No siempre lo consigo, pero hay momentos de intercambio de opiniones, de preguntas y de debate que son muy enriquecedores, momentos donde te das cuenta de que los alumnos han aprendido. A veces tienes que concluir con un “ahora mismo no puedo responderlo, me lo miraré y el próximo día me lo recuerdas”.

En agosto, los maestros estamos preparando las clases de septiembre para que nuestros estudiantes aprendan, pero también, y no es fácil, para que nosotros podamos seguir aprendiendo de ellos

Y eso, amigas, es lo que no encontrará en las academias virtuales que he llamado antes. No encontraréis el contacto entre estudiantes y no hay, por tanto, aprendizaje horizontal. El intercambio de conocimiento solo fluye de profesor a alumno, el círculo no se completa y el profesor no aprende; el alumno de informática de los 80 no enseña a programar al profesor de matemáticas de los 70. Lo dice muy claro Norbert Bilbeny en su artículo “no solo no hay clase sin alumnos, sino que lo mejor de una carrera docente habrán sido los estudiantes”.

Y respondiendo a la pregunta del título de mi artículo: en agosto, los maestros estamos preparando las clases de septiembre para que nuestros estudiantes aprendan, pero también, y no es fácil, para que nosotros podamos seguir aprendiendo de ellos. Es lo de aquel otro aforismo atribuido a Marshall McLuhan que “damos forma a los medios y después son los medios quienes nos dan forma a nosotros”. Cambie “medios” por “alumnos” y ya lo tendríamos. Y por muchos años.